Lamentablemente se han interrumpido la conversaciones de paz. Los árabes amenazan con adherirse a tratados y convenciones internacionales para luego presentar denuncias formales contra Israel en la Corte Penal Internacional. En Israel proponen desconocer los acuerdos de Oslo y acusar a los árabes por crímenes a la humanidad.
Estaba previsto. El representante palestino Abu Mazen demostró no tener interés en firmar la paz con los israelíes. Siempre encontró escollos puestos por Israel para no iniciar las conversaciones, además de exigir con exceso sin ceder en nada. Sus argumentos no hubieran sido obstáculos para comenzar a conversar, si su deseo para firmar la paz con Israel hubiera sido sincero. En poco se diferencia Abu Mazen con Yasser Arafat, su antecesor en la conducción de la Autoridad Palestina, quien nunca dejó de soñar con un Medio Oriente sin Israel. Éste conversaba pero decía «no» al final, en cambio Mazen dice «no» al principio. El «no» de Abu Mazen puede tener dos motivos: o porque íntimamente odia a los israelíes, pero quiere aparentar buena presencia ante el mundo haciéndole creer que los otros son los malos, o por tener miedo que un acuerdo con Israel signifique su sentencia de muerte como lo fue con el egipcio Anwar Sadat, asesinado por sus propios correligionarios el 6 de octubre de 1981.
Nuestra generación no verá la paz, porque en nuestra generación los árabes no descansarán hasta ver a Israel aniquilado. El veneno con el que sus hijos fueron inculcados no tiene antídoto que lo neutralice. No obstante hubiera sido conveniente que las conversaciones no se interrumpan. Cuando los dirigentes hablan, reina una paz que, aunque tensa, es altamente apreciada.
El pueblo de Israel no puede sentir la alegría que sienten los terroristas de Hamas por la suspensión de las conversaciones. Por el contrario, Israel lamenta que eso haya sucedido. El terrorismo considera que conversar con Israel es reconocer su derecho a existir en el Medio Oriente musulmán. Y es eso lo que los enemigos de Israel no soportan, no toleran que se hable con personas que habría que echarlas al mar. Israel en cambio se había ilusionado con la idea que aún quedaban dirigentes musulmanes cuyos deseos de paz y de bienestar para su pueblo remplazan al irracional fanatismo que caracteriza al Islam. Por lo visto Israel se equivocó.
Samuel Auerbach.
Natanya, Israel.
Publicado en Aurora
http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/57458/
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