Es tan simple, como simplemente cobarde. La Brandeis University, fundada en 1948 por el prominente rabino de Nueva York Israel Goldstein, ha retirado el Honoris Causa que iba a otorgar a la somalí Ayan Hirsi Ali por “islamofóbica”. Sobra decir que las presiones recibidas han sido de órdago, pero el gesto es tan sucio, que no lo justifica ni la presión, ni el miedo. Así pues, ha ocurrido algo impensable: una universidad fundada por un judío comprometido con las organizaciones judías y con Israel, hasta el punto de que Rabin celebró en su casa su ochenta aniversario, ha despreciado a una mujer musulmana porque denuncia la brutal opresión del islamismo. Es decir, una universidad judía ha cedido ante el fundamentalismo islamista. Es una vileza monumental, una genuflexión de la inteligencia ante la intolerancia, una postración de la libertad.
No puedo imaginar qué pensaría Goldstein, cuyos principios judíos siempre se vincularon a la cultura y al derecho, cómo tampoco puedo imaginar cómo se siente Ayan, cuyo discurso para el frustrado doctorado que he podido leer, era un canto a la lucha por la libertad. Vean un fragmento: “Estoy aquí combatiendo por los derechos de las mujeres de todo el mundo y como alguien que no tiene miedo de plantear preguntas incómodas sobre el papel de la religión en esta batalla. La vinculación entre violencia, sobre todo la violencia contra las mujeres, y el islam es demasiado clara para ser ignorada”. O este otro: “el concepto de guerra santa, ¿es compatible con nuestro ideal de tolerancia religiosa? ¿Es blasfemia, castigada con la muerte, poner en discusión la aplicación en nuestra era de ciertas doctrinas del siglo VII? Tanto el cristianismo como el judaísmo han tenido sus reformas. Ha llegado el tiempo para una reforma del islam.” Esta mujer, que por defender los valores de la Carta de Derechos Humanos, ha visto como mataban a su amigo Van Gogh, como la amenazaban con fatuas de muerte, como sus vecinos pedían que la sacaran del barrio porque “molestaba” su seguridad, como el gobierno holandés le retiraba la nacionalidad con una excusa burocrática y como debía refugiarse en USA para salvar su vida, esta mujer es ahora insultada gravemente por una universidad judía. Si fuera un chiste, sería repugnante. Pero, porque no es un chiste, es aún más repugnante. ¿En qué mundo de cobardes y serviles vivimos, que abandonamos a las Ayan y nos ponemos de rodillas ante sus verdugos? Siento una vergüenza profunda por una sociedad occidental que vende su alma por un plato de petróleo y, por el camino, no le importa envilecerse. Vergüenzas por estas gentes de la Brandeis University, con su miedo mojigato y sus valores en la cloaca. Vergüenza por la falta de dignidad, por la desmemoria, por la traición. Para ustedes y su vileza, un proverbio judío: «la espada apareció en este mundo debido al retraso de la justicia”.
Espero que esta universidad reconsidere tan aberrante postura que no encaja en la pensamiento social Israelí. Los judíos defendemos la libertad de expresión y asumimos las consecuencias de la misma!