En Israel, como refleja esta encuesta de BINA, organización dedicada a la identidad judía y la cultura hebrea, muchos ciudadanos judíos no se aclaran con su propia identidad. Aquellos ajenos al contexto interno israelí –y judío– se sorprenderán ante estos resultados, pero la realidad es así: dentro de Israel hay una gran heterogeneidad de identidades, así como dentro del pueblo judío. Después de más de 3.000 años de existencia, la identidad judía sigue en constante formación.
La encuesta de BINA arroja datos como que el 20,1% de los judíos israelíes se sienten más judíos que israelíes, mientras que el 13,6% se identifican más con Israel que con el judaísmo. Una amplia mayoría (60,8%), no obstante, dijo sentirse tan judío como israelí. Por otro lado, un 2% declaró no sentirse ni judío ni israelí, y un 3,5% respondió que no estaba seguro de cómo se identificaba.
Un 49,5% de los que se consideran ortodoxos se sienten más judíos que israelíes, mientras que sólo un 9,7% entre la población secular tiene esta preferencia.
Recapitulemos. ¿Israel se define como Estado judío y muchos de sus ciudadanos judíos se sienten israelíes pero no judíos, y viceversa? Exacto, y, contemplando la evolución del pueblo judío durante la historia, no podía ser de otra manera.
La identidad es algo serio para cualquier judío, sobre todo si vive en Israel. Es manifiesto que en nuestros días existe un debate abierto sobre lo que significa ser judío, intensificado con el iluminismo judío, la Haskalá, a finales del siglo XVIII, pero que siempre ha estado presente. La última encuesta del Pew Research Center sobre lo que piensa la judería norteamericana aporta unos resultados clarificadores sobre lo diverso del judaísmo en el mundo actual. De hecho, el Parlamento israelí, a iniciativa de Yair Lapid, ha creado un organismo para determinar lo que es identidad judía.
Es necesario, pues, para dilucidar estas a priori extrañas cifras de la encuesta reseñada, esquematizar las identidades actuales dentro del judaísmo y saber por qué, después de tanto tiempo, no se han decidido todavía.
¿Quién es judío?
Si bien los judíos aparentan una unidad inquebrantable de cara al exterior, en el plano interno casi cada uno piensa diferente del vecino. Y, ciertamente, este constante debate interno es el elemento definitorio por excelencia de todas las identidades judías. A este respecto, Marcelo Birmajer, en el libro En defensa de Israel, habla del examen que hizo sobre identidad judía en su colegio. A la pregunta de “¿Qué es judío?” él contestó con la misma pregunta y su profesor le calificó con un diez.
Los problemas empiezan a surgir cuando buscamos una definición para el judaísmo. Aún nadie tiene claro si alude a una religión, un pueblo o etnia. A mi juicio, la definición más acertada es la de etnorreligión: un pueblo con la religión como elemento vehicular común. Aceptando esta definición, judío es aquel que pertenece a la comunidad nacional que, expulsada de su tierra ancestral en el 70 DC, ha vagado por el mundo con un componente integrador religioso y tradicional. Hasta aquí, hay muchos que sólo se sienten judíos de una forma nacional y étnica, sin adscripción alguna a la religión, línea que apuntó Sigmund Freud en sus escritos sobre su identidad judía. En este sentido, en 1970 el Tribunal Supremo israelí señaló que la pertenencia a la nación judía está separada de la pertenencia a la fe judía. El juez Shimon Agranat escribió:
Los objetivos de la ‘aliá’ y el reagrupamiento de los exiliados nos obligan a ver el término ‘judío’ como un concepto secular y dinámico.
Pero quedarse sólo con lo nacional o étnico no vale, pues significaría que todo el que naciera en lo que fueron los reinos de Judea e Israel sería judío, y no es así.
El asunto es complicado. Si su familia es procedente de Europa, probablemente seguirá las costumbres ashkenazíes. Si en cambio es de la cuenca mediterránea, sus costumbres serán las sefardíes. Y si proviene del este, más allá de Israel (Siria, Líbano, Iraq, Irán…), sus ritos y tradiciones serán misrajíes. Además, por si fuera poco, están los judíos negros llamados falashas, o los yutairen, oriundos de China. Sin olvidar que esta diferenciación entre sefardíes, ashkenazíes, misrajíes, falashas y yutairen tienen también un componente étnico diferenciador entre los mismos judíos.
Una vez dentro de la versión religiosa del judaísmo, uno puede adscribirse a las corrientes que actualmente se practican, las cuales, también, están en constante estado de conflicto doctrinal: ortodoxia, conservadurismo, reformismo y reconstruccionismo. A través de alguna de estas corrientes muchos no judíos acceden a la judeidad mediante la conversión.
A las anteriores corrientes, con sus correspondientes denominaciones de origen, se les debe unir, obligatoriamente, el resurgir nacional judío, cristalizado en el sionismo. Muchos judíos se identifican únicamente con esta versión moderna y nacional del judaísmo, mientras que otros no sienten apego alguno por el movimiento político y nacional impulsado por Teodoro Herzl. En medio está la mayoría: judíos y a la vez sionistas o simpatizantes de la causa. Y, como no podía ser menos, dentro del sionismo encontramos distintas corrientes: socialista, revisionista, religiosa y cultural, dispuestas para todo aquel que quiera acogerse a alguna de ellas.
Las combinaciones son tan numerosas que abruman.
Todas y cada una de las opciones anteriores poseen por sí mismas definiciones de judío, sin haber llegado todavía a ningún acuerdo.
El antisemitismo como elemento de identidad
El rabino, lord y eminente conferencista Jonahtan Sacks, a raíz de las opiniones de Simon Herman, afirma que el antisemitismo ha influido profundamente la identidad judía. El antisemitismo, ciertamente, es el fenómeno que más ha homogeneizado el concepto de judío. En este sentido, las Leyes de Núremberg le dieron una definición étnica: judío es todo aquel que tenga un abuelo judío. La Ley de Retorno del Estado de Israel utiliza la misma definición, pero con otro propósito: cualquier persona con al menos un abuelo judío tiene derecho a obtener la nacionalidad israelí.
De acuerdo con el profesor Jonathan Webber, el Holocausto ha tenido una gran influencia en la identidad judía, ya que muchos han proclamado que si Hitler definió a alguien o a su familia por judíos, entonces ellos son judíos. Sartre, en un plano metafórico de compromiso moral para con el pueblo hebreo, dijo que después de Auschwitz todos éramos judíos.
Una herencia compartida
Goethe daba un elemento común a todos los judíos:
La energía es la base de todo (…) cada judío, sin importar lo insignificante que sea, está comprometido decisiva e inmediatamente con la búsqueda de un objetivo…es el pueblo más perseverante de la tierra.
En el libro dedicado a la memoria de Daniel Pearl, periodista del Wall Street Journal asesinado en Pakistán, cuyas últimas palabras antes de ser decapitado fueron I am Jewish (título del libro), cientos de personalidades judías de todo el globo daban su opinión sobre lo que significa ser judío. Pero ninguna de las reflexiones es concluyente.
En esta línea, el doctor en Sociología de la Universidad de Tel Aviv Eliezer Bar Rafael sugiere que es posible describir la identidad judía como una familia de identidades, y no una sola; habría una personalización de las identidades influida por la narrativa, las experiencias, el modo de vida y las perspectivas de cada uno.
Bar Rafael añade:
A pesar de todas las diferencias, los judíos comparten lo que Ludwig Wittgenstein llamó ‘parecidos familiares’ (…) Los judíos tienen una herencia compartida, sin importar las diferencias que puedan existir entre ellos. Tienen una identidad colectiva.
Evidencia de esta identidad colectiva es la anécdota que, según cuenta la leyenda, está extraída del diario de David ben Gurión. En 1954, siendo primer ministro de Israel, viajó a EEUU para reunirse con el presidente Eisenhower y solicitar apoyo y ayuda en momentos difíciles para el joven Estado judío. En uno de sus encuentros con el entonces secretario de Estado, John Fuster Dulles, éste le espetó:
Dígame, primer ministro: ¿a quién representan realmente usted y su Estado? ¿Acaso los judíos de Polonia, el Yemen, Rumania, Marruecos, Irak, la Unión Soviética o Brasil son una misma cosa? ¿Después de 2.000 años de diáspora es posible hablar de un solo pueblo judío, de una única cultura, tradición o costumbre judías?
A lo que Ben Gurión respondió:
Mire, señor secretario. Hace 200 años zarpó de Inglaterra el navío ‘Mayflower’, que transportaba a los primeros colonos que se instalaron en lo que hoy es la gran potencia democrática de los Estados Unidos de América. Le ruego que salga a la calle y pregunte a diez niños norteamericanos lo siguiente: ¿cuál era el nombre del capitán del barco?, ¿cuánto tiempo duró la travesía?, ¿qué comieron los tripulantes durante el viaje?, ¿y cómo se comportó el mar durante el trayecto? Seguramente no recibirá respuestas puntuales (…) Ahora fíjese. Hace ya más de 3.000 años que los judíos salieron de Egipto. Le pido que en alguno de sus viajes por el mundo trate de encontrarse con diez niños judíos en diferentes países, pregúnteles cómo se llamaba el capitán de dicha salida, cuánto tiempo duró la travesía, qué comieron durante el recorrido y cómo se comportó el mar. Cuando tenga las respuestas, y se sorprenda, trate de recordar y evaluar la pregunta que me acaba de formular. ¿Me entiende, señor secretario?
Por todo ello, es normal que muchos en Israel no tengan claro cómo se identifican.
Al fin y al cabo, podemos concluir que esta constante formación de la identidad judía, además de la herencia común, es claramente otro elemento definitorio. Ha sido la capacidad de adaptación y cambio lo que ha hecho a los judíos sobrevivir como pueblo errante en un mundo hostil.
Un ejemplo más para el Sr. Foster Dulles:
Mi madre tuvo un padre biológico judío de origen sefardí.
Por ello soy de estirpe judía, de religión católica y de nacionalidad chilena.
Me siento feliz de todo ello y no encuentro ninguna dificultad ni contradicción.
Queremos yo y mi familia, el triunfo de Israel en todo.
Saludos. JEV