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| lunes noviembre 18, 2024

6 razones por las que el Kotel es sagrado

El Muro Occidental está en las raíces de la nación judía.


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1) El sitio del Templo Sagrado

El Muro Occidental es un vestigio sobreviviente del Monte del Templo en Jerusalem, que fue destruido por los romanos en el año 70 de la era común. El Templo fue el centro del mundo espiritual, el conducto principal para el flujo de la Santidad. Cuando el Templo estuvo en pie, el mundo estaba lleno de ‘temor reverente’ a Dios y de apreciación por la genialidad de la Torá.

La tradición judía enseña que toda la Creación comenzó en Jerusalem. El epicentro es el Monte Moriá, conocido por los místicos como “la piedra irrigadora”. El nombre Moriá es en realidad un juego de palabras: “Moriá es el lugar desde el cual emana la instrucción de la Torá (horaá); desde donde emana el temor al cielo (irá); desde donde emana luz (orá)”.

Es aquí, en el Monte Moriá, que Itzjak fue atado para ser sacrificado. Y es aquí donde su hijo Yaakov soñó con la escalera que ascendía al cielo.

Aunque otras partes del Monte del Templo permanecen en pie, el Muro Occidental es especialmente querido, dado que es el punto más cercano al Kodesh Kodashim (Santo Sanctorum), el foco central del Templo.

2) Símbolo eterno

Nuestros Sabios profetizaron que aún después de la destrucción del Templo, la Presencia Divina nunca dejaría el Muro Occidental, y que el Muro nunca sería destruido. El Muro está provisto con santidad eterna, como declara el Talmud: “Y Yo haré que tus santuarios queden desolados”(Levítico 26:31) – esto significa que los santuarios retendrán su santidad aún después de estar desolados.

Jerusalem fue destruida y reconstruida nueve veces. Y durante todas, un símbolo permaneció intacto: el Muro Occidental.

Al establecer el pacto eterno con Abraham, Dios le prometió que el pueblo judío nunca sería destruido (Génesis 17:7). De acuerdo a esto, el Muro es un símbolo del pueblo judío: así como han habido muchos esfuerzos para destruir el Muro y sigue siendo eterno, así mismo, el pueblo judío ha sobrevivido a sus enemigos y sigue siendo eterno. El Muro, entonces, se convirtió tanto en símbolo de devastación como de esperanza.

Como escribió Mark Twain: “… Otros pueblos han surgido repentinamente y mantuvieron su antorcha encendida por un tiempo, pero se apagó, y ahora están en la penumbra, o han desaparecido. El pueblo judío los vio a todos, los venció a todos… Todas las cosas son mortales menos el pueblo judío; todas las demás fuerzas pasan, pero él permanece. ¿Cuál es el secreto de su inmortalidad?”.

3) Lugar de peregrinaje y lágrimas

Hace tres mil años, el Rey David compró el Monte Moriá e hizo de Jerusalem su capital. Su hijo Salomón construyó el Santo Templo, y toda la nación judía se reunía tres veces al año en las festividades de peregrinaje.

Jerusalem se convirtió también en el foco del mundo no judío. Los mapas antiguos muestran a Jerusalem en el epicentro de Asia, Europa y África. Los no judíos, atraídos por un poder magnético espiritual, traían ofrendas al Templo. Cuando el Rey Salomón construyó el Templo, específicamente le pidió a Dios que atendiera las plegarias de los no judíos que se acercaban al Templo (Reyes I, 8:41-43). En las palabras del profeta Isaías, el Templo era“una casa de plegaria para todas las naciones”.

El servicio en el Templo Sagrado durante la semana de Sucot exhibía el sacrificio de 70 toros, correspondientes a las 70 naciones del mundo. De hecho, el Talmud dice que si los romanos (quienes destruyeron el Templo) se hubieran dado cuenta de cuánto se beneficiaban de él, nunca lo hubiesen destruido.

Durante los 1900 años de exilio, los judíos viajaron a Jerusalem con grandes costos y peligros, sólo para tener la oportunidad de rezar en el Muro. Enfrentándose a enfermedades, falta de agua y bandidos merodeadores, los judíos se rehusaron a abandonar Jerusalem. Encarcelados por ley o aniquilados por los Cruzados, los judíos siempre retornaron.

El Talmud enseña que cuando el Templo fue destruido, se cerraron todas las puertas del cielo, a excepción de una: la Puerta de las Lágrimas. En el Muro, los judíos siempre han vertido sus corazones a Dios. Así se convirtió en el “Muro de los Lamentos”, por los siglos de lágrimas interminables, derramadas por los judíos que desean reconstruir Jerusalem.

4) Foco de las plegarias

Tres veces al día, durante miles de años, las plegarias judías de todo el mundo han sido dirigidas hacia el Monte del Templo.

La tradición cabalística dice que las plegarias de todo el mundo convergen en este lugar, desde el cual ascienden hasta el cielo. El Talmud dice: “Si alguien está rezando fuera de la Tierra de Israel, debe apuntar su corazón en dirección a Israel. Quienes rezan dentro de Israel, deben apuntar su corazón hacia Jerusalem. Y quienes están en Jerusalem, deben apuntar sus corazones hacia el Templo.

A través de milenios, los judíos que viven en lugares lejanos, han dirigido sus plegarias hacia Jerusalem. En cada boda judía, el novio rompe una copa para conmemorar la destrucción del Templo Sagrado. Y cerramos cada Seder de Pesaj con las palabras resonantes – “El año próximo en Jerusalem”.

Como dijo Rabí Yehudá HaLeví: “Yo estoy en occidente, pero mi corazón está en el oriente (Jerusalem)”.

5) Construido con amor y dedicación

Cuando el Templo estaba siendo construido, el trabajo estaba dividido entre los diferentes sectores de la población. La construcción del Muro Occidental le tocó a los pobres, y ellos trabajaron duro para construirlo, ya que no podían darse el lujo de contratar obreros para que hicieran el trabajo por ellos.

Cuando el enemigo destruyó el Templo, los ángeles descendieron de lo alto, y desplegando sus alas sobre el muro, dijeron: “Este Muro, el trabajo de los pobres, nunca será destruido” (de “Leyendas de la Tierra de Israel”).

6) Sitio del heroísmo judío

Cuando el Primer y el Segundo Templo fueron destruidos, y durante la revuelta de Bar Kojba, los héroes de Israel pelearon como leones por cada piedra del Templo. Cuando los macabeos derrotaron a los sirio-griegos, lo primero que hicieron fue purificar el Templo y encender la Sagrada Menorá. Ésto ha servido como ejemplo de la valentía judía desde entonces.

En el conflicto armado árabe-israelí de 1948, cuando se trazaron las líneas de cese al fuego, Jerusalem fue dividida y los judíos fueron nuevamente desterrados del Muro Occidental, permitiéndoles solamente contemplar el Muro desde lejos a través de un alambre de púas … a través de la interminable extensión del tiempo.

En la guerra de los Seis Días, los paracaidistas israelíes entraron a la Ciudad Vieja de Jerusalem a través de la Puerta de los Leones. “¡Har Habait beiadeinu!”, – resonaba el cántico triunfante-“¡El Monte del Templo está en nuestras manos!”. Entre sonidos de shofar, adultos lloraron y bailaron en el Muro Occidental. Después de 2000 años, Jerusalem estaba finalmente unificada bajo control judío, con acceso libre para todos.

El Muro Occidental no es meramente un valor histórico. Es la raíz judía – la raiz más profundas que cualquier pueblo tenga. En otra parte, andamos a tientas para obtener comprensión. En el Muro Occidental, mientras empapamos el Muro con nuestras lágrimas y derretimos las piedras con nuestros besos, logramos claridad y definimos quiénes somos, la nación eterna de Dios.

 
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