La revista The Tower llama nuestra atención sobre la última encuesta del Centro Palestino para la Opinión Pública, según la cual Marwan Barguti sería la elección más popular si se celebraran comicios presidenciales para elegir al líder palestino. Barguti, fundador de un ala paramilitar de Fatah en época de Arafat, cumple en la actualidad varias cadenas perpetuas en una prisión israelí debido a su implicación en una serie de asesinatos, aunque se cree que podría estar detrás de aún más atentados que por los que ha sido condenado.
En la carrera de Barguti hay dos constantes: está bañado en sangre inocente y es extraordinariamente popular entre los palestinos. Ambas circunstancias, evidentemente, no carecen de relación entre sí. Un resultado semejante resulta preocupante, por supuesto, pero hay que destacar que, según la encuesta, los palestinos se limitan a elegir a un terrorista antes que a otros terroristas. El problema es mucho más profundo: la cucaña por la que hay que trepar para alcanzar el liderazgo palestino está engrasada con sangre.
Una reacción comprensible a la encuesta sería decir: ¿Y qué? Mahmud Abás está en el décimo de sus cuatro años de mandato, así que la sucesión inmediata no parece ser un problema urgente ahora mismo, y, de todas formas, Barguti está en la cárcel.
Pero esta vez hay ciertas diferencias. En primer lugar, el acuerdo de unidad entre Hamás y Fatah significa que es más probable que, en un futuro próximo, se celebren elecciones. En segundo lugar, la marcha de Salam Fayad supone que, al menos, no hay una lista de espera para el liderato. Si Fayad se hubiera quedado, probablemente no podría haber ganado unas elecciones por sí solo, pero podría haber llenado la burocracia con futuros contendientes que también fueran reformadores y podría haber llevado a cabo algún tipo de cambio en la cultura de gobierno. En tercer lugar, no queda excluida la posibilidad de que Israel libere a Barguti en alguna clase de intercambio de prisioneros si el Gobierno israelí considera que sería un mejor sucesor que el resto de competidores.
Resulta interesante señalar lo similares que han sido estas historias en los años posteriores a la intifada. Ante la rivalidad entre Abás y Barguti en el debate por la sucesión de Yaser Arafat, el New York Times señalaba en 2004:
Aunque no es seguro que Israel fuera a liberar a Barguti si éste se impusiera en la elección, el hecho sigue siendo que, sea cual sea el resultado, presentará unas opciones muy difíciles a palestinos e israelíes. Si gana pero no es liberado, se consideraría que los israelíes y la Administración Bush estaban privando a los palestinos de elegir democráticamente, algo que han defendido como parte del proceso de capacitación para que los palestinos puedan crear un sistema político democrático y responsable.
En ese caso, Barguti se convertiría en un símbolo de democracia y resistencia palestina, del mismo modo que Arafat encarnaba el movimiento nacionalista palestino.
Si pierde las elecciones habrá, no obstante, dividido el voto, hasta el punto de privar a Abás de una autoridad clara para poder marginar a sus oponentes radicales islamistas, como Hamás y la Yihad Islámica, y para poder negociar con norteamericanos e israelíes un acuerdo duradero desde una posición reforzada popularmente. Y existe la posibilidad adicional de que un tercer candidato, como Mustafá, el primo de Barguti, un activista pro-derechos humanos, pudiera resultar ganador marginal.
Los palestinos siempre han considerado a Abás un poco decepcionante, y Barguti siempre ha supuesto este complejo desafío para la estrategia política israelí. Pero los israelíes también han de sopesar si su preferencia por Barguti vale la liberación de un terrorista. Sus tratos con Arafat pueden haberles convencido de que el mero hecho de que un líder palestino goce de credibilidad suficiente para dirigir no supone que vaya a hacerlo. Es bien sabido que Yitzhak Rabin desechó las dudas respecto a cómo Arafat pondría en fila a su pueblo siempre y cuando lo lograra. Al final, el rais resultó ser un cobarde y los israelíes deben preguntarse si Barguti lo es también.
Todo ello muestra, una vez más, la empinada colina que hay que subir para llegar a un tratado de paz justo y duradero con los palestinos. Depende de la remota posibilidad de que alguien como Abás o Barguti se transforme en un Mandela, o incluso en un Michael Collins. No es imposible, por supuesto, pero nadie recomendaría que contuviéramos el aliento hasta que sucediera.
El verdadero camino a la paz sería una transformación de la sociedad palestina en una que no encumbrara al candidato que matara a más hombres, mujeres y niños inocentes. Y semejante sociedad precisa de un Gobierno que no promueva la violencia y el odio; un Gobierno que proporcione servicios en vez de empleos fantasma; un Gobierno que otorgue poder a su pueblo en vez de subyugarlo y robarle; un Gobierno que permita verdadera competencia política para que la gente tenga opciones, en vez de un espejismo de democracia o de responsabilidades.
Si Marwan Barguti es la mejor opción para suceder a Abás y dirigir el Gobierno palestino, entonces el actual presidente está destinado a no dejar la Autoridad Palestina mejor de lo que se la encontró.
http://elmed.io/barguti-y-la-sucesion-en-la-autoridad-palestina/
Creer que BARGUTI es la major opcion es creer que en su alma entro el alma de MAHATMA GANDI.-