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| viernes noviembre 15, 2024

La Unión Europea y el respaldo al odio hacia Israel


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El antisemitismo en Europa respira y mata. A continuación, la historia de Alan Shatter, hasta hace dos semanas el Ministro de Defensa y Justicia del gobierno de Irlanda. Fue expulsado de su cargo en forma vergonzante y su carrera política aniquilada. La salida de Shatter, judío orgulloso y aportante de Israel, surgió de alguna manera, por asuntos políticos internos.

Pero al indagar en los detalles, se llega a otra conclusión. A pesar de su origen nacional y su postura sionista, Shatter no fue un constante humillado en la prensa, no despertaba tanto odio ni envidia, no fue criticado por sus compañeros de partido ni por el jefe de su gobierno ni recibió polvo blanco en su correo doméstico.

“Apareció algún que otro video por youtube”, sintetizó el asunto la columnista irlandesa Carol Hunt, “que contaban sobre el judío de Irlanda”, sobre Alan Shatter como herramienta de Israel y de los judíos que quieren eliminar a Irlanda. Hace un año, hubo posters con consignas expresando que “Shatter aprendió bien de su patria judía, cómo crucificar niños” y “la influencia judía llevó la ruina palestina a Irlanda”, con el agregado de observaciones que vinculan el antisemitismo con el anti-sionismo. Y hubo otros hallazgos de odio – por eso, no debemos asombrarnos por las fotos nazis y el polvo blanco que fueron enviados en la semana a la familia de Shatter”.

¿Por qué eso no le ocurre a otros políticos? pregunta retóricamente Hunt. “¿Cuándo un ministro católico recibió abominables fotos de la Inquisición por parte de opositores protestantes o laicos? ¿Acaso ellos mismos o sus familiares fueron amenazados con esos métodos, o fueron acusados en los medios como quienes se presentan como víctimas o como quienes pretenden aprovechar los ataques para obtener simpatía pública?”.

Su valiente y tajante conclusión. “Vamos a enfrentar esto directamente. Mientras la mayoría de nosotros, no nos consideramos antisemitas, el judío es y permanece siendo, el otro”. ¿Qué escuchamos en Israel sobre el asunto de Shatter? Nada, y esa es una de las cosas más simbólicas en el tema. Diez días después de su alejamiento, muy lejos de Irlanda, ocurrió el atentado en el Museo Judío de Bruselas. Cualquier europeo dirá que no hay relación entre los sucesos. Cualquier judío dirá que lo hay.

El odio hacia el Israel moderno y complejo, abona el diálogo público en Europa. “El 40% de los irlandeses no ingresarían un judío a sus familias. El 25% no accederían a otorgar la ciudadanía irlandesa a un israelí. Entonces, quizás nosotros, de todos modos, somos un poco antisemitas”, escribió Hunt en Dublín. Qué fácil resulta en un clima de ese tipo, deshacerse de un ministro judío que apoya a Israel.

Casa real y cerveza:

Los fenómenos que Hunt identifica en Dublín, lo sintió en su propia sangre el Profesor Joel Kotek en la capital de Bélgica: “No hay problemas con ser judío en Bruselas”, dice en diálogo telefónico desde la ciudad, también capital no oficial de la Unión Europea.

“El problema aquí es dar vueltas como seguidor de Israel o con una apariencia judía. El clima es difícil. 25% de los habitantes de la ciudad son musulmanes. Muchos de ellos se ocupan de la propaganda antiisraelí y antisemita y creen en ello. Internet está lleno de provocaciones anti judías y anti Israel y en la prensa principal, nunca encontrará información positiva sobre Israel. La cobertura es siempre negativa. En ese clima, quien realiza esa ofensiva es un héroe.”

Como la mayoría de los judíos en Bruselas, Kotek no se sorprendió por el asesinato en el Museo. “Mohamed Marah (el asesino de Toulouse) es popular aquí”. Hace años, fui invitado a visitar la ciudad con un grupo de periodistas. “¿Por qué los organismos de la Unión Europea se ubican aquí?”. Pregunté al representante de la Unión que nos recibió. “No es casual”, me respondió.

“Bélgica se ubica más o menos en el centro de la Europa occidental, entre la rivalidad histórica de Alemania y Francia. Como capital de Bélgica, Bruselas representa bien la idea central de la Unión Europea: el pasado, las tensiones nacionales, las fracciones internas –todo ello queda detrás. Como ciudad en la que grupos poblaciones tan hostiles entre sí, conviven juntos, Bruselas muestra cómo conformar la paz contrariamente a todas las probabilidades”.

Pasaron varios años desde esa conversación. En el transcurso de ellos aprendimos que la ciudad desborda de musulmanes, que sin vinculación a nuestro ser judío existen barrios por los que no se recomienda circular y a pesar de ser vista como una ciudad europea calma, Bruselas está muy lejos que de ser así. Incluso los grupos hostiles se mezclan entre sí en los monumentos que recuerdan el Medio Oriente. Los sistemas de educación de los diferentes sectores son distintos, desde el jardín y hasta la universidad. Los matrimonios mixtos están prohibidos. En el acceso a los sitios de entretenimiento hay una selección de facto, el pluralismo está en transformación.

Crisis políticas azotan ocasionalmente a Bélgica. La última crisis fue especialmente grave y amenazó con romper por dentro la monarquía fragmentada. Por más de un año, los políticos no tuvieron la posibilidad de armar el nuevo gobierno. Uno de los ex jefes del gobierno determinó entonces “Que Bélgica es una entidad artificial que todo lo que la unifica es la Casa real y algunos tipos de cerveza”.

No hubo una oposición más clara a la presuntuosidad de la Unión Europea de borrar las identidades nacionales y la actitud de Bélgica en la práctica. La conclusión fue clara: Si Bruselas es Europa en miniatura, entonces el continente blanco se erige sobre unas patas de gallina. Y para determinar eso, estalló la gran crisis económica, que movilizó a Europa a tal punto del riesgo de partición de la Unión.

Los entonces líderes del continente, Merkel, Cameron y Sarkozy, unieron sus brazos para impedir el colapso de la entidad político-económica, que los votantes no apreciaron. Las sensaciones de bronca popular fueron entonces deprimidas por la presión de la crisis pero estallaron esta semana en las elecciones al parlamento europeo.

Israelofobia:

“La situación económica fue y es pésima”, explica en una conversación, Fiamma Nirenstein, experta en política europea y ex miembro del parlamento italiano. Los locales se cierran, los jóvenes no encuentran trabajo y a ello se le suman los problemas sociales y económicos que generan los inmigrantes. El público acusó a la Unión Europea por crear la crisis y no resolverla y en lugar de mejorar la situación económica, la Unión solo la empeoró.

“La gente sostiene que Alemania otra vez dirige Europa. La crítica no proviene del público intelectual en Francia, Gran Bretaña u otros países, sino de las capas populares. Ellos no obtuvieron respuestas por parte del lado liberal del mapa. Los partidos de centro izquierda no reaccionaron y eso fue un error. Como consecuencia de esa parálisis, muchos pasaron a apoyar la centro derecha”.

Mucho más allá de la política, aparece el esencial aspecto de la identidad nacional. En ese ámbito se crea la unión entre la relación de los judíos e Israel y entre las tendencias profundas en Europa. Entre esas profundas corrientes se encuentra también la relación entre el ascenso de los partidos de derecha en las elecciones a la Unión Europea y el atentado asesino en el Museo judío en la capital de la Unión Europea o el asunto Shatter. “Hay relación, pero no impone una simple señal de equidad entre los partidos nacionales y el odio a los judíos”.

El tema es más complejo, pero no menos peligroso. “La Unión Europea nació como una de las lecciones de la Segunda Guerra Mundial”, agrega Nirenstein, que emigró a Israel

​ y reside en Jerusalén. “El punto de partida de la Unión es la oposición a los estados nacionales y ello genera una oposición automática hacia Israel, cuya esencia es el estado nacional. Pero en las elecciones de la semana, ganaron los “euro-escépticos”, que dudan de la firmeza de la Unión Europea y apoyan el nacionalismo. En oposición a lo que dijeron muchos, esos partidos son diferentes unos de otros. No todos necesariamente son antisemitas.

“En Alemania y Hungría se fortalecieron los neo-nazis, que son antisemitas clásicos, pero frente a ellos, tenemos a Nigel Farage, de Gran Bretaña, que pretende desconectarse de la Unión Europea, no es antisemita. Con respecto a Marine Le Pen, francesa, es aún pronto para saber. Debido a que esos partidos apoyan los estados nacionales, es probable que en esta circunstancia, haya incluso aspectos positivos, desde el punto de vista de Israel. De cualquier modo, no es ese el problema, sino en un arco mucho más amplio, de derecha e izquierda, que padece de “Israelofobia”.

Nirenstein explica: “Si se le pregunta a todo este arco sobre el odio a los judíos, ellos dirán: “Para nada, no nosotros”. Y ellos de verdad están contra el antisemitismo. La principal corriente en Europa lucha contra el clásico odio a los judíos y la negación de la Shoa, imprimiendo la memoria de la Shoa y sus lecciones en la cultura, el cine, el sistema educativo, en los símbolos y los monumentos.

“Es posible decir que tuvimos un triunfo en el quiebre del antisemitismo, pero también obtuvimos un fracaso enorme en la lucha contra la Israelofobia. Los grupos que combaten el antisemitismo hablan con el mismo respiro sobre Israel como estado apartheid, que reprime y conquista a otro pueblo, que perpetra una limpieza étnica y más. Ese es el problema, y afecta a todos los partidos, de derecha e izquierda, inclusive los grupos liberales intelectuales, de algún modo. Ese problema apareció antes de las elecciones al parlamento europeo y se continuó luego. Hay que ocuparse urgentemente de ello y esa es la guerra que debe librarse ahora: la guerra contar la Israelofobia, en todo el arco”.

La respuesta pavloviana:

La Unión Europea como entidad política, de las más fuertes del mundo y como burocracia de gran poder, tiene un rol decisivo en la transformación de Israel en puching ball. La Unión y sus funcionarios son los principales publicistas de la narrativa de la ocupación y la represión. Toda condena de la Canciller europea Catherine Ashton –y hay muchas de ellas – brinda sostén a quienes argumentan que Israel perpetra un genocidio con los palestinos –y de esos también hay muchos.

Ese es el link, esa es la conexión. Esa es la relación que impone a los organismos de la Unión Europea la responsabilidad moral por el asesinato en la capital de Bruselas. Cuanto más crecen las críticas, condenas y ataques contra Israel, así se convierte la vida de los judíos en insoportables y en el extremo de las palabras, aparecen los hechos. En París fue asesinado por efecto de las torturas el joven Ilan Halimi.

En Toulouse, Mohamed Mara asesinó a cuatro judíos. En Bruselas, esta semana, fueron baleados Emmanuel, Mira Riva y dos trabajadores locales. Entre uno y otro, ataques físicos y verbales contra los judíos se transformaron en un espectáculo frecuente en Alemania, Suecia y otros países. No menos importante: encuestas y estudios enseñan que el odio a los judíos retorna en dimensiones que caracterizaron a Europa desde su inicio. Cuando los funcionarios de la Unión, sus financistas y sus periodistas, son acusados de hostilidad hacia los judíos, por supuesto que desvían sus ojos.

La relación hacia Israel, como su respuesta pavloviana, es una crítica legítima y no tiene ninguna vinculación con la relación hacia los judíos. Tal como diagnostica Nirenstein, la Unión Europea desborda antisemitismo. Ambas cuestiones son, de algún modo, separadas y diferenciadas. Pero los europeos pueden responder así debido a que nosotros, es decir, el Estado de Israel, la aceptó. Hasta hace poco tiempo, Israel no intentó siquiera vincular entre antisemitismo e Israelofobia.

Los voceros de Israel, inclusive el Primer Ministro, para la Cancillería y la campaña de esclarecimiento, respondieron de forma puntual a los reiterados ataques sobre el tema palestino. Incluso si así lo pensaron -y en conversaciones cerradas quedó claro que fue así- no se atrevieron a expresar en público que la acusación contra Israel de apartheid, genocidio, limpieza étnica, represión y ocupación, se vincula al puro odio hacia los judíos.

Los europeos distinguieron entre el odio a los judíos y el odio hacia Israel. El estado de los judíos, como generalidad, adoptó esa separación. Solo esta semana, a partir del ataque en Bruselas, el Primer Ministro llamó al bebé por su nombre. “Ese acto asesino” es consecuencia de la provocación ininterrumpida contra los judíos y su estado. Sobre el suelo europeo, se siguen escuchando mentiras contra el Estado de Israel, absteniéndose en forma sistemática de los delitos contra la humanidad y las matanzas que se cometen en nuestra región.

“Hay factores en Europa, apurados por condenar la construcción de una vivienda en Jerusalén, peo no se apuran a condenar o lo hacen livianamente, la matanza de judíos aquí o en la propia Europa e incluso peor que eso, celebran las uniones con un organismo terrorista como Hamas, que llama a la aniquilación de Israel. Nosotros nos pronunciamos contra esa hipocresía, nosotros continuaremos diciendo la verdad sin pausa”, dijo Netanyahu al otro día del atentado.

“Los factores en Europa” son por supuesto, la Unión Europea en su nombre. Los ataques y la provocación en nuestra contra y contra los judíos en Europa, atraviesan por debajo de nuestro radar. Ya hace tiempo que cerramos los ojos ante la profanación de cementerios en Europa, de la provocación en los medios contra Israel y de los ataques violentos contra judíos.

Ma’ariv

CIDIPAL

 
Comentarios

Y la ceguera de los líderes europeos es tal que siguen impávidos a la invasión musulmana a Europa.

Van a terminar matando a todos los judíos y después a los cristianos.
¡Qué despierten Urbano II, Ricardo C-de-L, San Luis, F. Barbarroja, los reyes francos, y después don Juan de Austria y la Invencible Armada! Pero, como eso es utopía, nos conformamos con que en USA haya un mandatario occidental.
Saludos, JEV

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