Se le ordena a Aarón que encienda las candelas de la Menorá y la tribu de Levi es iniciada en el servicio en el Santuario.
Es instituido el segundo Pesaj en respuesta a la petición de un grupo de judíos que se vieron imposibilitados de traer la ofrenda de Pesaj en su momento adecuado a causa de que se encontraban ritualmente impuros.
Di-s instruye a Moshé acerca del procedimiento a seguir en sus viajes y al acampar y la orden de marchar desde el Monte Sinaí donde estuvieron acampando durante un año.
La gente estaba insatisfecha del “Pan del cielo” (el man) y le reclamaron a Moshé que les diera carne. Moshé designó a 70 ancianos sobre los que puso algo de su espíritu para que lo asistieran con la carga de gobernar al pueblo.
Miriam es castigada con lepra por hablar negativamente acerca de Moshé. Moshé ora por ella y toda la comunidad esperó siete días hasta que fue curada.
CLAMOR
“Cuando viniereis en guerra en vuestro país contra el enemigo que os oprima, tocaréis con la trompeta, y seréis recordado ante el Eterno, vuestro Di-s, y seréis salvados de vuestros enemigos” (Números 10:9)
Cuando nuestros enemigos nos oprimen, cuando nuestro propio enemigo nos persigue, cuando estamos, como se dice normalmente, “bajoneados”, tenemos un recurso infalible: Hacer sonar las trompetas, hacer escuchar nuestro clamor, elevar nuestra voz al Creador y decirle: “Míranos, somos Tus hijos, estamos angustiados pues el enemigo nos oprime. Que nuestra salud… Que la parnasá… Que no hay trabajo… Que la klitá… Que (pongan lo que quieran)…”. Y nuestro clamor, nuestras trompetas, nuestra tefilá, seguro que será escuchado y nuestro pedido hallará pronta respuesta.
Desear el deseo
“La multitud entre ellos empezó a sentir un fuerte deseo y los hijos de Israel lloraron una vez más, diciendo: ¿Quién nos dará de comer carne? Recordamos el pescado que comimos en Egipto sin pagar nada… pero ahora nuestros cuerpos están secos, no hay nada, no tenemos nada más que el Maná frente a nosotros”. (Números 11:4-6)
Pregunta:
Como es sabido, el Maná que caía del cielo podía adoptar cualquier tipo de sabor que uno quisiese (ver Rashi, comentario a Números 11:5), sólo bastaba con imaginarlo y listo. Si es así, ¿por qué entonces el pueblo judío tenía un fuerte deseo de comer carne? ¿Acaso no podían simplemente desear que el Maná tuviese sabor a carne y eso habría sido suficiente?
Respuesta:
Existe una diferencia fundamental entre el reino vegetal y el reino animal. En los vegetales hay “fuerza de vida”, ellos crecen, se desarrollan, es decir, están vivos, pero, a diferencia del mundo animal, no hay en ellos una “fuerza del deseo” (tahavá) tan grande. Es por eso que en general, si analizamos una planta cualquiera, veremos que esta no se mueve de su lugar, es decir, no “corre” detrás de sus deseos. La “fuerza del deseo” en cambio, se encuentra fuertemente en los animales.
Ahora bien, el hecho de comer carne animal dicen nuestros Sabios, hace que aumente dentro de nosotros la tahavá (el deseo), hace que se despierte por así decir nuestra “parte animal”. De esta manera, ellos establecieron que una persona que no tiene Torá, no debe comer carne, ya que no tiene un antídoto (la Torá) para contrarrestar este deseo excesivo que ahora se encuentra dentro de él, producto de la ingesta de carne animal (ver Talmud, Pesajim 49b).
Por otra parte nuestros Sabios explican que el Maná era un alimento totalmente espiritual (ver Talmud, Ioma 75b), tanto así que era completamente absorbido por los órganos del cuerpo, sin generar ningún tipo de residuo. Este alimento espiritual estaba en un nivel aún más elevado que los mismos vegetales, y por lo tanto, no había en él ningún rastro de “fuerza del deseo” que pudiera aumentar la tahavá (el deseo) de aquellos que lo ingerían.
Por esta razón, después de comer Maná, el pueblo judío perdió incluso el deseo de comer, y sólo seguían comiendo porque intelectualmente sabían que sin la comida morirían, pero cualquier aspecto agradable del consumo de alimentos había desaparecido por completo.
Y esta fue precisamente su queja, «Es cierto que disponemos de un alimento que puede adoptar el sabor de casi cualquier cosa, ¡pero hemos perdido el deseo de comer!, ingerir alimentos ya no es un experiencia agradable, sino más bien una ardua tarea».
El Meshej Jojmá (Rav Meir Simja Hakohen de Dvinsk) va un paso más allá y explica que ellos no deseaban la carne en sí, sino que deseaban el deseo mismo, el hecho de «sentir el deseo”, es decir, querían la «fuerza del deseo» que estaba contenida en la carne. Esto queda en evidencia si analizamos el versículo en el hebreo original, ya que está escrito hithavú tahavá, literalmente ‘ellos desearon un deseo’
La razón más profunda de esto es que no es gran cosa ser buena persona y actuar correctamente cuando no hay ninguna tendencia negativa que te empuje en la dirección contraria. Dios creó el Ietzer Hará (nuestra tendencia negativa) precisamente para ponernos a prueba y que de esta manera nos desarrollemos como personas. El pueblo judío estaba pidiéndole carne a Dios para recuperar su tahavá y así poder seguir creciendo espiritualmente, ellos estaban pidiéndole que devolviera por así decir, los desafíos espirituales a sus vidas.
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