El pasado martes, 10 de junio de 2014, el Parlamento israelí eligió a Reuven Rivlin, histórico miembro del Likud, como nuevo presidente del Estado de Israel. Jurará su cargo el próximo 24 de julio, día en que comenzará la jubilación de Shimón Peres y se cerrará un capítulo de la historia de Israel.
Pasadas 24 horas de su elección ya se había escrito sobre todos los aspectos de la vida de Rivlin: de profesión abogado, su apodo es Rubi; es vegetariano, amable y emotivo; considerado un halcón, es miembro de una prominente familia sionista, de la séptima generación nacida en Jerusalén -excepto Isaac Navon, todos los demás presidentes han nacido en la Diáspora-, así como un forofo del Betar Yerushalayim desde los siete años; y, lo que dará mucho que hablar, no se lleva especialmente bien con Netanyahu. Uno de los proyectos de Bibi en los últimos años ha sido intentar abolir la presidencia del Estado, y pese a que votó por Rubi para el puesto y ha dicho que no hay mala sangre entre ellos, el principal detractor interno de las políticas de Netanyahu fue Rivlin y, además, desde su posición como portavoz del Parlamento.
Sin embargo, lo que ahora merece la pena destacar de Rivlin es su pensamiento político y lo que su elección como presidente supone para Israel.
Rivlin, como la mayoría de los miembros del Likud, es hijo político de Menahem Begin. En este sentido, desconfía de la creación de un Estado palestino, ya que considera que la devolución de los territorios de Judea y Samaria no traerá la paz a Israel, sino que mostrará debilidad y propiciará más hostilidad por parte de los grupos terroristas palestinos; ciertamente, la desconexión de Gaza, respecto a la cual Rivlin estuvo fuertemente en contra, ha demostrado que devolver territorios a los palestinos, hasta ahora, no ha traído precisamente la paz. Definido por The Economist como un “demócrata al estilo antiguo”, al igual que Begin, ha luchado por la igualdad de derechos entre judíos y árabes israelíes. Famosa fue su visita en 2009 a la ciudad árabe de Umm el Fahem, donde dejó patente a sus ciudadanos que eran parte de Israel y además declaró:
La Knéset los representa también a ustedes, al igual que representa a todos los demás ciudadanos, judíos, árabes, beduinos, drusos, sean de donde sean.
Y famosas han sido también sus airadas condenas contra los cánticos antiárabes de la hinchada del equipo de fútbol de sus amores, el Betar. Este compromiso de Rivlin se hizo más evidente cuando fue protagonista, como portavoz del Parlamento, de uno de los momentos más tensos que se recuerdan en la Cámara: ante la petición de muchos diputados, sobre todo del Likud, de expulsar de la Knéset a la diputada árabe-israelí Hanin Zoabi, que había participado en la tristemente famosa Flotilla de la Libertad, Rubi desoyó los consejos de sus colegas que formaban el Comité de Investigación sobre el asunto. Dijo, a propósito de la polémica:
Los árabe-israelíes son nuestro único puente hacia la coexistencia pacífica.
No obstante, lo más interesante de Rivlin es el momento histórico que marca su elección. Con la muerte de Ariel Sharón y el fin del mandato de Peres, los padres fundadores, esa generación mítica de líderes sionistas que fundaron el Estado de Israel, se traslada definitivamente a los libros y a los museos. Peres es el último de ellos; por eso, ahora más que nunca, cobra sentido la frase que pronunció el Día de Recuerdo del Holocausto en 2012:
El Estado que hemos creado ha superado todos nuestros sueños.
Rivlin da paso a la siguiente generación que deberá enfrentarse a diferentes desafíos y habrá de afrontar nuevos retos para la sociedad israelí. A tenor de ello, Rubi fue honesto en una entrevista del año 2010: “Tenemos mucho que mejorar, pero también debemos estar orgullosos de lo que hemos logrado hasta hoy.” Sin embargo, la lucha diaria por la existencia, tan acuciante en las primeras décadas del Estado, ya no es el principal objetivo. Actualmente, procede, entre otros asuntos, consolidar el final del statu quo, llegar a una coexistencia pacífica con los palestinos y los países vecinos, poner fin a la amenaza nuclear iraní, seguir potenciando a Israel como referente mundial en la innovación tecnológica y continuar con el desarrollo político de la democracia israelí, la única que hasta ahora puede llamarse así en Oriente Medio.
Pese a que el Presidente de Israel es una figura representativa, sin poder ejecutivo alguno, Rivlin comienza, simbólicamente, la segunda fase del proyecto sionista. Es testigo de una nueva camada que tiene el turno de continuar con el sueño que ha costado más de dos mil años hacer realidad. Y, para ello, debería hacerse eco del modus operandi de su predecesor, Shimón Peres, quien en una de sus más inspiradoras citas dejó claro en qué consistía aquél:
Para mí, soñar es simplemente ser pragmatic.
Usar la palabra soñar es muy romantico, pero uno no sueña lo que quiere soñar, mientras esta dormido. Es soñar despierto, y para soñar despierto hay que fijar pautas, «que es lo que queremos», en politica es mas complejo, no es lo que soñamos para c/u de nosotros sino para el pais, para las futuras generaciones, pero con las mentes muy claras, los sentidos en perfecto orden,y los pies amarrados a la tierra, y con una realidad palpable.- Anclados en una realidad mundial.-