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| viernes noviembre 15, 2024

Los judíos ultraortodoxos se suben al tren tecnológico israelí


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Nissim Hazan presenta CleanCity, ganadora de una competencia de empresas nuevas de tecnología. Jerusalem Venture Partners

TEL AVIV—En medio de un boom tecnológico en Israel, el gobierno y muchas de las mayores empresas del sector intentan cerrar una brecha entre aquellos que escriben JavaScript y los que leen la Sagrada Escritura.

La industria de defensa israelí y su pequeño mercado interno se han unido para ayudar al país a convertirse en un actor importante en el sector tecnológico a nivel mundial. Eso ha dado lugar a un conjunto de startups, emprendedores y una ola de acuerdos, así como financiamiento de capital accionario y de riesgo, que ha transformado a Tel Aviv en uno de los centros tecnológicos más prometedores.

No obstante, una parte grande, y de rápido crecimiento, de la población israelí se ha quedado al margen: los judíos ultraortodoxos, o jaredíes.

«Hasta hace un par de años, los ultraortodoxos no tenían lugar en el país de startups», dice Yitzik Crombie, fundador y presidente ejecutivo de iSale Global, una firma jaredí que ayudó a crear hace poco el Foro de Alta Tecnología Jaredí, una organización sin fines de lucro.

El mes pasado, el principal científico del Ministerio de Economía, Avi Hasson, presentó dos iniciativas: 200 horas de asesoría gratuita ofrecidas a emprendedores jaredíes y un nuevo programa con financiación estatal para startups ultraortodoxos de hasta 2 millones de shekels (unos US$578.200).

La financiación va a las mismas startups: por cada shekel que obtienen de un inversionista no gubernamental pueden conseguir 5,6 shekels (alrededor de US$1,61) del gobierno, como una inversión o préstamo que se puede devolver como un porcentaje de ingresos futuros. «Más empleados jaredíes en tecnología significa más empleados de tecnología y más innovación», dijo Hasson en una entrevista.

Auspiciados por el gobierno, los programas que apuntan a los jaredíes ofrecen estudios en ciencias de la computación, ingeniería y biotecnología desde hace cinco o seis años. El gobierno ofrece un préstamo que equivale al total de la matrícula para hombres jaredíes que fueron aceptados en programas de estudios académicos científicos. Al graduarse, el préstamo se convierte en una beca que el destinatario ya no tiene que devolver. El gobierno israelí también ofrece subsidios para empleados que contratan nuevo personal jaredí.

Empresas como el proveedor de servicios de tecnología de la información Matrix IT Ltd. y la empresa de semiconductores y servicios de desarrollo de software RaChip Ltd. aprovechan las tasas relativamente altas de empleo de mujeres jaredíes —69% de mujeres jaredíes de entre 25 y 62 años tenían trabajo en el primer trimestre de 2014— para ofrecer servicios de desarrollo y seguridad de calidad.

Estas empresas les brindan a las mujeres un ambiente de trabajo del mismo sexo, una conexión de Internet censurada que bloquea el acceso a sitios web considerados no éticos según la ley rabínica, y una jornada laboral relativamente corta —según los estándares de la industria tecnológica— de ocho horas, para ayudarlas con el cuidado de sus hijos.

Estas compañías ya emplean a miles de mujeres jaredíes que ofrecen apoyo y servicios de tecnología. Los salarios bajos y los subsidios les permiten competir con servicios de tercerización de India, Rusia y Europa del Este.

Sin embargo, los hombres jaredíes han tenido más dificultad para ingresar al sector tecnológico. Una encuesta reciente realizada por la Comisión de oportunidades laborales equitativas del Ministerio de Economía muestra que 37% de los empleadores del país no quieren contratar a hombres jaredíes.

Durante más de una generación, la población ultraortodoxa de Israel, en especial los hombres, permaneció principalmente en casas de estudio, seminarios y sinagogas. Sólo 45% de los hombres israelíes jaredíes de 25 a 64 años tenían un trabajo en el primer trimestre de 2014, según el Ministerio de Economía .

Los jaredíes representan alrededor de 12,5% de los ocho millones de habitantes de Israel, frente a 9% hace una década, según datos del Centro Taub de Estudios de Políticas Púbicas en Israel. Las tasas de pobreza en la comunidad aumentaron desde 44% a 57% en la última década.

Moshe Friedman, fundador de Kamatech, una organización sin fines de lucro que busca convertirse en un puente entre la población jaredí y el sector tecnológico israelí, cuenta que tuvo que recaudar dinero para su startup de video en Londres luego de fracasar en el mercado de inversión israelí. «Los inversionistas locales me dijeron: ‘Ningún fondo de capital de riesgo invertirá jamás en una startup jaredí’. Fui testigo de lo difícil que es para un ultraortodoxo ingresar en el ecosistema», dice Friedman.

Sin embargo, recientemente hubo algunas señales de progreso. La startup de Crombie, iSale, que desarrolla una aplicación móvil para vendedores, ahora tiene cientos de clientes. Otra empresa nueva, Selfpoint, se sumó hace poco al programa de acelerador de Microsoft, MSFT +0.58% parte del esfuerzo global del gigante tecnológico por apadrinar startups.

 
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