En enero de este año el Presidente de Israel, Shimón Peres, destacó en una conferencia que reunió a todos los embajadores de Israel en el exterior, que: “El Estado de Israel no puede depender sólo de la seguridad; Israel necesita también de la diplomacia, y el papel del Ministerio de Relaciones Exteriores es el de empujar hacia un acuerdo de paz”. En paralelo con estas declaraciones, es muy clara la inserción de Israel en los procesos de globalización que caracterizan el panorama internacional, así como su activa participación en el comercio externo, en los mercados financieros internacionales y en organismos multinacionales como la OECD, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para citar sólo algunos de ellos.
En ese contexto, son cada vez más notorias las preocupaciones referidas al creciente aislamiento internacional que amenaza al país, en caso de continuar con su política actual con respecto a los territorios ocupados, y en las consecuencias negativas de ese eventual aislamiento. Pero frente a estas preocupaciones se multiplican las afirmaciones -desde el gobierno- de que no se debe esperar nada del exterior. Así, el 14 de junio, en una declaración del Primer Ministro a raíz del desgraciado secuestro de 3 adolescentes israelíes, se finalizaba señalando: “Una y otra vez hemos descubierto que podemos depender sólo de nosotros -de las Fuerzas Armadas, de los servicios de seguridad y de vuestra fuerza espiritual- soldados y ciudadanos de Israel”.
Estas ambivalencias pueden parecer chocantes, aunque constituyen la atmósfera natural dentro de la cual se desarrolla la vida de la sociedad israelí, que se debate entre una fuerte vocación internacionalista (junto a un decidido sesgo consumista), y un instintivo temor a cualquier amenaza externa, ancestralmente instalado en la conciencia colectiva pero sabiamente alimentado y amplificado hoy en la mayoría de los medios. En estas circunstancias, vale la pena analizar los niveles de vinculación de Israel con el exterior, aunque más no sea que de forma somera y con énfasis en los de carácter económico, así como el grado de necesidad -y de conveniencia- de mantener y hasta de ampliar esos vínculos.
La conocida escasez de recursos naturales en el país -que no alcanza a ser paliada por los recientes descubrimientos de yacimientos de gas natural en las aguas territoriales- condiciona significativamente a la economía israelí y la orienta a relacionarse con el exterior para importar los insumos, bienes de capital y bienes de consumo que requiere el mantenimiento de un creciente ritmo de producción.. En consecuencia, le es preciso a la economía israelí generar las exportaciones que puedan financiar esas importaciones, cuyo volumen crece cuanto más aumentan las demandas de una población en aras de un creciente nivel de vida
Esta dependencia del comercio exterior, requisito imprescindible para mantener y elevar la calidad material de vida de la sociedad israelí, bastaría quizás para ejemplificar la necesidad de la existencia de muy fuertes lazos del país con el exterior. Pero cabe agregar a ello que, de manera sistemática a lo largo de los años, la balanza comercial Israel ha sido negativa, es decir, que sus importaciones han superado permanentemente a sus exportaciones. Y esto se ve agravado por salidas netas de recursos, correspondientes principalmente a pagos de intereses al exterior.
Este déficit sólo ha podido contrarrestarse con una corriente positiva de transferencias de recursos, constituidos en parte por las llamadas reparaciones de Alemania, en parte por asistencias gubernamentales (especialmente de los EEUU) y en parte por donaciones del exterior. Sin ese conjunto de transferencias, que en los últimos años han conformado un ingreso neto de recursos que supera los 8 mil millones de dólares anuales, Israel hubiera debido de enfrentar problemas en el sector externo similares a los que durante muchos años han afligido a la mayor parte de los países latinoamericanos.
Israel se precia, con razón, de sus avances en materia de alta tecnología, con cuyos desarrollos suple desde hace varias décadas -y en particular desde hace poco más de 20 años- su ya mencionada carencia de recursos naturales. Esos avances han permitido modificar dramáticamente la estructura productiva y de exportaciones del país, de tal forma que las exportaciones de bienes y servicios de los sectores de alta tecnología constituyen, hoy por hoy, más del 40% del total de las exportaciones. Pero es conveniente recordar aquí la importancia que han adquirido, en particular en los sectores de alta tecnología, las empresas transnacionales instaladas en el país. En un documento publicado recientemente por el Instituto Samuel Neaman del Tejnión, se discuten los pro y los contra de esa actividad. (1)
En todo caso, el mantenimiento y el avance de los procesos de innovaciones productivas, que se traducen en productos y servicios exportables y que pueden contribuir, de manera significativa, al incremento del bienestar material de la población (habida cuenta de que los frutos de esos procesos lleguen a todos los sectores), depende de forma crucial de una continua actividad de investigación y desarrollo -conocida generalmente como R&D por sus siglas en inglés. Israel encabeza la lista de países en términos del gasto de recursos en R&D, como porcentaje del Producto Interno Bruto, con valores cercanos al 4,5% en los últimos años, de acuerdo a datos del Banco Mundial.
Pero es interesante mostrar la estructura de ese gasto en Israel, donde el 80% de las actividades de R&D se llevan a cabo por empresas privadas, el 13% por instituciones de educación superior, el 4% por el gobierno y el 3 % por instituciones privadas sin fines de lucro; de acuerdo esa estructura, Israel es el país donde es mayor el porcentaje de R&D llevado a cabo por el sector privado (en los EEUU, Francia e Inglaterra, por ejemplo, ese porcentaje oscila alrededor del 60%) . Es preciso indicar, además, que las actividades de R&D que llevan a cabo en Israel las empresas del sector privados se financian en más de un 50% con recursos provenientes del exterior, mientras que en el resto de los países de la OECD ese porcentaje es igual o inferior al 25%.(2)
Finalmente, es de todos conocida la vinculación que en materia de seguridad Israel mantiene con varios de sus aliados. Pese a los eventuales desacuerdos entre gobiernos, que en ocasiones están bordeando los límites de lo “diplomáticamente correcto” (o de lo “políticamente correcto”), EEUU continúa manifestando públicamente su apoyo a Israel y provee, año con año, poco menos de 4 mil millones de dólares en ayuda militar, a lo cual cabe agregar el permanente intercambio de informaciones entre los organismos militares y de inteligencia de ambos países, y el acceso a avanzadas tecnologías militares (piénsese por ejemplo lo que significa para las Fuerzas Aéreas de Israel el acceso al “hardware” americano en esa materia). Las fuerzas navales de Israel se han beneficiado también de los acuerdos entre el país y Alemania, en materia de provisión de naves submarinas, y la lista seguramente puede ser más larga.
En resumen, la interdependencia (usando esa expresión para evitar el posible tinte peyorativo del término “dependencia”, aunque pueda ser más apropiado) entre Israel y el resto de las naciones se manifiesta en múltiples planos: a) Israel requiere, sí o sí, del comercio internacional para poder mantener y acrecentar el nivel de vida de su población; se trata de un requisito necesario y al cual, por lo tanto, el país no puede renunciar; b) en el mismo orden de cosas, los flujos internacionales de recursos que llegan al país bajo la forma de ayuda técnico-militar, como donaciones de las comunidades de la diáspora, como recursos que financian el desarrollo de investigaciones, etc., resultan vitales para elevar la calidad de vida de la población; c) el desarrollo tecnológico y su contraparte productiva y de exportación, que dinamizan en gran medida el crecimiento económico del país, están cada vez más asociados a la actividad de filiales de empresas multinacionales establecidas en el país; d) la capacidad militar del país es una construcción propia, pero el apoyo de los aliados en términos de material y de vinculaciones estratégicas es esencial para mantener en forma su capacidad de defensa.
Todo este tipo de elementos forma parte de la cadena de relaciones -económicas, sociales, políticas, culturales- que enlazan a Israel con la comunidad internacional; y una parte significativa de los elementos de esta cadena corren el riesgo de debilitarse, con la continuidad de las políticas de este Gobierno, dispuesto al parecer a elegir el dogmatismo frente a lo racional. Y esto es lo que, desgraciadamente, justifica las preocupaciones referidas al creciente aislamiento internacional que amenaza a Israel.
Ciertamente, en el país existen suficientes problemas internos que requieren atención: no se justifica el mantenimiento de los niveles de pobreza existentes, en una economía como la israelí, ni se puede desconocer la creciente desigualdad de la riqueza y de los ingresos; la educación, uno de los puntales básicos para construir una sociedad libre y unida, adolece de graves problemas que no están siendo adecuadamente atendidos; es imperativo establecer una clara separación entre el Estado y la religión.
Pero todo ello está opacado, en el corto plazo, por la necesidad de decisiones vitales en términos de paz y convivencia regional, por la urgencia de evitar que el dogmatismo y la soberbia superen a la razón. Esa necesidad y esa urgencia sí dependen de nosotros, pero no estaremos solos; estaremos acompañados por la solidaridad internacional, que también importa y a la cual no podemos, no debemos renunciar.
(1) Daphne Getz, Eran Leck and Vered Segal “Innovation of Foreign R&D Centres in Israel:
Evidence from Patent and Firm Level Data” Samuel Neaman Institute for Advanced Studies in Science and Technology Haifa, April, 2014
(2)Todos esos datos están tomados de OECD “Science, Technology and Industry Scoreboard 2013: INNOVATION FOR GROWTH” 2013
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