Me duele confesar que desde el primer momento que secuestraron a los jóvenes en Israel sentí que iban a pagar con sus vidas el objetivo de los dirigentes palestinos de desatar una tercera Intifada. En el juego diabólico del vale todo, tan conocido en los sistemas totalitarios y sanguinarios de utilizar a las personas que consideran enemigas en la presa de tortura, vejación y muerte, todo está permitido. La vida es un bien de cambio cuando hay ganas de pactar con la vida y no con la muerte, cueste lo que cueste.
La cobardía de los necios no tiene límite. Esta desgracia me hizo pensar en la mentalidad de los violadores de menores a los que endulzan sus miedos para decirles que ellos son sus protectores; a los torturadores del Proceso Argentino cuando violaban a las mujeres en cautiverio y les robaban a sus hijos para hacerles lavado de cerebro; a los nazis cuando como Mengele hacían experimentos con ellos; a los chicos que son buscadores de minas y pagan con sus miembros amputados sus incursiones para abrir caminos a lo que llaman líneas defensivas; al millón y medio de niños judíos asesinados por la bestia exterminadora hitleriana para terminar con la raza judía sobre la Tierra; a los niños palestinos que se mezclan entre los terroristas árabes para después lucrar ante el mundo. Un mundo que proclama que el ejército israelí es inhumano al atacar a sus chicos sacrificados, por ellos mismos, para defenderse y llamar la atención; a los menores que trabajan ilegalmente para comer y sobrevivir; a los chicos y jovencitas que son robados para ejercer la prostitución y ser explotados con requisamiento de sus documentos para someterlos a la esclavitud del negocio de la explotación infantil; a los que utilizan a estos pequeños para el tráfico de droga que al ser menores tiene la protección por su poca edad; a las niñas nigerianas cristianas que por serlo hay que convertirlas y casarlas a temprana edad para usar el cuerpo y no la mente. En fin, la espantosa lista del costo de ser niño o joven hoy, frente a la desidia, el comercio humano, los intereses políticos y comerciales donde la vida es nada frente a lo que se llama dinero y negocios para enriquecerse vilmente.
Esos tres jóvenes israelíes vivían en una zona de riesgo, lo que no implica el derecho que se han tomado de asesinarlos. La represalia será cruel como lo que pasó y los súbditos de las filosofías baratas de comités y aulas darán su explicación: “Cuando el ejército israelí entra a las aldeas árabes arrasan con todo” Cosa que no es verdad. Lo que no dicen los teóricos de los derechos humanos es que un soldado cumple dos funciones: o mata o lo matan y los opositores a la existencia del Estado de Israel no hicieron un curso de caballerosidad para tratar a los israelíes ya que sólo están adiestrados para matarlos.
El asesinato de estos tres chicos es un acto de cobardía, como atacar un cementerio o a un viejo indefenso. El recuerdo de tragedias crueles sin parangón en Israel de parte de los terroristas árabes es infinito. El mundo debería conocer los lugares en los que se rehabilita a los heridos, el alto costo que significan para el estado y la desmoralización de esos soldados. Y a pesar de todo esto hay cientos de grupos de árabes y de judíos que trabajan en pos de la Paz.
Esos tres chicos no eran moneda de cambio sino sinónimo de venganza y advertencia de que sus territorios no se ganan en los acuerdos entre ambas partes beligerantes sino que se pretenden con el crimen y el odio.
Tres vidas truncadas.
Seguramente hay fiesta en el otro lado de la frontera israelí porque quedan tres judíos menos y en Israel la pena ha tapado el sol de primavera y la gente ya no idealiza más un acuerdo con los árabes
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