Nof Ayalón. En esta pastoral localidad del centro de Israel, la brisa no alivia el asfixiante calor. Debido a las personalidades que vienen a dar el pésame, su casa está rodeada de guardaespaldas. Entramos. Nos dirigimos al jardín. Varios ventiladores refrescan la multitud. En el centro de las miradas y palabras, ella. Rachel Frenkel. Más delgada de lo que parece en televisión. Tiene 45 años. Madre de siete hijos. Naftali era el segundo. Pese a todo, sigue creyendo (y mucho) en Dios. En su entorno, dicen, la fe no se ha reducido. Que Dios siempre hace lo que cree mejor. «A veces no le entendemos», puntualizan.
«Naftali me envió un sms diciéndome que venía a casa… y desapareció». Rachel tiene razón. Su hijo desapareció a las 22.20 del jueves 12 de junio. A la misma hora que arrancaba el Mundial de Brasil moría el joven de 16 años que tanto amaba el deporte. No sufrió ya que fue tiroteado en el coche poco después de ser secuestrado por un comando palestino. Su último viaje fue breve. Pensar que Naftali no sufrió alivia a su familia hundida en el dolor.
El hallazgo el lunes del cadáver de Naftali, Gilad Shaer (16) y Eyal Yifraj (19) acabó con 18 días de incertidumbre familiar y nacional. La desaparición de Naftali ha posibilitado la aparición de su madre ante Israel. Frenkel perdió el abrazo de su hijo pero ganó el de ocho millones de habitantes impactados por su asesinato. Y en medio de tanta atrocidad, de tanto odio, esta madre coraje intenta poner paz y cordura.
‘Siempre tuvo carisma’
Rachel está sentada en el mismo lugar donde recibió la noticia de la que cualquier madre en el mundo huye. Ahora es el turno del pésame de familiares, amigos y desconocidos que ansían por verla y escucharla. Alguien se acerca a darle ánimos. A su lado, su marido, Avi. El hijo más pequeño tiene cuatro años y pregunta por qué Naftali aún no ha vuelto. «Cada hermano reacciona de forma diferentes según su edad y personalidad. Estamos unidos», comenta a Crónica la hermana de Rachel, Ittael. Nadie la conoce mejor. «Siempre tuvo carisma y una gran personalidad pero incluso a mí me ha sorprendido. ¿De dónde saca fuerzas? Es la educación que recibimos en casa de honestidad y de fe».
De cerca, Rachel impresiona. En la pantalla, te atrapa. Cuando calla, es admirada. Cuando habla, es aplaudida entre lágrimas. No parece que aún sea consciente de su conversión a símbolo de Israel. Un país tan fragmentado a nivel confesional, ideológico, social y étnico necesitaba una figura como esta madre pelirroja que desde su profunda religiosidad ha conquistado los corazones laicos. Frenkel daría lo que fuera por seguir siendo «sólo» una experta y conferenciante de la Halajá (ley religiosa judía) y no la conocida voz que une por momentos a izquierdistas y derechistas, religiosos y laicos, israelíes y árabes, musulmanes y judíos. Preferiría estar con su Naftali, y no con los micrófonos de televisión.
«Desgraciadamente, han tenido que asesinar a su hijo para que Israel la descubra», lamenta una vecina.
El jardín de Rachel está abarrotado. Ministros, generales, diputados, inspectores de la policía, ex jefes de los servicios secretos, rabinos y habitantes de todos los rincones del país vienen en esta semana de duelo. Incluso en su momento de mayor oscuridad, Rachel es la principal luz en el jardín. «Es una mujer muy fuerte. Hemos venido de Ashkelón para animarla pero ella nos ha animado a nosotros diciendo que es una privilegiada por el cariño de todos y porque Naftali no sufrió muchos días sino que murió esa misma noche», cuenta Shiran. Desde la desaparición de los tres adolescentes tras hacer autostop cerca de su academia religiosa en un asentamiento de Cisjordania hasta días después del entierro, Frenkel no deja de sorprender.
Convertida en la portavoz de las familias, nunca mostró pesimismo, odio o ganas de venganza. Sólo rezos y buenas palabras. En contra de la recomendación de Exteriores, viajó a Ginebra para hablar de Naftali ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tres horas de vuelo para dos minutos de intervención. En un foro considerado por su Gobierno como «hipócrita y hostil hacia Israel», habló como madre.
Es verdad, nadie se acercó a Frenkel tras el discurso. Pero la escucharon. «Por mi hijo estoy dispuesta a ir hasta el fin del mundo», comentó ese día. Cuando acudió al Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, animó a unos niños destrozados por el secuestro: «Sabemos que les puede pasar lo peor pero prometedme una cosa; pase lo que pase, os mantendréis unidos».
Consciente de que los tres estudiantes pertenecían a un mismo sector (religioso), Frenkel logró que todo el país se uniera a sus rezos. Por eso, el multitudinario acto a favor de su liberación se realizó en el corazón de la mayoría laica: la Plaza Rabin de Tel Aviv. «Es un encuentro emocionante de amor y unidad. Estén donde estén, los chicos saben que es imposible que nos rindamos. El amor que sentimos aquí les hace vivir allí», proclamó esta madre dos días antes del hallazgo de los cadáveres escondidos bajo rocas en un descampado en la zona de Hebrón.
En esa manifestación, Frenkel demostró su personalidad. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, y otros dirigentes de la derecha criticaban duramente al presidente palestino Abu Mazen por su pacto con Hamas, al que consideran responsable del asesinato. Frenkel, sin embargo, dijo a la nación: «Valoramos mucho que el presidente de la Autoridad Palestina y el alcalde Hebrón dejen a un lado el conflicto y hayan pedido la liberación de los chicos».
En el jardín de los Frenkel puedes tropezarte estos días con el ministro de Exteriores o el pecoso amigo de Naftali. La comunidad de Nof Ayalón se ha movilizado para ayudarles. «Le gustaba mucho tocar la guitarra, el baloncesto… Era un buen chico», recuerda con emoción Ittael que estuvo con Rachel cuando la informaron del hallazgo del cadáver. «Fue muy duro pero supo encontrar una luz a la que aferrarse. En estos 18 días fuimos muy realistas pero también mantuvimos la esperanza. Siempre confiamos que volverían a casa aunque sabíamos que había otras opciones».
En el funeral, Frenkel enseñó otra faceta: pionera del feminismo en la ortodoxia judía. Ante el cuerpo de su hijo Naftali leyó el Kaddish, la bendición en memoria del familiar fallecido que tradicionalmente es reservada al hombre. Las 72 palabras en arameo provocaron miles de comentarios. En la comunidad ortodoxa no es habitual. Transmitido en directo por los medios, es el Kaddish femenino más visto en la historia.
‘Dios os eligió’
El Gran Rabino de Israel, David Lau, asistió atónito ante una madre que lloraba a su hijo como líder revolucionaria. Su discurso en el entierro no dejó ningún ojo sin lágrimas. «Naftali, no fuisteis víctimas casuales de la crueldad. Esas personas salieron a cazar y Dios os eligió como sus chicos de la bondad y amor. Naftali, niño maravilloso, inocente y contraste ante la maldad de esas personas. Descansa en paz, mi niño, aprenderemos a cantar sin ti aunque tu voz siempre estará en nosotros», afirmó con la voz entrecortada.
Mientras la prensa no ahorró críticas a las fuerzas de seguridad por el secuestro, Frenkel sorprendió al dirigirse a los soldados, policías y agentes: «Nos prometisteis que los traerías y habéis cumplido. ¡Muchas gracias!». Cuando finalizó el funeral en la ciudad vecina de Modiín, parecía cerrarse el telón público para los Frenkel. Pero no para Rachel.
Recluida en el dolor de su casa, fue informada el miércoles del asesinato de un adolescente palestino en Jerusalén. Mohamed Abu Jdeir tenía la misma edad que Naftali. La policía aún investiga quién está detrás pero los palestinos acusan a colonos radicales de vengarse por los asesinatos de Naftali, Gilad y Eyal.
Rachel aparcó su drama y levantó la voz en solidaridad con Suha, la madre del palestino. «No sabemos lo que ha pasado en Jerusalén pero si el asesinato del joven árabe tiene motivación nacionalista es horrible y deleznable. No hay diferencias entre sangre y sangre. Asesinato es asesinato independientemente de la nacionalidad y la edad», aseveró Frenkel intentando apagar la sed de venganza que avanza estos días en sectores de ambos pueblos: «No hay justificación ni perdón para un asesinato». En su jardín, Rachel sigue pensando en el sms de su hijo que le informaba que llegaría a casa
Cantamos por otros. Los que se fueron, quienes se iran. Ni esta vida, ni la otra; siempre luchando por otros y mas justicia.