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| martes abril 30, 2024

Hamás en su propia trampa


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Mientras usted lee estas líneas, Qatar y Egipto tratan de promover una solución que detenga la escalada de violencia que, desde el día 12 de junio, Hamás ha desatado contra Israel. El enviado especial del Cuarteto de Madrid, Tony Blair, se ha reunido con el presidente egipcio Al Sisi para intentar relanzar un alto el fuego similar al que Hamás e Israel alcanzaron en el año 2012.

La política en Oriente Medio es una fuente de perplejidades. Hamás -el Movimiento de Resistencia Islámico catalogado como organización terrorista por los Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Jordania y Egipto entre otros países- gobierna con mano de hierro la Franja de Gaza desde que, en 2007, ganó las elecciones y expulsó a los opositores de Fatah que, a su vez, gobierna en Cisjordania. Así, Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, viene sufriendo desde entonces el descrédito de un poder limitado territorialmente y de una debilidad política que Hamás subraya constantemente con sus acciones. Ocho años después de la victoria de los islamistas en Gaza, hay que admitir que Mahmoud Abbas es incapaz de controlarlos. Por otra parte, la organización terrorista explota el supuesto prestigio de sostener los ataques contra Israel en lugar de alcanzar acuerdos. Frente a la tibieza de los históricos de la Organización para la Liberación de Palestina, y especialmente Fatah, que se dedican a la política, los islamistas de Ismail Haniyeh se centran en hacer la guerra a los israelíes a través del terrorismo.

Sin embargo, Hamás tiene, a su vez, muchos problemas en la Franja. La caída de Morsi en Egipto los ha sumido en la quiebra financiera. Los fondos que nutrían sus arcas se han secado y los miles de funcionarios que dependen del Movimiento para cobrar sus sueldos están descontentos. Si es cierto que el terrorismo ha dado a Hamás prestigio entre ciertos sectores, su incapacidad para gobernar más allá de las consignas propagandísticas contra Israel se lo está quitando. Los apoyos internacionales que Hamás ha ido buscando han fallado en los últimos años. La organización ha alternado las simpatías hacia la República de Turquía, Arabia Saudí, Qatar y, sobre todo, la República Islámica de Irán que, a su vez, ya financia y sostiene a Hizbolá en el sur del Líbano y al régimen de Asad en Damasco. Ha sido una apuesta arriesgada y problemática. La guerra fría entre suníes y chiíes ha socavado la popularidad de Hamás a medida que trataban de situarse por encima de ese enfrentamiento profundísimo que está cambiando el Oriente Medio: la rivalidad entre Riyad y Teherán. En este juego constante de lealtades y traiciones, Hamás ha jugado sus cartas con poca habilidad. La caída de Morsi en Egipto tuvo como consecuencia directa un aumento de la presión de El Cairo sobre el sur de Gaza. La destrucción de túneles y las operaciones militares en el Sinaí han debilitado la cadena de suministros bélicos – armamento, explosivos, etc.- que llegaban a la Franja.

Junto a los problemas financieros y logísticos, están los operativos. Hamás viene atacando desde hace años el sur de Israel con cohetes. En esta última agresión, que comenzó el 12 de junio y alcanzó su punto álgido el día 7 de julio con 80 cohetes lanzados contra el territorio israelí, Hamás se juega mucho. Debe demostrar que aún puede sostener la guerra contra su vecino sin que le flaqueen las fuerzas. De ahí viene, por ejemplo, la importancia de la propaganda y las soflamas de martirio difundidas en la televisión Al Aqsa.

Sin embargo, de algún modo, Hamás ha fracasado y está atrapada en sus propias redes. El terrorismo de la organización es una amenaza para Israel y un motivo de terror para sus ciudadanos, pero no pone en peligro la existencia del Estado. Hamás no logrará arrojar a los judíos al mar y, después de siete años de gobierno en la Franja, es evidente que tampoco son capaces de llevar a los palestinos por la senda de crecimiento que la Autoridad Palestina ha conseguido en Cisjordania, donde la renta per capita es superior al doble de la que tienen los habitantes de Gaza. Hamás podrá llevar muerte y destrucción a los israelíes, pero desde luego las está llevando también a los propios palestinos. Siguen entrando alimentos y combustible en Gaza desde Israel –el suministro no se ha detenido desde el comienzo de la ofensiva de Hamás- y entraría mucho más si en lugar de lanzar cohetes comenzasen a pensar cómo alcanzar la paz con los israelíes.

He aquí el problema de Hamás: no creen en acuerdos ni en negociaciones. Solo creen en implantar un régimen teocrático que acabe con Israel y gobierne sobre toda la región. En realidad, en el conflicto de Oriente Medio hay dos dimensiones: una es política y la otra es religiosa.

En la política, israelíes y palestinos discuten sobre los refugiados, la capitalidad de Jerusalén, cierta extensión de territorio, el agua y los asentamientos. En este contexto, han estado a punto de alcanzar acuerdos históricos. En el día a día, al menos, buscan soluciones para resolver problemas cotidianos. A veces colaboran y a veces no. Hay avances y retrocesos pero, en lo fundamental, ambas partes admiten que tarde o temprano tendrá que haber un acuerdo de paz. Con todas las salvedades que se quiera, este viene siendo el modelo de la relación con Fatah.

En la religiosa, una organización terrorista yihadista como Hamás se enfrenta a los palestinos de otras facciones -como los partidarios de Fatah en la Franja -y a los israelíes, con quienes Hamás no reconoce posibilidad de acuerdo ni de pacto alguno. Aquí no se trata de discutir concesiones políticas sino de la implantación de un régimen teocrático que gobierne sobre los territorios de Israel y la Autoridad Palestina. Así, los líderes de Hamás no buscan soluciones políticas duraderas sino treguas y pausas que permitan un rearme o creen una nueva situación política que permita reanudar los ataques contra Israel. Aquí chocan dos concepciones del ser humano y de la vida en sociedad: una teocracia y una democracia.

Hamás no quiere compartir el liderazgo de la guerra contra los israelíes ni renunciar a ella. Se acerca al gobierno de Mahmoud Abbas para debilitarlo mejor. Sus verdaderos aliados son hoy, de nuevo, los iraníes que les han facilitado la mayoría de los cohetes de largo alcance y cualquier otro que les suministre armas. Sus tácticas de combate convierten a los habitantes de Gaza, a la vez, en escudos humanos y rehenes. Los cohetes que Hamás lanza contra Israel se lanzan desde colegios, hospitales, guarderías. La organización utiliza instalaciones civiles para fines militares sabiendo que, muera quien muera, Hamás gana. La batalla que los terroristas pierden sobre el terreno la ganan en los medios de comunicación que reproducen las imágenes que Hamás distribuye. En esta última crisis, han abundado los casos de denuncias por la manipulación de fotografías y vídeos sobre víctimas. La BBC ha advertido, por ejemplo, del reciclaje de fotografías de víctimas de la guerra en Siria para presentarlas como imágenes de Gaza. Por otra parte, el aumento de víctimas civiles permite a Hamás presentarse como víctima de una “respuesta desproporcionada” -¿cuál sería la “respuesta proporcional” a más de 800 cohetes?- en lugar de asumir su responsabilidad por la agresión que comenzó el día 12 de junio.

Hasta ahora, Hamás ha lanzado más de 800 cohetes contra Israel, que a su vez ha desplegado una operación aérea para destruir objetivos terroristas en Gaza. Para Hamás, sería fácil alcanzar un alto el fuego si detuviese los ataques que comenzó el día 12 de junio. Los islamistas deberían darle una oportunidad a la política, a los pactos, a los compromisos y a la paz en lugar de seguir pensando en arrojar a sus vecinos al mar. El caso egipcio y el jordano demuestran que puede haber paz entre judíos y árabes. Con todos sus fracasos, el gobierno israelí y el de Mahmoud Abbas mantienen abiertos canales de comunicación y los Estados Unidos no han renunciado a su labor de mediadores. Unos y otros saben que no queda más camino que el diálogo. Hamás no es parte de la solución del conflicto, es parte del problema. La organización terrorista no logrará el exterminio de los israelíes pero, con esta opción por la violencia a toda costa, está infligiendo un terrible sufrimiento a los palestinos.

Creo que es posible la paz entre israelíes y palestinos. Lo creo incluso ahora cuando más remota parece y cuando los terroristas han alejado –una vez más- la posibilidad de un acuerdo que, por fin, traiga la paz a esta tierra. Hamás debe detener estos ataques que comenzó el día 12 de junio y que sólo llevan dolor y sufrimiento a su propio pueblo y a sus vecinos.

 
Comentarios
Mario Kapelius

Tal vez se debería preguntar para entender, que es este grupo, cual es el motivo de su existencia, para lo cual es necesario hacer un repaso de los acontecimientos sucedidos luego de la decición de la ONU, de aprobar la independencia del estado de Israel, por el voto favorable del uruguayo Rodriguez Fabregat en 1947.
Inmediatamente todos los estados arabes circundantes uncluído Irak inician hostilidades para destruir a Israel, lo que resulta en su derrota y la declaración de Independencia de la Knéset, con la anuencia internacional y su reconocimiento, escepto sus enemigos. Luego vendrán 5 guerras, 56, 67, 73, 82 y 2005 que son decisivas y el ancla del Israel moderno.
Pero ya en los 60s, sus enemigos, viendo su incapacidad para derrotarla, forman un movimiento terrorista para el hostigamiento y destrucción que le encargan a la OLP, que termina derrotada en Líbano en el 82 y se refugia con sus pocos combatientes en Tunez, 1000 km dentro en el desierto y allí permanecen hasta los tratados de Oslo que precipitan su regreso a Judea y Samaria, para fundar el estado Palestina.
Pero esto ya supone un cambio importante en la política regional, lo que deja de servir a los enemigos que necesitan proseguir con el terrorismo, por lo que se fundan movimientos proxis al norte y sur para seguir con su hostigamiento. Pero de nada sirvieron como movimientos terroristas, ya que al final fueron repudiados por todo el espectro de democracias, así que sus acciones se dirigieron a usar al pueblo como carne de cañón para mostrar al mundo y exponer a Israel como su asesino.
Deberíamos suponer que desde el punto de vista estratégico y mediático, es la mas repugnante táctica jamas usada y hamas es su protagonista, lo que no pudo hisbala, pues no contaba con tal concentración de personas como en Gaza.
Gaza es el terreno ideal para este tipo de batalla mediática por sus características, por lo que hay que tener sumo cuidado de no caer en la trampa y Netaniahu lo comprende muy bien.
Este conflicto solo se podrá superar exitosamente, evitando las bajas civiles y la pregunta es: de que manera se lucha una batalla así? Sun-Tzu decía: Primero gana la guerra, luego, ve a la batalla!

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