Decenas, a veces cientos, de personas son brutalmente masacradas cada día en Nigeria, Medio Oriente y Pakistán, sin que los occidentales presten mucha atención a la carnicería, a menos que un «derechista» europeo o, mejor aún, un judío israelí pudiera haber estado involucrado. Es por eso que el asesinato de un joven árabe, poco después de que tres adolescentes judíos corrieran la misma suerte, atrajo la atención mundial. Antes de que hubiera disponible alguna prueba sólida, fue ampliamente asumido que el muchacho había sido asesinado por vengativos «colonos» judíos y que, por lo tanto, los israelíes eran tan malos, si no peores, que los vandálicos matones de Boko Haram, Hamas, ISIS, es decir el califato, y las igualmente feroces bandas que actúan en casi todas partes entre África Occidental y Filipinas. Ignorando la posibilidad de que el asesinato fuera obra de un criminal no judío, los pesos pesados del gobierno de Obama, como John Kerry, y Ban Ki-moon de la ONU, expresaron su sincero horror por lo que había sucedido, como, no hace falta decirlo, lo hizo Mahmoud Abbas de la Autoridad Palestina, un hombre que es bien conocido por sus sentimientos humanitarios.
Toda esta indignación pública es muy conmovedora, pero hace que uno se pregunte, simplemente, cómo se sienten estas admirables personas cuando oyen, como lo hacen casi todas las mañanas, que otros varios cientos de nigerianos, pakistaníes, sirios o iraquíes han sido asesinados, sumándose a la ya enorme cantidad de muertes causadas por los conflictos internos que desgarran gran parte del mundo islámico. Parecería que, en lo que a ellos concierne, no es su asunto. La mayoría son reacios a involucrarse emocionalmente tomando partido. Esa es una razón por la que dan la bienvenida a la oportunidad de adjudicárselo a los israelíes: a diferencia de los guerreros santos que siguen masacrando por razones incomprensibles, presuntamente relacionadas con acontecimientos que tuvieron lugar hace muchos siglos, los israelíes pueden ser juzgados por medio de modernos criterios occidentales y hallados culpables.
Si los más fervientes islamistas hacen lo que desean, los europeos, e incluso los estadounidenses, podrían pronto estar bajo la clase de presión bajo la cual los judíos han estado día tras día desde hace más de dos milenios, en los que han vivido rodeados por gente que los consideran prescindibles. Como lo que está sucediendo en Medio Oriente y en otras partes nos lo recuerda, la vida nunca ha sido fácil para las minorías en el mundo musulmán que, para bien o para mal, ahora abarca áreas bastante grandes de Europa y cuenta con enclaves en Estados Unidos. Alentados por las acciones de los guerreros santos, que hace poco anunciaron que habían restaurado el «califato», miembros de células terroristas están preparando afanosamente una nueva ofensiva contra los no creyentes que viven en lo que llaman «la Casa de la Guerra».
En el RU, Francia y otros países, los servicios de seguridad están esperando, con nerviosismo, el regreso de cientos de jóvenes, presumiblemente endurecidos en las batalla de Siria, Irak, Somalia, Afganistán o Pakistán. ¿Se asentarán tranquilamente trabajando como médicos, programadores, tenderos o lo que sea que hacían antes de unirse, por decirlo de algún modo? Algunos podrían, pero otros seguramente no.
Los guerreros santos son ambiciosos. Además de querer derrocar a los gobiernos de Siria, Irak, Jordania, Arabia Saudita, Egipto y muchos otros países musulmanes, su objetivo es reconquistar el territorio de Europa que una vez perteneció al Islam: la mayor parte de los Balcanes, Grecia, Chipre, Malta, Sicilia (además de Roma, por lo que simboliza) y España, comenzando por Andalucía. Si Israel cayera, España se encontraría al tope de la lista negra de los jihadistas, un pensamiento que muchos españoles antisemitas deberían tener en cuenta.
En lo que concierne a la mayoría de los occidentales, las aspiraciones de los guerreros santos son ridículamente exageradas. Los occidentales sueltan una risita cuando Abu Bakr al-Baghdadi, quien dice ser el nuevo califa, les dice que volverá atrás en el tiempo, más o menos mil años; Europa podría ya no contar con varias potencias militares de clase mundial, pero sin duda es lo suficientemente fuerte como para manejar a una horda de bárbaros. Ese podría llegar a ser el caso, pero antes de que los jihadistas entiendan que sería peor que inútil para ellos tratar de librar una guerra de guerrillas urbana en contra de Europa, una gran cantidad de cosas muy desagradables podrían ocurrir.
Los resultados de las últimas elecciones europeas, en las que movimientos como el Frente Nacional de Francia lograron avances significativos, sugieren que la opinión pública está cambiando rápidamente. El partido de Marine Le Pen debe su éxito a su abierta hostilidad hacia los aproximadamente seis millones de musulmanes que viven en su país. Junto con ella, la mayoría de los europeos parecen haber llegado a la conclusión de que el gran experimento «multicultural» llevado a cabo por las élites progresistas ha fracasado estrepitosamente, pero no hay mucho que puedan hacer al respecto.
Sin embargo, si los ataques terroristas son cada vez más frecuentes y mucho más sangrientos de lo que lo han sido hasta ahora, las relaciones entre las comunidades musulmanas y el resto podrían deteriorarse hasta el punto de que ya no serían impensables expulsiones en masa, como la que siguió a la guerra entre Grecia y Turquía a principios de los años 1920. Para evitar un desenlace tan trágico, los europeos tendrían que aplastar con fuerza a la militancia islámica, tratándola tan severamente como lo harían los franceses o los alemanes si se sintieran amenazados por un importante estallido neonazi, cuando todavía tuvieran tiempo para hacerlo sin provocar conflictos comunitarios a gran escala.
Traducción de José Blumenfeld/Porisrael.org
EXISTEN MUCHAS PROFECIAS SOBRE EL ISLAM y sus actitudes erradas
LA BILIA
NOSTRADAMUN,
FE BAHAI
ABDUL BAHA herdeiro de BAHA U LLAH dice que el ISLAM caeria en total estado de descrédito