La última confrontación militar de Israel con Hamas resalta la vulnerabilidad de Israel y los dilemas que encuentra para configurar su política de seguridad nacional.
La política exterior israelí, desde la creación de Israel, podría decirse que ha virado entre dos objetivos diferentes: aspirar a que Israel sea aceptado como una entidad soberana normal que es parte integral de la sociedad internacional, y desear que la misma sociedad internacional acepte que es excepcionalmente vulnerable y que enfrenta singulares amenazas.
Enfrentado a constantes amenazas de extinción, Israel es el único país del mundo cuya misma legitimidad está siendo desafiada violentamente.
Aunque Israel no se enfrenta en la actualidad a un mundo árabe unificado propenso a su destrucción, los desafíos planteados a su seguridad y legitimidad son todavía considerablemente amenazantes.
En el sur, el movimiento islámico Hamas controla la Franja de Gaza. En el norte, Líbano está bajo el control de facto de Hizb’allah. Tanto Hamas como Hizb’allah llaman a la destrucción del Estado de Israel. Ambos están armados con armas que podrían causar estragos en los centros civiles israelíes. Hizb’allah, que está armado como pocos países de la región, representa un muy grave desafío para Israel.
En el este, Irán constituye una amenaza estratégica para Israel, realzada por su política nuclear. Los israelíes perciben a su liderazgo como obsesionado con la existencia misma de Israel; casi todos los medios, hasta ahora, han sido tradicionalmente válidos en su búsqueda de una política de deslegitimación de Israel, incluyendo la negación del Holocausto como hecho histórico.
Siria, que está actualmente absorbida por conflictos internos, es otra amenaza para Israel porque su liderazgo ha adoptado tradicionalmente las posiciones más extremas en el conflicto árabe-israelí y apoyó a los grupos palestinos más extremistas empeñados en la destrucción de Israel y el descarrilamiento del proceso de paz. Aunque la guerra civil ha tenido efectos secundarios positivos para Israel, ya que sus enemigos están inmersos en crecientes enfrentamientos violentos, el caos que podría sobrevenir podría implicar mayores problemas para Israel y las fuerzas pro-occidentales en la región, que tendría que lidiar con una Siria fragmentada, inestable y hostil.
No existe ninguna región en Israel, ningún ciudadano en el país, no importa cuán lejos hacia el sur o hacia el norte viva, que sea inmune al armamento de sus enemigos.
El poder para causar daño a los israelíes se ve reforzado por la evidente falta de escrúpulos de algunos de los que están dispuestos a apuntar sus armas letales contra civiles. No es sólo la estrechez de su geografía la que pone en peligro a la población civil de Israel, sino también los objetivos amenazantes de sus enemigos y su falta de control moral.
Por lo tanto, no obstante su poder militar y su pericia tecnológica, la percepción que prevalece entre los israelíes es que son especialmente vulnerables.
Por cierto, el mensaje que tiene que transmitir la política exterior israelí no es simple. Israel tiene uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Sus servicios de inteligencia están entre los más sofisticados, habiendo logrado resultados notables, tanto en la región como más allá. Además, se cree que Israel posee capacidad militar nuclear, aunque nunca lo haya confirmado.
Gracias en parte a la disuasión lograda por las fuerzas de seguridad de Israel, y a la firme actitud demostrada por la diplomacia israelí en las cuestiones básicas, Egipto, Jordania y la corriente principal de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), han decidido negociar con Israel y llegar a acuerdos de paz (en el caso de Egipto y Jordania) o acuerdos provisionales (en el caso de la OLP).
Sin embargo, Israel sigue siendo vulnerable, y mucho. Un diminuto país sin fronteras defendibles, acosado por ataques terroristas, que enfrenta misiles de corto y largo alcance dirigidos contra sus civiles, Israel es, paradójicamente, a la vez muy poderoso y muy vulnerable. Sin su poder singular, Israel no existiría. Sin su singular sentido de vulnerabilidad, Israel no necesitaría ser tan poderoso.
Por lo tanto, Israel tiene que transmitir tanto un mensaje de disuasión como una sensación de vulnerabilidad; tiene que convencer a sus interlocutores internacionales que aspira a lograr la paz en base a concesiones dolorosas sin perjudicar su percibida disuasión; tiene que ser diplomáticamente flexible, sin parecer débil, ya que las negativas consecuencias de esto último podrían ser considerablemente más importantes que los efectos positivos de la primera.
Incluso si Israel llegara a un acuerdo final con la Autoridad Palestina, lo que parece poco probable en la actualidad, todavía seguiría siendo blanco de los países y los grupos armados cuyo objetivo será buscar su destrucción en el largo plazo, frustrar cualquier paz regional que se hubiera alcanzado y poner en peligro cualquier sensación de seguridad lograda por los israelíes en el corto plazo.
Por lo tanto, en el caso de Israel, la oportunidad viene acompañada de riesgos. En cierto sentido, en la conformación de la política, los dirigentes políticos de Israel son siempre conscientes de que cualquier matiz que implique una oportunidad diplomática podría estar lleno de peligros (Los Acuerdos de Oslo, por ejemplo), ya que cualquier amenaza que implique un riesgo importante puede constituir un trampolín para una oportunidad diplomática (La Guerra de Yom Kipur, por ejemplo).
Después de la paz fría con Egipto y de la falta de una plena normalización de relaciones con Jordania, así como de la percepción de fracaso de los Acuerdos de Oslo, la aspiración que albergan los israelíes ha cambiado. Antes del acuerdo de paz con Egipto, los israelíes se imaginaban la paz como un escenario que implicaba normalización plena; su objetivo ahora es más modesto. Se conformarían con una vida segura. La normalización total puede seguir su ejemplo – o no.
http://www.americanthinker.com/2014/08/israels_vulnerability.html
Traducido para porisrael.org por José Blumefeld
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