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| domingo noviembre 17, 2024

Periodismo y militancia


Periodismo narrativo y Ética del periodismo

Estimado editor de la sección Mundo:

Las personas tenemos opiniones. Y tenemos derecho a albergar y a expresar tales opiniones. Pero tú sabes -o deberías saber- que hay unas pocas profesiones que imponen límites al ejercicio público de ese derecho. Por caso, Juez de Corte Suprema te obliga a ser objetivo. Secretario General de las Naciones Unidas te obliga a ser equilibrado. Periodista te obliga a ser neutral. Los jueces, los secretarios-generales y los periodistas tienen sus propios puntos de vista tal como el resto de los mortales, pero ellos más que ningún otro tienen el imperativo de ser objetivos, equilibrados y neutrales. Si fracasan en ejercitar esas cualidades, fracasan como profesionales.

Ya adivinas a donde voy con esta introducción elemental. Pues sí, creo que tu trabajo como informador de internacionales durante el primer mes de la guerra en Israel y en Gaza ha sido lamentable. No es que la tarea sea demasiado dura; algunos colegas tuyos efectivamente han honrado los principios del rubro y se han comportado como auténticos profesionales. Pero muchos otros, entre los que tú te encuentras, han traicionado los valores nobles asociados a tu labor de informador. Y lo han hecho de manera escandalosa.

Permíteme darte unos pocos ejemplos. Los hechos fueron claros: un movimiento terrorista fundamentalista agredió a una democracia liberal a la que ha jurado exterminar. El asunto no es muy complicado y debieras poder reportar los hechos con simplicidad. Informar, por el contrario, como has hecho hasta el cansancio, que Israel atacó Gaza, detallar la devastación y sólo hacia el final de tu reporte indicar que eso fue en respuesta a un ataque inicial de Hamas, bueno, eso es una canallada. Lisa y llana. Si sabes que Hamas ha empleado mezquitas como centros de comando, escuelas como custodios de arsenales y subsuelos de hospitales como guaridas de terroristas, entonces publícalo, y publícalo con la relevancia que el caso amerita. No en página última, sino de manera destacada. Tu criterio te indica que eso es una gran noticia periodística. No la dejes pasar. Vamos con otro. Egipto, la ONU y Estados Unidos propusieron al menos cinco treguas durante la contienda. Israel las aceptó a todas ellas, Hamas las rechazó o las aceptó pro forma pero las violó velozmente. Siendo este el caso, no informes que “las partes” quebraron el cese de fuego. No te hagas el bobo, conoces muy bien el desarrollo de los hechos. Repórtalos tal como fueron. Esa es tu tarea, para eso has elegido la profesión de periodista. Y por favor, ya no insistas con que hay un “ciclo de la violencia” cuando sabes perfectamente que una de las partes no ha estado más que respondiendo al fuego de quién la agrede y comenzó la guerra en primer lugar. ¿Sabes que sucedería si Hamas baja las armas? Se terminaría la guerra. ¿Sabes que sucedería si Israel lo hiciese? Se terminaría Israel. Piénsalo esta noche con la almohada.

Ahora bien, si tu sientes que tus opiniones son muy fuertes, que eres un apasionado de las cosas y que no puedes dejar tus pareceres de lado, está bien. No tienes porqué desesperarte. Hay muchas otras ocupaciones para ti. Puedes hacerte conductor de orquesta, como Daniel Barenboim, jugarla de humanista adolorido, hacer equivalencias morales entre agresores y agredidos y predicar sobre las complejidades de reconocer al otro en su singularidad. (Al hacerlo, asegúrate de anular los hechos incómodos de la realidad). Puedes hacer el papel del artista indignado, como Roger Waters y Elvis Costello, y anunciar con pompa que planeas boicotear a Israel, que jamás dignarás a esa tierra de hebreos violentos con tu pacífica presencia. Puedes dedicarte a actor de cine, como Javier Bardem y Penélope Cruz, y firmar solicitadas por las 1800 muertes palestinas en Gaza pero quedarte mudo cuando 1800 palestinos son masacrados en Siria. Puedes hacerte oficial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, como Navy Pillay, y adoptar resoluciones tendenciosas que castiguen a Israel sin mencionar los crímenes de Hamas. Puedes hacerte presidente latinoamericano, como Cristina Fernández, y sermonear a los judíos -a setenta años del Holocausto- que “no se puede exterminar a todo un pueblo”, o actuar como Dilma Rouseff, tachar a Israel de genocida y retirar a tu embajador de Tel-Aviv, a la vez que apenas enfadarte cuando nueve mil niños pierden la vida en la vecina Siria o disidentes son torturados en el teocrático Irán. O puedes hacerte jurista respetado, como Richard Goldstone, y prestar tu buen nombre a la causa de la difamación de Israel; tendrás oportunidad años más tarde de arrepentirte y publicar notas en el New York Times y el Washington Post diciendo que de haber sabido entonces lo que supiste luego no hubieras escrito lo que has escrito. Incluso si tu vocación es el periodismo puedes hacerte valer en la página de opinión de tu diario: ése es el espacio justo para expresar puntos de vista. Deberás abandonar el rol de periodista y hacerte comentarista, pero te mantendrás en el gremio. Nada grave.

De modo que, como ves, hay muchas ocupaciones respetables a las que puedes dedicarte si lo tuyo es el anti-sionismo. Hay sólo unas pocas, poquísimas, en las que no deberías incurrir si tienes tales sentimientos. Periodismo es una de ellas. Haz lo correcto y dedícate a otra cosa. Créeme, muchísimos lectores te lo agradecerán.

 
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