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| viernes noviembre 15, 2024

Constructores y destructores de imágenes


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Si se divide el mundo en iconoclastas e iconódulos se alcanza a ver que mientras los primeros tienden a destruir lo que les precede, los segundos veneran lo heredado. El carácter de los iconoclastas es impulsivo y su natural impaciencia les obliga a lo inestable, al insomnio y, en ocasiones, a temer a la multitud. En cada iconódulo en cambio, en cada apreciador de imágenes, palpitan el gusto por la compañía, el peregrinaje, el jolgorio de los mercados y el placer por la diversidad de colores. Los iconoclastas creen que la palabra es suficiente por invisible y breve, los iconódulos que si no nos lleva a la imagen se la recuerda menos. Quizás, en el fondo, la enemistad entre los destructores de imágenes, pinturas y esculturas y sus creadores y conservadores sea una cuestión de sonido o forma. Los seres humanos descubrirán muy tarde que el sonido dibuja formantes acústicos, zigzags de tinta más o menos regulares si se trata de vocales e irregulares cuando se pronuncian consonantes. Si los iconoclastas bizantinos hubiesen podido verlos, si hubiesen contemplado esos formantes acústicos, también hubiesen hablado mal de ellos y hubieran intentado destruirlos. Por el contrario y para los iconódulos esas imágenes demostrarían con creces que lo que el verbo desea es encarnar, adquirir cuerpo, cosa que los iconos demuestran en el despliegue de sus oros y rojos sangre.

Los iconoclastas sospechan de la mujer, que llena el mundo de imágenes nuevas y las cuida hasta que echan a andar por sí mismas en forma de hijos. Los iconódulos, por su parte, que en Bizancio veneraban a María Teotokos, la Madre Dios, piensan que la Creación vive y se explaya de abundancia en abundancia. Tan santa es la madera como la clara de huevo que se usa para fijar las pinturas de los iconos; tan amable el verde como admirable el azul. A los iconoclastas les bastaba un solo sol, la evidencia grandiosa de cuya luz alcanza a cubrir todo el orbe. Los iconódulos presentían que de todas las estrellas nocturnas alguna pudiera ser otro sol. Los iconoclastas bizantinos defendían su postura diciendo que cuando ocurrió la Transfiguración, la voz de Dios habló desde una nube para decir que debían escuchar a Jesús, y no venerar su imagen irradiante. Los iconódulos respondían diciendo que las ropas del Hijo se convirtieron en una luz dorada para que los siglos por venir pudieran pintarlas. Los iconoclastas proponían volver a ver el Reino de los Cielos en un grano de mostaza, los iconódulos ya lo veían en los lirios del campo. Ver lo inmenso en lo pequeño es un acto invisible de la imaginación, representar un árbol al que han venido los pájaros a cantar es creer que el tal reino ya es un hecho.

 
Comentarios

La iconodología con toda su belleza y atrac tivos naturalez, no deja de ser un invento de la mente humana y un agrabio que tiene consecuencias eternas futuras con la Santidad y Gloria del Creador de todas las cosas que es incorpóreo. Es Espíritu e incomparable con ninguna cosa de la creación, sea en el cielo, en la tierra o deb ajo de la tierra.ç

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