Con la mediación de Egipto y la de otros países amantes de la paz, se anunció el acuerdo de una tregua, esta vez de largo alcance, en el conflicto armado que Israel y el régimen de terror que domina en la Franja de Gaza mantuvieron durante casi dos meses.
Los jefes de Hamás brotaron de sus hoyos a la superficie como lombrices negras después de la lluvia, a festejar sobre su tierra húmeda de cadáveres y escombros el “triunfo” sobre las Fuerzas de Defensa Israelíes. Salieron para obligar a su pueblo a festejar la muerte de más de 2.100 palestinos y 11.000 heridos, la pérdida del 80% de su capacidad militar, la detonación de 32 túneles, la eliminación de refugios y fábricas de armas y explosivos. Salieron a festejar la enorme cantidad de hogares, escuelas y mezquitas que fueron destruidos o muy dañados, y el casi medio millón de personas que quedaron desplazadas. Salieron a festejar los demoledores ataques que durante 50 días les propinó Israel, en defensa a las provocaciones que Hamás no detuvo desde que se apoderó del enclave. Los terroristas salieron a festejar junto al pueblo, su capitulación frente a la matanza selectiva de sus autoridades y la destrucción de sus oficinas y arsenales.
No todos los gazatíes entienden la magnitud de la debacle a la que los llevó su gobierno. Muchos otros se han visto obligados a demostrar una falsa alegría por un triunfo que no lo fue. Es absurda la felicidad que sintió Hamás, si con tal de detener la operación “Margen Protector” no le importó abandonar casi todas las demandas que hasta ahora había presentado. El único beneficio que obtuvo en compensación por su apoyo a la tregua, fue la extensión de su área de pesca, y sin exigir no ser vigilados por la atenta mirada de la armada israelí.
Israel no salió a festejar nada. Israel sufre por los inocentes niños, mujeres y ancianos que Hamás expuso para que detengan con sus cuerpos las balas que los israelíes dirigían a los terroristas. Israel llora sus 64 soldados y 6 civiles muertos en esta contienda que, como en todas las anteriores sin excepción, salió a defenderse. Pero sin hacer mucho ruido, Israel siente la enorme satisfacción de haber conseguido seguridad para sus familias dentro de una tregua prolongada, aunque para ello tuvo que resignar su propósito de desarmar a Hamás, lo que no evita que estos irresponsables terroristas reinicien sus bombardeos como otras tantas veces sucedió.
Dado a los antecedentes, es natural que se ponga en duda el anuncio de que la tregua alcanzada es permanente. Pero es muy probable que no será breve, pues el rearme de Hamás se verá dificultado por el estricto control que Egipto e Israel ejercerán sobre los accesos a la franja de Gaza.
De lo que no existe la menor duda, es que nunca habrá tranquilidad en el Medio Oriente mientras grupos terroristas fuertemente armados que anhelan con islamizar el mundo, ocupen ese enclave costero vecino a Israel.
Natanya, Israel
Es momento de bajar el tono, es momento de reflección, es momento de analizar lo que ha pasado y sus causas, es momento de descansar, es momento de enfriar el aire.
Es momento de aflicción por los que han muerto, los mutilados, los que perdieron seres queridos, los que quedaron sin hogar.
Hay que reconstruir vidas y bienes materiales y desear que no suceda de nuevo.
No es momento de festejos, quien lo hace es para tapar sus culpas y sus errores
Una semana de silencio y reflección no vendría mal.