Fue por el 96 que hicimos ese viaje, con los hermanos de B. Brith.
Como es común entre nosotros, se mezclaban alegrías y tristezas.
La congoja por la estación de tren cerrada. La sorpresa por la vitalidad de la pequeña comunidad, que recibía con amor a los visitantes y a los que estaban regresando
El cementerio hablaba de la vida.
Había una inmensa lápida de mármol, con un extenso relato en hebreo, donde se contaba como los indios habían exterminado a una familia entera.
Muchos ataúdes consistían en un tonel de chapa, sustraído del ferrocarril.
Y en una base del tonel, sorprendentes caracteres hebraicos.
Mármol y chapa y una epopeya donde la familia del primer muerto tuvo que turnarse para acompañarlo, para cumplir con el, precepto de no dejarlo solo.
Fantasmas de indios y el hebreo dándoles un marco de eternidad a los vivos, a los muertos y a los azorados visitantes.
Y estaban los templos. Tres, aun en tan pequeño lugar.
Cada uno con su interés, que excede este espacio.
En medio del campo, una pequeña estancia blanqueada, hacía las veces del antiguo y tradicional Beit HaKnesset.
Allí podría el visitante estudiar, comer y dormir.
En el medio de la nada, sin luz eléctrica.
Era el Templo Gaucho. Porque estaba en medio del campo, y porque su cuidado estaba a cargo del gaucho Borodovski.
Por encargo paterno y divino este hombre había tomado a su cargo el cuidado y aseo del templo, tarea que cumplió de por vida.
Se acercó a nosotros a caballo. A pesar de su edad se mantenía erguido y orgulloso, las riendas en una sola mano.
Lo pinté entrando al templo, con su atavío esplendoroso : sombrero, bombachas y el cinto reluciente de monedas.
Por fin sentí un llamado imperioso y pinté el templo gaucho.
Sobre la finalización apareció una extraña mancha azul sobre el tejado.
A pesar de que la tapé varias veces, la presencia azul volvía a aparecer.
Poco a poco la mancha se transformó en un ángel azul que emergía del, tejado-
Sonó el teléfono.
Borodovski había muerto.
¿Quién cuidará ahora del Templo Gaucho?
Nota : con motivo del 110 aniversario de la creación de Amia de Basavilbaso se publicó un libro.
En su portada aparece mi pintura del Templo Gaucho.
Horacio Vodovotz
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