Debemos al Bahir o Libro de la claridad, un texto de la Kábala provenzal del siglo XII, la idea de que las vocales son circulares y las consonantes cuadradas. ´´Las primeras determinan en las segundas-asegura ese libro-una función semejante a la del alma en el cuerpo humano, que deja de vivir tan pronto se le escapa el último suspiro, o bien es incapaz de actuar sin que el alma lo haga vibrar. . .Así, pues, cada vocal es un círculo y cada consonante un cuadrado.´´ Por su parte, prosigue el autor de este importante documento medieval, las consonantes descienden y las vocales ascienden. Cuando aplicamos esa teoría al estudio de la risa vemos que ésta, que es esencialmente vocálica-como revelan los sonidos ha, he, hi, ho, hu-, y tras un primer doblez a la altura del diafragma, tiende en efecto a elevar el ánimo, a provocar en el sujeto un sentimiento de aérea frescura, una emoción levitante, mientras que aquello que constituye el cuerpo de un lenguaje dado, y por tanto su densidad fonética, está conformado por las consonantes, que llevan el verdadero peso sonoro del idioma.
Abiertas, dado que no pueden pronunciarse con la boca cerrada, al revés que las consonantes, que no pueden ser emitidas sin ocluir, cerrar los labios o mover la lengua, las vocales se asimilan por ello a nuestros orificios: nueve para el hombre y diez para la mujer. Siete en la cabeza y el resto en los esfínteres. Todos los cuales tienen una impronta precisamente circular o cuando menos ovalada ya que por ellos circula la energía del universo en medio del cual estamos inscritos. Mientras que las consonantes nos cierran y contienen, entonces, las vocales nos abren y comunican con el medio circundante. De ahí que la risa o la música abunden en su uso y que, si se presta atención, se observe que cada uno de nosotros tiene cierta propensión a reírse más con una vocal que con otra. Al mismo tiempo también es posible comparar la consonante al vestido y la vocal al desnudo, la primera a lo arquitectónico y la segunda a lo funcional. Comoquiera que no existen idiomas sin vocales, los hay con mayor abundancia de consonantes, generalmente en países fríos y oscuros, al revés que en las geografías más luminosas y abiertas en las que los diptongos vocálicos revelan cielos más claros y horizontes más despejados. En consecuencia, si la vocal tiene que ver con el alma , y la risa, a su vez, con el hecho vocálico, no es sorprendente que las articulaciones consonánticas de nuestro organismo se animen cuando aquella suene y resuene en nuestro interior. Como la bella durmiente en su bosque bronquial o bajo la bóveda del paladar, la risa está esperando la llegada del príncipe humor para reverdecer con toda su gracia primaveral una y otra vez. Breve y poderosa, estimulante y cantarina.
Dijo el Rabí de Rizhyn: ´´Así como las letras del alfabeto no suenan bien sin los signos de las vocales, y esos signos no pueden ir separados de las letras, los maestros y discípulos están ligados entre sí. Los tzadikim o justos son las letras, y los discípulos que acuden a ellos son los signos vocales. Los jasidim o discípulos necesitan del maestro, pero éste necesita igualmente de ellos. Por intermedio de ellos puede ser elevado. A causa de ellos puede hundirse ¡Dios no lo permita! Ellos elevan su voz y difunden su obra por el mundo.´´
´´Supongamos-agregó-que uno de los jasidim que estudia con nosotros se encuentra con un vehículo cuyos pasajeros son aquellos a quienes llaman ´intelectuales ilustrados´ . Entonces persuade al cochero de que lo deje viajar junto a él, y, cuando llega el momento de decir la oración de la tarde, baja de su asiento, se prepara y reza mientras el vehículo espera. Los pasajeros se fastidian, reprenden al cochero y le gritan. En medio de todo esto, o tal vez a causa de todo esto, experimentan un cambio en su espíritu.´´
Mario Satz: Oraita, cuentos jasídicos, Obelisco, Barcelona, 1990.
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