Tierra de Israel
Habíamos llegado en bus hasta Rosh Piná.
Me pesaban el tablero y las pinturas. Lidia se sintió mal.
Miré hacia arriba. Varias cuadras en subida para llegar.
Fui solo Hasta la Calle de los Pioneros. (“Rejov ha Rishonim”).
Era similar a cualquier callecita antigua. Pero estaban las puertas. Todas distintas.
Un derroche de ingenio y sensibilidad. Distintas formas, colores y figuraciones.
Con vidrios coloreados, o esculturas de metal, a veces tallas de madera.
De formas rectas, rematadas en medio punto o diseños audaces.
Humildes o airosas. A veces de doble altura.
Tomé uno, dos, cien croquis.
Con el Botín celosamente guardado emprendí el regreso.
Varios años después, fueron surgiendo algunas de la puertas de Rhos Piná, también de Jerusalem, Safed, Ein hod.
Pero estas ya son motivo de otras historias.
Gracias.