A punto de concluir su Pardés rimonim o Huerto de granados, Moisés Cordovero llamó a su discípulo Ezra La Fuente y mostrándole una pesada fruta entreabierta le dijo:
-Puesto que todo lo que existe está contenido en Su substancia, El abarca, como la piel de la granada sus traslúcidos y rosados granos, todo lo que se manifiesta. Aquello que vivimos como separado es pura ilusión. La realidad es una ya que las múltiples entidades existentes y El viven de la identidad de sus encuentros tanto como del espacio de sus separaciones. Sólo que, mientras nosotros estamos dentro, dependiendo unos de la luz irradiada por otros, el que sabe del que no sabe y el que no sabe de quien sabe, El está afuera y adentro a la vez, independiente en Su presencia, indivisible en Su esencia. Toma, pues, Ezra, prueba esta granada. Saborea Su Creación en una de sus criaturas.
La primera estrella había salido. En la Torá de la Casa de Estudios, cubierta en ese momento por su cortina ritual, dos rimonim o granadas de plata protegían los árboles de la vida envueltos en sus misteriosas letras angélicas.
-¿A qué te sabe?-preguntó el maestro.
-Su dulzura es un reclamo, su astringencia una firmeza, su suavidad una promesa cumplida-dijo el discípulo.
-Cuando el Templo de Jerusalén existía y el sumo sacerdote oficiaba, la orla de sus ropas se adornaba con el símbolo de estas frutas-prosiguió Moisés Cordovero, el kabalista español-. Pero hoy, que ninguna arquitectura nos contiene; hoy, cuando nuestro templo es el estudio mismo de la Ley y sus comentarios, hoy-estaban en el siglo XVI-, querido Ezra, que la piedra está exánime y muda y nuestro pueblo disperso, la fruta, empero, sigue viva para nuestro deleite, pues entero o repartido en su dilecta geografía y aún más allá, para quienes Lo evocan o Lo olvidan, y aun para quienes Lo soslayan y Lo vituperan, piadoso y pleno, todavía hoy el Creador sigue siendo Uno con Su Creación.
-Sabiduría es sabor-comentó Ezra La Fuente-, dicen los médicos y filósofos cristianos en su marmóreo latín. Sapientia saporis est.
-Su textura alimenta-aludió Cordovero-, a condición de que cada uno de nosotros sea un grano de luz para su prójimo y en el reflejo de su comprensión dilate la vitalidad de los nexos, la apertura del oído para el viaje de la palabra. El universo es una granada que la granada imita; el sabio, un perseverante disfrutador de semejanzas.
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.