En la República Argentina donde los judíos contribuyeron en gran parte a su desarrollo y engrandecimiento, existió un presidente llamado Domingo Faustino Sarmieto. Este ejemplar maestro de escuela, insigne y ponderado prócer de la patria, ya en el siglo 19 sembraba en el pueblo la semilla de la discriminación y del odio, al declarar abiertamente y sin escrúpulos su aversión por los judíos.
También en Argentina, país al que los gauchos judíos llegaron a amar como si fuera su propia patria, hubo un gobernador que levantaba su brazo derecho extendido, al paso de la Bandera Argentina en los desfiles patrios. Me refiero al doctor Manuel Fresco, gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre los años 1936 y 1940, de franca orientación nazi antisemita, admirador abierto de Hitler, Franco y sobre todo Musolini.
Existen muchas pruebas que delatan la orientación antisemita de la mayoría de los gobiernos argentinos. Cabe recordar el mitin realizado hace 75 años en el Luna Park de la Capital Federal con el visto bueno del Gobierno y bajo un amplio operativo de seguridad. Fue el mayor acto fuera de Alemania a favor del antisemita Tercer Reich. Proliferan en aquella época instituciones de carácter social frecuentadas por altas personalidades, en las que no estaba bien vista la presencia judía. No era un antisemitismo importado por fuertes minorías infiltradas, como es lo que en estos momentos sucede en algunos países. Era un poderoso sentimiento arraigado en la prensa y en las altas esferas políticas y militares.
No hay quien no conozca a Juan Domingo Perón, presidente argentino electo en legítimas elecciones libres en el año 1946. Durante su gestión, Perón convierte al país en seguro refugio para los antisemitas jerarcas nazis que huyen de la justicia, causantes del holocausto que terminó con la vida de 6 millones de judíos. A cambio del oro de los dientes arrancados de cadáveres judíos, les ofrece asilo en mansiones dentro de paradisíacos paisajes argentinos.
No es de extrañar que un país con esos antecedentes y que nunca hizo nada para impedir pogromos y manifestaciones antisemitas programadas con antelación, pacte amistosamente con otro estado que hace todo lo que le es posible para borrar del mapa al país de los judíos. No es de extrañar que un país así, tenga gobiernos que miran para otro lado cuando árabes palestinos dirigen lluvia de proyectiles para matar deliberadamente a inocentes niños, mujeres y ancianos judíos. No es de extrañar que en un país con tales antecedentes, se permita transformar sus instalaciones gubernamentales en centros de propaganda anti israelí, como lo fue la Honorable Cámara de Diputados de la República Argentina hace unos pocos días.
¿Cómo se puede pretender entonces, que un país con capítulos en su historia que no ocultan su poca simpatía por el judaísmo, sea gobernada por personas que tengan interés en esclarecer actos antisemitas?. No se le puede pedir peras al olmo. Pasan los años y los criminales responsables de los terribles atentados perpetrados en Buenos Aires, en la embajada de Israel en el año 1992 y en la institución judía Amia dos años más tarde, siguen ocupando altos cargos en Irán, su país de origen. A pesar de que un total de 114 muertes y 542 heridos fue el resultado, pasarán los años y las manos asesinas continuarán impunes hasta su muerte natural, amparados por el ambiente antisemita reinante en los gobiernos que simulan querer llevarlos ante la justicia.
quien era el presidente hce 75anios cuando o del luna park