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| lunes noviembre 18, 2024

El andamiaje que apuntala el Estado Islámico


• Dos veteranos oficiales de Sadam Husein llevan las riendas del califato en Siria e Irak
• Su estructura tiene gobernadores provinciales, consejo de la Shura y 10 departamentos

Cuando el califato fue proclamado a mediados de este año, elEstado Islámico presentó en sociedad una estructura que había urdido durante años. El detallado armazón, liderado por Abu Bakr al Bagdadi y descentralizado en una veintena de gobiernos provinciales y múltiples departamentos, no era -en ningún caso- el organigrama de una organización militar sino -más bien- la precisa anatomía de un gobierno forjado en la sombra y curtido de los errores cometidos por Al Qaeda. Desde entonces, el andamiaje -capaz de administrar un vasto territorio a caballo entre Siria e Irak y garantizar los servicios básicos a unos 11 millones de habitantes- resiste en una coyuntura hostil, con los aviones de combate de la coalición internacional atormentando su cielo y las balas de no pocos enemigos agujereando sus fronteras.

«El modo en el que han sido capaces de mantener ciudades como Mosul mientras siguen cosechando avances es una prueba de que su sistema de gobierno tiene que estar funcionando», declara a EL MUNDO Veryan Khan, directora editorial de TRAC (Consorcio de análisis e investigación en terrorismo, por sus siglas en inglés), el instituto que acaba de desvelar el complejo entramado que ha convertido al Estado Islámico en la organización yihadista más poderosa, sin parangón en la historia reciente.

Al Bagdadi, el autoproclamado califa de todos los musulmanes, encabeza un armazón que se asienta sobre dos estrechos colaboradores, encargados de velar por la integridad del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) en Siria e Irak. La división tendría únicamente una utilidad logística porque -como sus huestes llevan a gala- el califato ha diluido las fronteras entre ambos países, trazadas a base de escuadra y cartabón por el acuerdo Sykes-Picot.

Los «números dos» de Al Bagdadi son Abu Ali al Anbari, en Siria, y Abu Muslim al Turkmani, en Irak. Ambos proceden de las filas del partido Baaz, de Sadam Husein. «Dependiendo de la fuente que se consulte, Al Turkmani [el nombre de guerra de Fadel Ahmed Abdalá] era un general responsable de la inteligencia militar y la guardia republicana o un teniente coronel de la inteligencia en tiempos de Sadam», detalla Khan. Como otros tantos dirigentes del IS, Al Turkmani conoció a su jefe en el campo de Bucca, el penal del sur de Irak donde las tropas estadounidenses confinaron al ahora líder yihadista entre 2005 y 2009.

Al Anbari, el delegado del califa en tierras sirias, era un destacado general en el ejército de Sadam que creció en Mosul, la segunda ciudad de Irak en manos yihadistas desde junio. Algunos informes sugieren además que Al Anbari perteneció a Ansar al Islam y fue expulsado por un caso de corrupción. «Se rumorea que Al Anbari carece del conocimiento de jurisprudencia islámica que se debería esperar en un dirigente de su nivel», destaca la experta. Al Bagdadi, sus dos adláteres y un gabinete compuesto por siete asesores forman Al Imara (El emirato, en árabe), el órgano donde se centralizan las decisiones clave.

De Al Turkmani y Al Anbari dependen, a su vez, los gobernadores de la docena de «wilayas» (provincias) que vertebran los dos territorios y que en el caso iraquí se fueron creando meses antes de que el IS lanzara su ofensiva. A ellos rinden cuentas los distintos departamentos del IS: liderazgo, militar, legal -que se ocupa del reclutamiento-, seguridad, inteligencia, financiero, mediático y el consejo dedicado a asistir a los miles de combatientes extranjeros que engrosan sus tropas.
La entidad que completa los entresijos del IS es el consejo de la Shura, el órgano donde se dirimen los asuntos militares y religiosos y que reporta directamente al triunvirato de Al Bagdadiy sus dos colaboradores. Su principal función es garantizar que los consejos locales y las diferentes alas de la organización cumplen la fundamentalista interpretación de la «sharia» (ley islámica) que propugna la organización. «Quien realmente da las órdenes es Al Bagdadi. La Shura es un escaparate para dar la impresión de que el líder cuenta con una supervisión ideológica», opina Khan. Su papel, sin embargo, no debe ser subestimado: «Se sabe que todas las decapitaciones de rehenes occidentales no se llevaron a cabo hasta contar con la aprobación de la Shura».

La jerarquía del IS no está exenta de futuras fricciones. «Podrían darse desavenencias. La coyuntura actual de éxitos deja a los gobernadores y los consejos sin razones para la lucha interna. Además, en caso de surgir diferencias de opinión, Al Bagdadi escogería a quien apoyar y la disputa se acabaría», apunta la directora editorial de TRAC. «Pero -agrega- si hay cambios en el campo de batalla o el cabecilla muere, es previsible que estallen conflictos de intereses. De momento, todos comparten la misma página que escribe en solitario Al Bagdadi»

 
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