- Obama necesita con urgencia un acuerdo con Teherán tras el descalabro electoral
- El ‘premier’ iraní también; pero ambos tienen enfrente a los ‘halcones’ de sus países
Después de la ronda de conversaciones celebrada en Omán la semana pasada, el P5 (Permanentes del Consejo de Seguridad + Alemania) afronta, sin muchas esperanzas, las reuniones de Viena. Si bien es cierto que las posturas están bastante enfrentadas, los principales actores implicados necesitan vender a sus poblaciones un acuerdo. No obstante, las opiniones públicas en sus estados están secuestradas por actores más radicales. Así, tanto los republicanos en EEUU como el Ayatolá Jamenei en Irán amenazan con derribar un acuerdo que más parece ‘un castillo de naipes’. Sobre este acuerdo cabe hacerse dos grandes preguntas: sobre qué se están negociando y qué consecuencias puede tener.
La primera pregunta es, quizá, la más sencilla. La base de la negociación se marcó el pasado 24 de noviembre, fecha en la que se firmó el acuerdo interino por el que Irán se comprometía a paralizar su programa nuclear para alcanzar un acuerdo de cara al futuro. Tras varias prórrogas, el próximo 24 de noviembre emerge como fecha límite para la firma del acuerdo. Esencialmente se están negociando tres elementos: el enriquecimiento de uranio, el levantamiento de las sanciones y las garantías de que Irán no posee un programa nuclear militar.
1) El enriquecimiento de uranio es, a todas luces, el aspecto más controvertido ya que el número de centrifugadoras que Irán considera necesario (19.200) está muy lejos del aceptable para Occidente (2000) En la actualidad Irán posee unas 10.200 centrifugadoras para enriquecer los isótopos de uranio.
2) El régimen de sanciones es el otro gran punto de confrontación entre Washington y Teherán. Si bien es cierto que hay una voluntad por parte de Occidente de rebajar la presión sobre la economía iraní, el ritmo en el que se produciría no se acercaría al deseado por Rohani. Occidente se plantea un levantamiento de sanciones progresivo con un horizonte de 20 años, mientras que para Teherán este proceso debería ser inmediato y casi total.
3) Las garantías sobre la no militarización del programa nuclear. A pesar de las conversaciones iniciadas el año pasado, los fines del programa nuclear de Irán siguen generando importantes dudas. Sus programas de misiles no han parado de desarrollarse, incluso durante este periodo de congelación del programa nuclear. Ejemplo de ello fue la prueba realizada en febrero pasado. Irán testó un misil balístico (Barani) con tecnología MRV susceptible de portar carga nuclear.
Consecuencias de las rondas negociadoras
Una vez hemos visto cuáles son los temas que se están discutiendo en las negociaciones, queda plantearse qué consecuencias pueden derivarse de estas dos rondas.
En primer lugar, habría que destacar que, tanto en EEUU como en Irán, existen divergencias de intereses. Mientras que por un lado Obama y Rohani necesitan un acuerdo a corto plazo, tanto los republicanos como el Ayatolá Jamenei no tienen tanta urgencia. El futuro político de Obama después de las recientes elecciones legislativas, pasa por una gestión adecuada de los asuntos internacionales, especialmente los de Oriente Próximo. Quizá fue por ello por lo que el presidente estadounidense envió una carta al Ayatolá Jamenei ofreciendo apoyo en la lucha contra el IS a cambio de una moderación de su postura en el programa nuclear. Por su parte, Rohani necesita un levantamiento sustancial de las sanciones para que su maltrecha economía pueda respirar, especialmente ahora que el precio del petróleo ha caído un 25%. Sin embargo, tanto los republicanos como los Guardianes de la Revolución iraní, es decir los ‘halcones’, necesitan mostrar posturas de fuerza frente a las ‘palomas’ y son ellos quienes tienen la última palabra sobre el acuerdo.
Temor al ‘efecto Gadaffi’
Por un lado, Jamenei teme al ‘efecto Gadaffi’ que se resumiría en una desprotección del régimen frente a una intervención internacional si renunciara a sus ambiciones nucleares. Por otro lado, los republicanos quieren comenzar a construir su llegada a la Casa Blanca en 2016 con una postura fuerte en el exterior.
Por su parte, Rusia también quiere jugar sus bazas y así lo ha hecho firmando un acuerdo con Irán que asegura tecnología y combustible para la central de Busher. El acuerdo da garantías a Occidente y tiempo a Irán.
En medio de esta tensión encontramos otros actores que, aunque no están presentes en las negociaciones, poseen un papel muy importante en las mismas. Por un lado, los saudíes no desean tener una potencia chií con capacidad nuclear y, por el otro, los israelíes buscan frenar a Irán a cualquier precio.
A las puertas de la Ronda de Viena, quizá a lo máximo a lo que podemos aspirar es a ganar tiempo.
Alberto Priego es director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad P. Comillas
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