El brutal ataque terrorista de ayer en una sinagoga de Jerusalén, en el que palestinos armados asesinaron a cuatro judíos, es similar en muchos aspectos a otros atentados anteriores. Por ejemplo, entre las víctimas había norteamericanos; los palestinos celebraron el asesinato de judíos inocentes y animaron a sus niños a crecer y hacer lo mismo; y los medios (especialmente la CNN, pero también el canal canadiense CBC, entre otros) ofrecieron una cobertura del ataque que hacía que resultaran imposibles de distinguir de los medios propagandísticos controlados por el Gobierno palestino. Pero algo fue diferente: unas reveladoras y esperanzadoras declaraciones del secretario de Estado estadounidense John Kerry.
Hasta ahora, Kerry ha estado desempeñando un papel innegablemente peligroso y contraproducente en el proceso de paz. Ha puesto las negociaciones al servicio de su vanidad, y no las ha considerado un intento serio de resolver un problema insoluble. Pero lo peor de la destructiva incompetencia del secretario ha sido la negativa del Departamento de Estado a exigirle responsabilidades a Mahmud Abás, presidente de la Autoridad Palestina, por su continuada incitación al terrorismo.
No hay duda de que la incitación de Abás es en parte responsable de la reciente oleada de atentados en la capital israelí. Y, pese a ello, el Departamento de Estado se puso de su parte en todas las ocasiones posibles, defendiéndolo como a un hombre de paz. Como escribí a finales de octubre, a la portavoz Jen Psaki le preguntaron acerca de la incitación realizada por el rais, y esto es lo que respondió:
No creo que eso sea… como saben, el presidente Abás ha renunciado a la violencia y ha buscado, de forma consistente, una solución pacífica y diplomática que permita [el establecimiento de] dos Estados. No tengo otro análisis que ofrecerles.
Cuando disculpas el asesinato de inocentes, obtienes más asesinatos de inocentes. Y eso es justo lo que ocurrió, y lo que siguió ocurriendo, mientras el Departamento de Estado de Kerry y la Casa Blanca de Obama trataban de buscar pelea infantilmente con Benjamín Netanyahu, en vez de tratar de actuar como adultos o de desempeñar un papel constructivo en el conflicto.
Nunca hubo duda alguna de que el comportamiento de Obama y de Kerry animaría a un mayor derramamiento de sangre. Pero, al parecer, algo ha cambiado:
Kerry telefoneó al primer ministro Benjamín Netanyahu para darle el pésame tras la atroz matanza realizada por unos asaltantes palestinos en una sinagoga de Jerusalén; otros líderes mundiales también manifestaron su espanto ante el ataque.
Kerry, que se encontraba en Londres con motivo de unas charlas sobre Irán y Oriente Medio, denominó al asalto “un acto de puro terror y de brutalidad sin sentido”, e instó a los líderes palestinos a condenarlo “en los términos más enérgicos”.
La Policía afirma que dos atacantes de Jerusalén Este entraron a la sinagoga, situada en el barrio de Har Nof, poco después de las 7 de la mañana, y empezaron a atacar a los fieles, que se encontraban reunidos para las oraciones matutinas, con una pistola, un cuchillo de carnicero y un hacha. Ambos terroristas fueron abatidos por la Policía.
Kerry culpó del ataque a los llamamientos palestinos a “días de la ira”, y afirmó que sus dirigentes deberían dar pasos en serio encaminados a refrenar semejante incitación.
Así pues, ¿quién tiene razón, el viejo Kerry o el nuevo? Está claro que el nuevo supone una gran mejora, pero hay dos características de esta transformación que resultan inquietantes y que rebajarán el entusiasmo ante la recién encontrada brújula moral del secretario de Estado.
La primera es que a los judíos se les puede disculpar que crean que el mundo los considera víctimas propiciatorias. Las víctimas de hoy, por supuesto no son las primeras muertes producidas en la reciente pseudointifada; tampoco han sido los primeros muertos norteamericanos, ni las primeras víctimas de la incitación de Abás y de su mandato de actuar contra los judíos de Jerusalén. La triste realidad es que el mundo considera que cierta cantidad de sangre judía es el precio que tienen las cosas; no vale la pena ponerse hecho una furia por ello.
La palabra para eso es “prescindible”. Y eso es lo que las familias de las víctimas y quienes han sobrevivido a anteriores atentados entienden demasiado bien: sus seres queridos eran prescindibles para la comunidad internacional y, lo que aún resulta más doloroso, para el Gobierno de Estados Unidos. Por lo visto ahora se ha cruzado una línea, y los judíos ya no se consideran prescindibles. Pero es una desgracia que esa línea estuviera ahí desde un principio.
La segunda faceta inquietante de esta ancestral cuestión es: ¿Y ahora qué? Es decir, ahora que Kerry ha admitido el papel que desempeña la incitación palestina en su terrorismo, ¿qué hará al respecto? La respuesta, casi con total seguridad, es ésta: nada. El Gobierno estadounidense no va a retirarle la financiación a la Autoridad Palestina; en el pasado, Netanyahu luchó por una financiación continuada a la AP basada en la premisa de que Abás debe ser respaldado. Israel hace su parte manteniendo a las FDI en la Margen Occidental; Estados Unidos hace la suya manteniendo el flujo de dinero.
Abás ha condenado los ataques terroristas de ayer, así que puede que la nueva postura de Kerry esté al menos manteniendo la apariencia de paz. Y las apariencias ayudan. Pero la incitación no se refiere sólo a las declaraciones públicas de Abás en las que promueve la violencia, aunque haya realizado tales declaraciones durante la reciente campaña terrorista. Se trata de un sistema educativo y de unos medios de comunicación palestinos que incitan y que demonizan a los judíos. Hasta que Estados Unidos y el grueso de la comunidad internacional no encuentren una forma deacabar con esta cultura de la demonización, dirigida por el Gobierno, la paz seguirá estando mucho más lejos de lo que Kerry y sus homólogos europeos quieren aparentar.
Commentary
http://elmed.io/kerry-denuncia-la-incitacion-palestina-cambiara-eso-algo/
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