El 18 de noviembre de 2014 pasará a los anales de la infamia por el atentado en el interior de una sinagoga en Jerusalén por parte de dos palestinos armados con pistola, hacha y cuchillos, a los que algunos medios todavía tildan de “presuntos”. Pero esa fecha también quedará inscrita en la historia de la relación de España con el mundo judío porque, pese al cobarde ataque terrorista, el Congreso ni siquiera se planteó aplazar una medida unilateral que contraviene lo firmado en los Acuerdos de Oslo, instando al gobierno a reconocer al “presunto” (ahora sí) Estado Palestino. Y lo hizo con la aprobación de TODOS los partidos: de izquierda a derecha, desde los centralistas a los nacionalismos periféricos. De 322 votantes, sólo dos se opusieron (pese a que desde su propia bancada en el Partido Popular en principio se les achacó una equivocación). Lo imposible se hizo realidad: España toda unida sin fisuras.
Respecto a las voces discordantes, me recuerdan un pasaje de la lectura bíblica de este fin de semana, cuando Dios le dice a Abraham que ha decidido destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra. Entonces el patriarca regatea cuántos hombres justos podrían evitar el desastre: 50, 45, etc., hasta llegar a 10, cuando ya no obtiene respuesta. Tampoco aquí encontramos esa “masa crítica” de ecuanimidad que salve a la cámara baja de su perdición ética, y eso que entre sus filas hay supuestos “grandes amigos de Israel” y que el presidente de honor del partido gobernante sea el fundador de “Friends of Israel”. Lo que parecía imposible se ha vuelto real: el todopoderoso lobby judío en España y el mundo no tiene tanta influencia como para evitar o postergar un mazazo como éste a la seguridad de Israel, los judíos… y España.
Porque formular una declaración política de este calado simbólico por práctica unanimidad el mismo día en que se comete un atentado aparentemente anti-israelí pero en realidad ANTISEMITA (ya que los asesinos también eran israelíes y entraron en una sinagoga para asegurarse de que los que murieran fueran JUDÍOS) sólo tiene la lectura de premiar al terror y la muerte. Y el no aplazamiento en tales circunstancias es un agravante respecto a otras declaraciones similares como la de las cámaras británica e irlandesa. Resulta difícil imaginar que un escenario democrático alternativo sin la “casta” política (es decir, si el emergente partido Podemos participara en esta votación) hubiera arrojado un resultado diferente. Y ello a pesar de que las encuestas informales que plantearon algunos periódicos arrojaron unos resultados bastante distintos, con cerca de un tercio de votantes opuestos a la proposición no de ley presentada.
Y una pregunta: ¿por qué no se podía posponer para evitar este tipo de asociaciones y apoyos involuntarios al terrorismo? La respuesta la tuvimos dos días después, cuando la agenda del Congreso tenía apuntado el debate sobre la ley de nacionalidad a los sefardíes. Al ministro de exteriores le urgía que la amargura del apoyo del gobierno a una propuesta que en principio iba a ser mucho más dura, se edulcorara y olvidara 48 horas después, tal como se viene haciendo desde los tiempos del franquismo por gobiernos de todos los signos: a cada patada a Israel le sigue un gesto amable hacia el mundo sefardí.
Mientras sus señorías debatían la propuesta y algunos subían al estrado ataviados con símbolos de grupos terroristas para dar vivas a esta declaración, una cadena de televisión emitía la película más taquillera del cine español, “Lo imposible”, pero el tsunami auténtico de la ignominia nos inundaba aquí mismo. Ya puestos, ¿para qué perder tiempo? Elevemos una propuesta no de ley instando al gobierno a que reconozca al Estado… Islámico, ese que ya nos ha puesto en su bandera negra y nos recuerda el nombre con que se llamó a gran parte de este país durante siglos: Al-Andalus. ¿Imposible?
5MENTARIOS