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| miércoles diciembre 18, 2024

La Orquesta Filarmónica de Israel en el Teatro Colón: Un caso donde el antisionismo y el antisemitismo se encontraron


En agosto de 2013, la Orquesta Filarmónica de Israel vino a nuestro país a dar un concierto. Quienes fuimos al Teatro Colón a escuchar su performance nos topamos con una manifestación pro-palestina frente a las puertas de acceso. Junto a las banderas palestinas izadas, los solidarios de la causa palestina cantaron: “asesinos, como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”.

Que la simpatía por el pueblo palestino va frecuentemente unida al odio a Israel a estas alturas será innecesario remarcar. El cántico disipa toda duda: en la impresión de los manifestantes, músicos israelíes merecen ser exterminados debido a las políticas de su gobierno.

Ciertamente, a lo largo de su destacada trayectoria la Orquesta Filarmónica de Israel ha mostrado gran compromiso con su nación. Arturo Toscanini, quien dirigió su primer concierto en 1936 (cuando la OFI se llamaba Orquesta Sinfónica Palestina), declaró “hago esto por la humanidad”. En 1948, año del nacimiento del moderno Estado de Israel, Leonard Bernstein dio un concierto en el monte Scopus en Jerusalem para soldados y heridos. En 1967, en ocasión de la Guerra de los Seis Días, regresó para tocar la Resurrección de Gustav Mahler y el himno nacional Hatikva. Durante la Guerra del Iom Kipur en 1973, Pinchas Zukerman, Isaac Stern y Daniel Barenboim viajaron al país a grabar un concierto cuyo soporte luego fue llevado a hospitales que albergaban soldados. En 1982, Zubin Mehta (tiene la misma edad que la orquesta) dirigió al conjunto musical en la frontera con el Líbano y en 1991 dio un concierto durante la Guerra del Golfo durante el cual cayeron misiles desde Irak; tenía su máscara de gas puesta mientras dirigía una pieza de Bach. En 2010, Mehta fue a Sderot, sureña ciudad israelí, a tocar por Gilad Shalit, soldado que entonces estaba secuestrado por Hamas en Gaza.

Con toda probabilidad, no fue por esto que los simpatizantes pro-palestinos se plantaron frente al Teatro Colón e invocaron al nazismo al exteriorizar su objeción a la presencia de la OFI en suelo argentino. Esta manifestación se inscribió en una campaña global de boicot cultural, político y económico a todo lo relacionado con Israel. Es difícil imaginar una concentración similar ante la visita de la orquesta de cualquier otra nación cuyas políticas sean reprochadas por estos militantes argentinos. Sólo en el caso de Israel, sus músicos, artistas, escritores y académicos han de ser marginados, censurados, empujados fuera del marco de lo aceptable.

Esta discriminación delata la naturaleza real de las motivaciones de los simpatizantes de los palestinos. Al no salir a la calle a condenar a ningún otro gobierno del mundo ni a protestar contra ninguna dictadura ni al mostrar compasión alguna por otra víctima que no sea palestina, exhiben -aún involuntariamente- sus prejuicios. Tal como ha graficado Shlomo Ben-Ami, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Israel, en un artículo en el diario español El País:

“A los israelíes les cuesta entender por qué cinco millones de refugiados y doscientas mil muertes en Siria tienen mucha menos gravitación en la conciencia occidental que los dos mil palestinos asesinados en Gaza. No llegan a comprender por qué los manifestantes europeos pueden denunciar las guerras de Israel y calificarlas de ´genocidio´, un término que nunca se aplicó a la hecatombe siria; el arrasamiento de Grozny por parte de Rusia; [y] a las quinientas mil víctimas en Irak desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003…”.

Hillel Neuer, Director Ejecutivo de UN Watch, lo expuso de este modo:

“Si durante el año pasado no gritaste cuando miles de manifestantes fueron asesinados por Turquía, Egipto y Libia, cuando más victimas que nunca fueron ahorcadas por Irán, fueron bombardeados mujeres y niños en Afganistán, fueron masacradas comunidades enteras en Sudán del Sur, mil ochocientos palestinos fueron matados de hambre y asesinados por Assad en Siria, cientos fueron asesinados en Pakistán por ataques terroristas jihadistas, fueron asesinados diez mil iraquíes por terroristas, fueron masacrados aldeanos en Nigeria, sino que sólo gritas por Gaza, entonces no eres pro-derechos humanos, eres solo anti-Israel.»

La indignación moral selectiva de los adherentes al pro-palestinismo es enigmática aún en otro aspecto, que Ben-Ami no aborda y Neuer insinúa: pues los manifestantes pro-palestinos no muestran consideración con las víctimas palestinas cuando estas no son ocasionadas por Israel o no puede culparse al estado judío por ellas. En Siria, mil ochocientos palestinos fueron matados por el régimen Assad y estas mismas personas que salieron contra la OFI no salieron contra el gobierno de Damasco. Ciento sesenta niños palestinos murieron construyendo los túneles de Hamas, y tampoco salieron a manifestarse contra el movimiento fundamentalita que gobierna la franja. De modo que la indignación moral no es selectiva solamente, es nítidamente hipócrita.

Esta atención desproporcionada asignada a Israel es el genuino foco de sus obsesiones: los palestinos son meros agentes pasivos, apenas un vehículo conveniente para transportar el odio que los filo-palestinos sienten contra el estado judío. Ante un universo importante de grandes masacres, callan, y sólo hablan -si y sólo si- Israel puede ser culpada por ellas. Esta actitud de condenar a los israelíes por acciones por las que no condenan a ningún otro grupo nacional los expone por lo que son: no “pro-palestinos” sino “anti-israelíes”.

Apartar al único estado judío del mundo de la familia de las naciones para la sanción específica es un acto discriminatorio. Y la discriminación contra los judíos lleva por nombre antisemitismo. Desde ya, no todo cuestionamiento a Israel está motivado por el antisemitismo. Existe, y debe ser tolerada, la crítica legítima. A la vez, eso no significa que nunca la crítica hacia Israel nazca del odio anti-judío. A los observadores de este fenómeno nos corresponde ser prudentes al evaluar tales cuestiones. Sin embargo, más usualmente que no, los pro-palestinos nos simplifican la tarea soberanamente.

Informe sobre Antisemitismo 2013 (DAIA) – pp. 57-59

Informe completo en PDF aquí:
http://www.daia.org.ar/2013/uploads/documentos/97/informe2013%20completo.pdf

 
Comentarios

Si,está claro que es antisemitismo,y es al parecer muy difícil de erradicar.Lo primero que habría que hacer es luchar a fondo porque todos los países árabes,Palestinos incluidos,reconozcan al estado de Israel.Desgraciadamente sin esto no va a terminarse el antisemitismo…Y entonces,podemos preguntarnos,en la era de los nazis cuando no había estado judío¿por qué se produjo el holocausto?.Pero estamos en el aquí y ahora y un reconocimiento del Estado Judío,con las fronteras a discutir,sería el final de muchos desencuentros.
Se quedarían sin motivos muchos de los antisemitas.Les deseo lo mejor,que Dios les acompañe siempre.

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