Netanyahu anunció la disolución del Parlamento y el consecuente llamado a elecciones. Los partidos ya debaten sobre la fecha más propicia para que tengan lugar los comicios y los días más probables caen a mediados de marzo, antes del «Éxodo de Pesaj», que disminuiría aún más el ya previsible desinterés de participación.
Bibi comunicó la destitución de los ministros Lapid y Livni. La resolución del drama llegó después de una crisis latente de varias semanas que empeoró en los últimos días.
No faltaron razones para agudizar el conflicto: el presupuesto del Estado, la propuesta de Lapid de suprimir el IVA en la compra de la primera vivienda para abaratar su precio, o la controvertida «Ley de Nacionalidad». Pero más allá de estos argumentos, como era de esperarse tarde o temprano, esta «coalición imposible», donde nadie confía en nadie y nadie soporta a nadie, agotó su camino en menos de dos años.
Los «ministros subersivos» criticaron el ego de Bibi aunque sería más justo repartir el ego equitativamente entre los tres.
«Olvidándose» a propósito de Liberman y Bennett, que no dejan de hacerlo sudar, Netanyahu acusó a Lapid de obrar a sus espaldas para dar un «golpe de Estado» con la ayuda de los ultraortodoxos, un argumento similar a que Bibi quisiera aliarse con el Estado Islámico para luchar contra Estados Unidos.
El mismo Lapid replicó a Netanyahu con la misma acusación, lo que probablemente sea más lógico ya que los ultraortodoxos, que están fuera del Gobierno, aseguraron que en los últimos días recibieron ofertas para integrar el Ejecutivo, algo que no sorprendió a nadie.
Luego llegó el turno de Livni, que se reunió con Netanyahu sin lograr ningún acuerdo. Poco después del encuentro, Bibi le comunicó la dimisión por telefóno. «No se atrevió a decirlo mirándome a los ojos», declaró Livni.
Más tarde, Netanyahu se dirigió a la nación para pronunciar su primer discurso electoral. Acusó a Lapid de haber fracasado como titular de Finanzas y a Livni le reprochó sus críticas a la construcción judía en Jerusalén Este.
En esta oportunidad, Bibi fue más sincero que nunca, ni siquiera mencionó su «deseo» de reanudar el inexistente diálogo con los palestinos en base a la formula de «dos Estados», una cuestión que no jugó ningún papel de relevancia durante la legislatura. Tuvo que cuidarse; tanto Bennett como Liberman y los extremistas del Likud escuchaban sus palabras pocas semanas antes de las primarias.
La hipocresía iba en aumento cada minuto que pasaba. Livni nos quiso hacer creer que el Gobierno de Bibi tiene un programa «sin esperanzas», olvidando que ella misma lo bancó durante dos años y apoyó la gran mayoría de sus iniciativas. Incluso logró superar su cinismo: «Las elecciones serán entre mi sionismo y su extremismo», sentenció sin vergüenza.
Teniendo en cuenta que los dirigentes palestinos no pueden hacer nada y que los líderes israelíes no quieren hacer nada, la única posibilidad de avanzar en la reanudación de las tratativas sería mediante una fuerte presión internacional, algo que ni ocurrió ni va a ocurrir.
Es cierto que el Parlamento francés votó una resolución no vinculante que insta al Gobierno galo a reconocer un Estado palestino, pero también es cierto que hasta que entre en funciones el nuevo Gabinete hebreo, Obama iniciará su prolongada despedida de la Casa Blanca.
Es prematuro especular sobre la composición del futuro Ejecutivo israelí, pero varios sondeos divulgados desde el pasado fin de semana hasta ahora vaticinan un Parlamento demasiado fragmentado y en el que sólo Netanyahu tendrá posibilidades reales de formar una nueva coalición más reaccionaria que la actual.
No se puede profetizar qué sucederá en marzo. Tres meses aquí en Israel son una eternidad, pero viendo el grado de extremismo, violencia, racismo e intolerancia que reina en la sociedad, además de las cada vez mayores brechas sociales, nada bueno podrá salir de todo esto.
A veces, hay que dar un paso atrás, para luego avanzar dos !!!