A la semana de lanzado «Sabra», se publicó su segunda edición

Hace cuatro meses tuve la satisfacción de participar en el acto en el que se informó públicamente del lanzamiento del libro que viene siendo el éxito de Editorial Sudamericana. Compartí el panel del Keren Kayemet con Gustavo Perednik, quien lo anunció ante una audiencia de más de trescientas personas que incluía a la embajadora de Israel y al coautor de Sabra, Marcos Aguinis.

De inmediato me pareció excelente que se difundiera, en forma de novela histórica, el heroísmo de la Primera Aliá y la aventurera biografía de Abshalom Feinberg, “el primer sabra”. En nuestros tiempos es indispensable relatar la verdadera gesta del sionismo para contrarrestar su deslegitimación.

Con el libro ya leído, pude apreciar aún más que eso, ya que se trata de una perla literaria que debería estar en todo hogar judío.

Sabra sumerge al lector, por medio de un suspenso que decae en muy pocas páginas, en una epopeya que cruza desde la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra de los Seis Días. Los protagonistas incluyen a Bialik y a Einstein, a Herzl y a Weizmann, a Ajad Haam y a Jabotinsky. No creo que haya otra obra de la literatura argentina en la que palpite tanta historia judía. Incluso, para mi sorpresa, también historia judía argentina. Están presentes en el texto desde el Tanáj y el Talmud hasta las canciones que recordamos de campamentos, como la del finyán y el café.

Hay varios motivos destacables: el idealismo de la juventud, el apogeo y la caída de Europa, los grandes magnicidios que precipitaron matanzas, la vida de los judíos bajo los zares, el caso Dreyfus y la literatura romántica. De todo ello se brindan ilustrativos debates entre los protagonistas, y junto a ellos, las disputas internas en la vida de Éretz Israel de hace un siglo: el viejo ishuv frente al nuevo, sefaradim y ashkenazim, religiosos y laicos, socialistas y liberales.

Por conocer bien a ambos autores, creo descubrir páginas de Aguinis en las descripciones de paisajes o en los diálogos en París de la belle époque, y textos de Perednik en la visita de Herzl a Eretz Israel y en la descripción de la Rusia zarista. Pero lo que se percibe en la mayoría de los capítulos es una simbiosis de dos notables intelectuales producidos por la comunidad judía latinoamericana. Una espléndida combinación que, de perdurar en futuras obras, podrá generar un antes y un después literario.

Habiendo dedicado toda mi vida a la educación judía, me doy cuenta de que Sabra es muy apropiado como parte de la currícula en nuestras escuelas. Por medio de una narración atrapante, los alumnos aprenderán toneladas de la modernidad judía, y percibirán las discusiones y debates que siempre mantienen la vitalidad de nuestro pueblo. Pero debe quedar bien claro que no se trata en absoluto de un libro para la comunidad. No es casual su éxito editorial de 10.000 ejemplares en una semana, ni que fue lanzado en un auditorio colmado de la Universidad de Belgrano, en presencia de su fundador y presidente Dr. Avelino Porto. Porque su temática es universal, y abarca el amor por la naturaleza, un elogio de la juventud, la invención de las armas más mortíferas en la Primera Guerra Mundial, el genocidio armenio. Están presentes en Sabra escritores como Mark Twain, Zola y Tolstoi, así como grandes compositores clásicos.

El final es de antología detectivesca, y me encuentro entre los lectores que fueron sorprendidos, tanto en el plano de la relación entre los protagonistas como desde el punto de vista de los datos históricos que revela al concluir. Aguinis y Perednik deberían retomarlos para una segunda vuelta, que sin duda marcará un camino.

La lectura de esta novela implica una profunda reflexión que, sin que los autores deban declamarla, reafirma la validez de la causa judía. No solo se la recomiendo a nuestros lectores; digo que este libro es sencillamente imperdible.