Es en el libro del Exodo 3 : 3 donde el Creador se aparece ante Moisés en medio de una zarza ardiente o snéh bohe para dejarle oír su voz. La misteriosa igneofanía, que los historiadores y científicos actuales relacionan con una extraña planta de gas que lleva por nombre fraxinella ( Dietamnus Albus L. ), es la primera imagen de una cadena metafórica que, pasando por las lenguas de fuego de Pentecostés y la fundación de la Orden del Carmelo, llega a la ´´llama de amor viva´´ de san Juan de la Cruz después de haber atravesado siglos de meditación y experiencias luminosas. ´´Se trata-escribe el botánico Noldenke en relación a la fraxinella-de una hierba de gran crecimiento, de hasta un metro de altura, con racimos de flores púrpura. Planta recubierta de glándulas oleaginosas que despiden un aceite tan volátil que, al aumentar la temperatura, puede dar lugar a una repentina inflamación.´´
Smith, otro estudioso, sostuvo que la prestigiosa zarza era una rama de muérdago ( o Lorenthus accaciax), la cual, y cuando está en flor, parece que estuviera ardiendo. Un tercer especialista llamado Schwabe amplió aún más el tema sosteniendo que existen varias plantas crasas típicas de los desiertos que, sometidas a un calor intenso, entran en combustión espontánea. Estos y otros datos más proceden del excitante aunque un tanto fantasioso libro de W. Keller Y la Biblia tenía razón. Obviamente, y se tenía razón y aún la tiene, se trata de una razón ardiente que nada debe pedirle al racionalismo en boga para justificar sus cristalizaciones espirituales. Ninguna hierofanía-manifestación de lo sagrado-, ya sea hebrea, griega, musulmana o católica, requiere de un aparato crítico y objetivo para justificar su alcance. Una personalidad tan compleja y rica como la de Blas Pascal dio testimonio, según sabemos, de ese mismo fuego místico al hallarse, entre sus ropas y una vez muerto, una inscripción que rezaba: ´´Fuego, fuego, Dios de Abraham, Isaac y Jacob.´´ Matemáticas aparte, el sentimiento místico, tan ligado al fuego y a la luz, responde a una genealogía bioquímica que tiene en el fósforo molecular su causa de ignición. Algunos seres afortunados, más acá y más allá de su metabolismo, perciben la luz que los teje y el ardor mental que suele llevarlos de la oscura nada a la hitlahabut o entusiasmo jasídico, la conciencia crística o el despertar búdico, del que regresan para dar testimonio, ante sus contemporáneos, de la Existencia Real de ese Ser del que formamos parte. Ese Ser que es Luz, Conciencia y Beatitud como señalan muy bien los hindúes en la expresión satchidananda.
Pero el Exodo 13: 21 prosigue: ´´Durante el día el Creador iba con ellos en una columna de nube o humo y por la noche en una columna de fuego,´´, señalándonos aquí que ya no es un hombre solo el agraciado sino todo un pueblo, Israel. Se trate o no de una alegoría, del recurso literario a cierta imagen impactante, lo cierto es que ese mismo fuego vuelve a brotar en el Exodo 19: 18 .´´ Y el Monte Sinaí estaba cubierto de humo por causa del descenso del Creador en fuego ´´ denotando, la dirección de sus llamas, que si el mensaje viene de lo alto, su efecto es un retorno a la fuente emisora, de ahí que cada vez que un místico judeocristiano siente en su interior el mencionado calor, se atreva a decir, como Juan de la Cruz:´´ Para comenzar a ir a Dios, se ha de quemar y purificar el corazón de todo lo que es criatura con el fuego del amor de Dios.´´
¡Qué impactante y bello es ver a dos figuras inmensas del pensamiento humano unidas en este artículo del mundo judío!
San Juan de la Cruz, místico español, autor de glorias de la literatura y Blas Pascal, genio máximo francés, inventor, pensador, matemático insigne.
Para honrar a estas cumbres, judíos y cristianos deben acercarse al máximo. Shalom, JEV