El aceite, recuperado por iniciativa del llamado Instituto del Templo, dedicado a la reconstrucción de objetos que se empleaban en ese recinto sagrado para el judaísmo, fue producido tal y como se hacía hace dos milenios, explicó el rabino Haim Richman.
«Lo hicimos según la Torá y las leyes que concernían a la actividad en el Templo», indicó el rabino, también director del departamento internacional del Instituto.
El aceite producido, apenas cuatro litros y medio, prensado de un total de 150 kilogramos de olivas, es expuesto en la sede del instituto en la Ciudad Vieja de Jerusalén con motivo del séptimo día de Jánuca, que literalmente significa «inauguración».
En esta fiesta los judíos conmemoran la purificación y dedicación del Templo de Jerusalén por los macabeos tras derrotar al Imperio Seléucida en una revuelta en el siglo II a.C.
Según la tradición, una pequeña porción de aceite puro que hallaron abandonado, sirvió para encender el candelabro durante ocho días, los mismos que dura la fiesta.
Desde la destrucción del Templo por los romanos en el siglo I, la fiesta se conmemora en los hogares judíos con el encendido progresivo de ocho lámparas de aceite y se acompaña de la entrega de regalos a los niños, fiestas populares y alimentos típicos, en su mayoría fritos en aceite.
Richman afirmó que este año su instituto quizo acercar un poco más a la población a una fiesta estrechamente ligada a las estrictas prácticas de purificación que se aplicaban hace 2.000 años al entrar en el Templo.
«Las leyes de purificación son muy conocidas a nivel familiar, todo el mundo sabe lo que es un ‘mikve’ (baño ritual), pero las que eran aplicadas en el Templo no lo son porque no existe», sostuvo.
Después de años de estudio, los eruditos llegaron a la conclusión de que el aceite puro debía provenir de algún tipo de plantación orgánica separada porque, según la Mishná (compendio de leyes judías que en el siglo III consolidó la tradición oral), se sabe que los olivos destinados para el aceite del Templo no se mezclaban con ninguna otra plantación.
Tal era el esmero que se ponía en la pureza del aceite que el instituto consideró también necesario prensar las olivas sin intervención de ningún elemento metálico, basándose en otro principio religioso milenario según el cual el metal fundido podría provenir de una espada manchada con la sangre de un muerto, lo que sería impuro.
Por esa misma razón, las vasijas en las que fue almacenado el aceite son únicamente de cerámica.
«Fue un proceso complejo», aseguró el rabino al reconocer que, si bien no todos los detalles son conocidos, «la investigación fue exhaustiva y larga y duró todo lo necesario hasta sacar las conclusiones que se requerían».
Identificado con la derecha más nacionalista en Israel, el Instituto del Templo está formado por rabinos y feligreses que creen que el judaísmo no debe esperar de brazos cruzados la llegada de su Mesías, como defiende la ultraortodoxia.
Por ello, desde hace tres décadas están abocados a la fabricación de los utensilios que se usaban en el Templo, la fabricación de los ropajes que vestían los grandes sacerdotes – hace unos años fue necesario encontrar un gusano especial en Turquía para extraer de él el color celeste -, y la liturgia del trabajo sagrado que se hacía en el santuario.
«Queremos concienciar al pueblo de lo que se hacía en el Templo», subrayó en ese sentido Richman, convencido de que la era mesiánica esta cerca.
Una faceta más polémica del grupo es la defensa del derecho de los judíos a rezar en el lugar donde estuvo el santuario, el Monte del Templo, una demanda que en los últimos meses generó gran tensión con la población árabe de Jerusalén.
«La historia de Jánuca es en gran medida la de la lucha del pueblo judío por un hogar en la Tierra de Israel y por el Monte del Templo. Creemos que los judíos deben luchar por sus creencias, tal y como hicieron los macabeos hace más de 2.000 mil años», declaró el rabino.
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