La noticia sobre Cuba postergó la reflexión que quería hacer a tenor de la doble noticia sobre Palestina que nos llegó de Europa. Por un lado, la insólita -e indecente- decisión del Tribunal de Justicia europeo de anular la tipificación de grupo terrorista a Hamas; por el otro, el papelito que se agenciaron en el Parlamento, con la aquiescencia de casi todos -Tremosa tuvo la decencia de abstenerse- para reconocer no se sabe muy bien el qué, pero es algo parecido a decir que ¡Viva Palestina!, aunque no haya negociaciones, se mantengan los misiles y los atentados, los países vecinos armen a grupos yihadistas, las organizaciones palestinas se nieguen a reconocer a Israel, y el resto del sonsonete bélico.
Es decir, tal como hicieron sus ancestros, con Chamberlain y su apaciguamiento con los nazis, los prohombres del establishment europeo se lavan las manos, miran hacia otro lado y deciden hacer del buenismo cerril su política internacional. El buenismo y el peloteo a los intereses vinculados al negro maná. El hecho de que tales decisiones impliquen el aval a actos terroristas atroces y a ideologías que no tienen nada que ver con el derecho a los pueblos, y mucho con el dominio brutal de los pueblos, importa nada, porque la ética y la verdad nunca fue lo que movió a la vieja Europa. Por cierto y como paréntesis, que España haya sido una de las más entusiastas en meter el dedo en el ojo de Israel decidiendo el cómo y el porqué se proclama el Estado palestino, y luego exige que nadie diga ni mu sobre el tema catalán porque es un «asunto interno», y eso que aquí no hay matanzas, ni bombas suicidas, es un gesto de hipocresía política estratosférico. Ni vergüenza tienen de disimular.
Y así estamos, diciendo a Hamas que no importa qué dictaduras financien sus bombas, ni la enorme riqueza que han acumulado sus líderes aprovechándose del conflicto, (con sus máximos líderes, Ismail Haniye y Jaled Meshal instalados en lujosos hoteles de Doha y superando los 4 millones de euros de fortuna cada uno), ni su ideario islamista radical, contrario a cualquier libertad, ni su adoctrinamiento de niños para el odio, ni el sometimiento a su pueblo, nada importa porque lo políticamente correcto es decir «viva la kefia», hacerse el tonto y dejar que estas organizaciones letales continúen enviando a su pueblo y al vecino al callejón de la muerte. Lo de Europa no tiene nombre, y si lo tiene, su lema reza «lo vendemos todo», sobre todo la dignidad. Sea como sea, Europa lo ha vuelto a hacer, lavarse las manos de Poncio, hacerse el mono de Gibraltar que no ve, no oye y no pregunta y, por el camino de defender su trasero, venderse al mejor postor, que siempre es el petrodólar. ¡Qué importan unos israelíes más o menos perdidos en medio de la nada, amenazados por todos los flancos! Total, en nuestro ADN histórico hay tanto amor hacia los judíos…
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