Uno de los comentarios más perspicaces que he leído acerca de los atentados cometidos en Francia la semana pasada ha sido la columna de Ben Dror Yemini publicada el martes en Ynet. Yemini señala que alguien que sólo se informara en los principales medios occidentales no tendría motivos para creer que el extremismo islámico es un problema; no porque no se emplee la expresión “terrorismo islamista”, sino porque no se informa acerca de la gran mayoría de atentados.
Se informa ampliamente acerca de los pocos atentados contra objetivos occidentales, además de unos cuantos ataques especialmente atroces cometidos en países no occidentales, como elasalto del mes pasado a una escuela paquistaní. Pero no ocurre así con la gran mayoría de ataques rutinarios que se cometen prácticamente a diario en el mundo islámico y que han costado la vida a cientos de miles de personas en los últimos años.
Así, por ejemplo, el New York Times informó de un atentado excepcionalmente sangriento cometido por Boko Haram hace dos semanas y en el que el grupo podría haber matado a cerca de 2.000 nigerianos. Pero, perdido en medio del párrafo 12, aparece el impactante hecho de que sólo el año pasado ese mismo grupo terrorista mató a unas 10.000 personas. ¿De cuántos de los miles de ataques que causaron esas 10.000 víctimas informó el Times? Prácticamente de ninguno.
De manera análoga, Hisham Melham, de Al Arabiya, señalaba hace quince días que en Siria mataron a 74.000 personas el año pasado, mientras que en Irak la cifra de víctimas ascendió a unas 1.000 al mes. Pero, ¿cuántos de los miles de ataques que causaron esas escalofriantes cifrasaparecieron en los principales medios occidentales? De nuevo, casi ninguno.
Pero el problema no acaba ahí, afirma Yemini, porque aparte de no informar sobre el terrorismo islámico, los principales medios están obsesionados con Israel. Y eso no afecta sólo a la imagen que la gente tiene de Israel, sino a la que los musulmanes tienen de Occidente.
Para entender por qué, baste un pequeño ejemplo. En la página web del Times, el artículo sobre el asesinato de 2.000 personas por Boko Haram ocupa 540 palabras. Comparado con esto, un artículo del mes pasado sobre un palestino que murió en una manifestación antiisraelí (sigue sin estar claro si por haber sido maltratado o porque sufrió un ataque al corazón) fue juzgado digno de ocupar 1.040 palabras. Así, un palestino al que supuestamente mató Israel mereció 4.000 veces más palabras que cada víctima de Boko Haram, y el ratio sería mucho mas alto si incluyéramos a todas aquellas de las que nunca se informa. Cada palestino abatido (real o supuestamente) por Israel recibe un tratamiento aproximadamente igual de amplio.
Por eso, Yemini sostiene que un musulmán que sólo se informe en los principales medios occidentales llegará a la lógica conclusión de que Israel, y no el extremismo islámico, es la mayor fuente de muerte y destrucción que hay actualmente en el mundo. Y de hecho, aunque no lo mencione, escuchar a cualquier líder occidental conduciría a esa misma conclusión: todos dedican bastante más tiempo a criticar a Israel que, por ejemplo, a Boko Haram o al régimen sirio apoyado por Irán.
Pero Yemini dice que cuando esos mismos musulmanes occidentales examinan las políticas de sus Gobiernos, ven que sus acciones contradicen la conclusión lógica a la que le hicieron llegar los medios. A fin de cuentas, los países occidentales están bombardeando actualmente al Estado Islámico, no a Israel. Y le han impuesto sanciones económicas a Siria, no a Israel. Por eso, el musulmán racional que se informe en los medios llegará a la conclusión de que los Gobiernos de Occidente no sólo son hipócritas, sino hipócritas antimusulmanes: colaboran militar y económicamente con Israel mientras emplean fuerzas militares y económicas contra musulmanes, a pesar de que, a juzgar por los medios de comunicación occidentales, parezca bastante más culpable. Y esa hipocresía antimusulmana indigna, y con razón, al musulmán racional en cuestión, escribe Yemini.
Naturalmente, las políticas de los Gobiernos occidentales en realidad están bastante más de acuerdo con la realidad de lo que juzga nuestro hipotético musulmán a partir de la distorsionada impresión que le brindan los medios. Pero lo cierto es que no tiene forma de saberlo, porque la gente de la que depende para informarse (los medios) le cuentan reiteradamente lo contrario.
Antaño, los liberales occidentales comprendían la decisiva importancia de una información veraz. Creían sinceramente que, como proclama el Nuevo Testamento, “la verdad os hará libres”. Precisamente por eso Occidente invirtió tanto en medios de comunicación como Voice of America (La Voz de América) y Radio Free Europe (Radio Europa Libre) durante la Guerra Fría: muchos occidentales creían sinceramente que hacer que los ciudadanos de Europa Oriental y de la Unión Soviética escucharan la verdad en vez de la propaganda ofrecida por la prensa soviética contribuiría a la caída del Telón de Acero. Y la historia demostró que tenían razón.
Pero parece que hoy los liberales occidentales ya no creen en el poder de la verdad. Si lo hicieran, se darían cuanta de que el camino para derrotar al extremismo islámico comienza porinformar fielmente de todas las víctimas que causa, día sí y día también. Pues sólo cuando la gente sepa la verdad acerca de la masacre cometida por este extremismo podrá empezar a volverse en su contra.
En numerosas ocasiones desde este mismo foro, he denunciado la parcialidad cuando no manifiesta tendenciosidad evidenciada por los medios de comunicacion occidentales (con honrosas exepciones), a la hora de abordar asuntos de la mayor trascendencia, como puedan serlo el desafio yihadista lanzado desde el mundo islamico, hacia nuestras sociedades y sistema de valores … hoy nuevamente, al hilo de este árticulo, volveré a hacerlo, dada la gravedad del momento, y la absoluta irresponsabilidad y ausencia de ética profesional en el que incurren una parte significativa de los mismos …
Si antaño prevaleciá la trasmision de los hechos, hoy tan solo parece importar, su prévia e interesada interpretacion, a la hora de difundirlos, asi al menos se trasluce del «adoctrinamiento» de caracter marcadamente ideológico al que muchos de ellos se libran, el cual supera con creces, los limites estrictos de una legitima linea editorial, para adentrarse de lleno, en el activismo partidista y sectario, en funccion de filias o fóbias, con las que el lector, oyente o televidente, no tiene evidentemente porque sentirse «comulgar» …
Ofrecer una vision interesada y sesgada de los hechos, constituye pues una infraccion al deber prioritario de informar, una ofensa al compromiso deontológico contraido por todo profesional que se precie, y un insulto a la capacidad de critério y autonomia intelectual de aquellos a los que se dice «servir» …
El delito es tanto mayor, como grande es su incidencia, en la conformacion de una vision erronea de los hechos, por parte de la opinion publica, asi como en las posteriores consecuencias de todo tipo, que de la tal se derivan …
En el caso de Israel, resulta aún mas sangrante observar, el empeño que dichos médios tienen contraidos, a la hora de ofrecer una imagen desajustada y abiertamente maniquea respecto a ese pais, sirviendo Dios sabe qué intereses …
Por todo ello, acudir a los médios clasicos en busca de informacion, requiere por parte del usuario, un nivel de conocimiento prévio y discernimiento lo suficientemente contrastado, como para saber diferenciar la «pája» del «grano» y en consecuencia separar la noticia de la propaganda incidiosa, algo que mucho me temo, no todos estan en disposicion de hacer por si mismos …