En la Parashá, Egipto es azotado por las plagas del cielo.
Y mientras, la Argentina es azotada por las plagas de la tierra.
Las plagas de lo impune. De la falta de respeto a la inteligencia de la gente, de la oscuridad del poder, la que cree que puede hacer creer lo insostenible. La de haber cruzado ya cualquier línea.
Las plagas del miedo. Del terror al futuro, de no saber qué país estamos sembrando.
La del miedo de qué nos gobierna, de qué o a quién se puede decir, descubrir, investigar o denunciar.
Las plagas de los silencios. De los silencios cómplices, de las miradas que lo dicen todo, de los que defienden lo indefendible callando lo que saben o haciendo de cuenta que no saben.
Las plagas de las mafias. Las del poder, las de la justicia, las de los políticos, la de las fuerzas de seguridad, las de las fuerzas de inteligencia.
Y las plagas de la falta de esperanza y expectativa. De hacia dónde vamos. De cómo seguimos. De cómo seguir apostando, a qué y en quién. De la pérdida de la fe.
Aquél Egipto sucumbió a su propio orgullo y se perdió en los libros de historia antigua. Nada queda de él mas que los museos. Aprendimos a través de los siglos a no olvidar jamás en cada generación que debemos salir una, y otra, y otra y otra vez de aquél Egipto.
Y eso se logra cuando no caemos en la plaga del conformismo, de la quietud, de la falta de reacción. La peor plaga. La de la aceptación de todo.
La otra semana, todos éramos Charlie. Hoy, todos somos Nisman.
Espero que algún día dejemos de ser otros. Que deje de haber asesinados con los que emparentarnos. Que algún día empecemos a ser nosotros. Que seamos cada uno.
Sin silencios, sin aceptar lo inaceptable. Ser o no ser. Quizá algún día, esa sea la cuestión.
¡Qué terrible, que un país tan completo y dotado esté sumido en la desvergüenza!
Nosotros desde la vecindad, no podemos creer lo que vemos y escuchamos.
¿Habrá sido siempre as,í o estas bajezas, este despilfarro, esta desfachatez, se inició
con la gran inmigración de fines del siglo 19? Pues antes q