Esta semana Radio Sefarad cumple 11 años. No es un número redondo: al contrario, es uno primo, divisible de forma entera sólo por sí mismo y por el uno. A medida que avanzamos en la numeración, esta característica es cada vez menos frecuente, y los matemáticos del mundo aún no han hallado la fórmula para saber si en algún punto cercano al infinito se acaban. Lo que es seguro de momento es que estamos todavía muy lejos de nuestros límites.
Nosotros somos y nos sentimos primos, orgullosos de haber llegado hasta aquí sin que nuestra trayectoria pueda dividirse más que por sí misma: una sola etapa llena de pasos y huellas imprescindibles, de caras y voces, de letras y tiempos, para traernos hasta donde estamos, para cosernos con un hilo invisible a vuestra cotidianeidad y formar parte de ese vosotros que, también, es indivisible y en continua expansión.
¿Para qué debe servirnos este soplo virtual de once velas? Para que tiréis de nuestras orejas cada vez que tengáis algo que decirnos, por nimio que os parezca, que siempre nos alegrará saber quién está justificando nuestra propia razón de ser y por qué. Para volver a plantearnos, como cada año y día de trabajo, qué más y cómo. Para seguir cumpliendo con la primalidad de los contenidos que os ofrecemos, aunque –como los números- cada vez resulte más complicado dar con aquellos que nunca antes hayamos abordado y que sean lo que estabais deseando oír. O para que volvamos a ratificarnos en la unidad labrada por un pueblo que lleva miles de años releyendo un mismo libro, descubriendo en sus páginas cada vez un nuevo mundo.
Sólo estamos dispuestos a dividirnos por LO que somos, no por LOS que somos, ni por los que han sido en este medio. Somos el resultado de esa unanimidad (un ánima, un alma) que intentamos forjar con el que nos “cliquea” (¡oh, los tiempos en que había que “sintonizar”!), con el que nos “retuitea”, nos “comparte”, nos “sigue” o, simplemente, ya es tan Radio Sefarad como nosotros mismos. Ya me dirán, si no, qué objetivo tiene preparar una suculenta comida si nadie la va a saborear, aunque sea a su tiempo y lugar, pero con la sensación primordial de estar todos sentados a la misma mesa. De eso se trata.
Y aquí seguiremos con esa única condición: que ustedes también lo hagan. Y que no cesen de invitar a nuevas almas a sumarse a la cena familiar que servimos seis veces por semana. Para que cada vez seamos más UNO, más nosotros mismos y la mesa se nos llene de alegría por la vida. ¡Gracias, primos!
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