La sensación es de derrota. Por eso, la angustia y el dolor. Por eso, el sentimiento de impotencia. Desgraciadamente, la realidad nos muestra que son los extremistas y fanáticos quienes marcan hoy nuestra agenda global.
Desde que comenzó el año hemos hablado del atentado en Francia (dirigido por al-Qaeda), de las muertes en Siria (en manos de ISIS), de los secuestros y asesinatos en Nigeria (por Boko Haram) y ahora se suma la muerte de Alberto Nisman, fiscal de la causa AMIA, que trajo nuevamente al presente la terrible mañana de aquel 18 de julio de 1994 cuando un terrorista de Hezbollah, financiado por Irán, se inmolaba en la sede de la mutual judía en Buenos Aires, llevándose consigo 85 vidas.
Muerte dolorosa. Tuve el inmenso honor de conocer a Alberto Nisman cuando vino a Costa Rica a dictar una serie de conferencias. Pocas veces vi a alguien tan apasionado por un tema, con tanta memoria y tanto conocimiento. Era un libro abierto en su lucha, desde su rol judicial, contra el terrorismo organizado. Incluso, nos decía que nosotros también aquí debíamos preocuparnos. Que los vínculos entre el terrorismo islámico y el narcotráfico son tan amplios, que los tenemos dando vueltas por la región sin ninguna duda. Y para todo tenía ejemplos y pruebas.
Había descubierto cómo operaban las células terroristas, cómo se financiaban, qué contactos locales tenían. Contra viento y marea se enfrentó a poderosos, a gente que intentaba desviar su investigación y se puso como meta llevar a los culpables a juicio y lograr la condena que las víctimas del atentado y sus familiares merecían.
Hizo una presentación ante Interpol tan sólida, que 90 países acompañaron su pedido de captura y circulares rojas contra cinco iraníes del más alto rango, entre ellos su ministro de Defensa y un ex candidato presidencial.
Estaba convencido de su investigación. Y en su camino, se cruzó con pruebas que demostraban lo que era una verdad a simple vista: el memorándum firmado en el año 2013 entre Argentina e Irán lo que buscaba era desviar la investigación y lograr que se levante la orden de captura. Es decir, en pocas palabras, ir en contra del debido proceso judicial. En el 2006, en su primer dictamen, demostró la culpabilidad iraní en el atentado. En el 2013, en su segundo dictamen, señaló que no era algo aislado, sino parte de una red de terror internacional. Ahora, en su tercer dictamen, demostraba cómo se quiso blanquear a los culpables, ocultar pruebas y desviar la investigación. E imputaba, entre otros, a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández y a su canciller, Héctor Timmerman.
Él estaba de vacaciones con su hija mayor y se apuró a volver para hacer la presentación. Sabía que había movimientos del gobierno (que a su vez sabía que él estaba preparando este escrito) para removerlo de la causa. Recordemos que la independencia judicial en Argentina es algo que, al menos, podemos afirmar que está seriamente cuestionada hace décadas.
Lo mataron. Ahora quieren decir que se suicidó. Para quienes lo conocimos, sabemos que no tenía el perfil de un suicida. Cuando mi esposa lo acompañó a comprarles regalos a sus hijas para llevarles un recuerdo de su visita a Costa Rica, le habló de ellas permanentemente. Incluso ante la pregunta de si por ellas no tenía miedo, si era valiente o inconsciente, él respondió que un poco de ambas…, pero que su trabajo quería que también fuera un orgullo para ellas, para dejarles un mundo mejor.
No, Alberto Nisman no se suicidó. Quien lo hace no sigue trabajando hasta horas antes, no deja una lista de compras, no se va sin despedirse de quienes ama. Quien presentó ante Interpol una acusación tan sólida contra un país que financia el terrorismo, no se amilana ante una nueva presentación, en este caso ante el Congreso de la Nación. A él lo silenciaron, a él lo mataron.
Ojalá se haga justicia. Por él y por las 85 víctimas del atentado en la AMIA. Pero también para volver a confiar en la justicia y en las instituciones, en un país que dejó de hacerlo hace tiempo.
Empezaba diciendo que nos ganaron. Pero, si hablase en términos tenísticos, diría que fue el primer set. No el partido. Me niego a creer que el mundo que le dejaremos a nuestros hijos y nietos será con una agenda impuesta por el terror. Me niego a creer que quienes creemos en la libertad, en la independencia de poderes, en la democracia, no terminemos ganando la partida. Me niego a pensar que todos ellos murieron en vano. Seguiremos dando la batalla. Seguiremos “jugando el partido”. Alberto Nisman dio su vida por la búsqueda de justicia. Lo recordaremos con admiración. Que descanse en paz.
Todavía hay esperanza. Alguien dirá que los cristianos somos incorregibles en nuestra fe en la Divina Providencia.
Pero hoy se abrió una rendija por la cual puede entrar luz. He escuchado recién la noticia que el nuevo Fiscal que
ha reemplazado al Dr. Nisman ha imputado a altos cargos de la Administración kichsnerista por Encubrimiento de
los terroristas iraníes en el caso AMIA. Y acto seguido la máxima autoridad de la Fiscalía ha nombrado un trío de
Fiscales para tomar la continuidad de lo que se trató de truncar con la muerte del Fiscal Nisman.
Bien por Argentina y su decencia pública. JEV