Después de varios años sin hacer casi nada, ahora empezamos a vivir las dentelladas del terrorismo islamista con una frecuencia que hace de ese crimen una escena cotidiana. Y lo cotidiano es algo que necesariamente llama poco la atención. Primero se empeñaron en que no se llamase al terrorismo «islamista» porque, por lo visto matar en nombre de Alá no tiene nada que ver con el islam –cosas veredes… Después Obama, el guardián de Occidente que nos lleva al despeñadero, se empeñó en que los atentados terroristas en Europa y la barbarie que estamos presenciando en Siria e Irak no tienen nada que ver con una idelogía –no digo ya religión– de extremismo islámico.
Y mientras se ataca un mercado kosher un día y una sinagoga otro, escuchamos denuncias por el creciente antiislamismo. Así las cosas, resulta que, aunque son musulmanes los que matan a judíos, las víctimas de esta barbarie son los musulmanes. No paramos de mejorar. Y van pasando los meses y Obama, el que fuera redentor de Occidente, procura no hacer nada, no vaya a ser que arregle este asunto y derrote a los asesinos y alguien le compare con el presidente Bush. Vade retro.
Los últimos mártires del islamismo no han sido sólo el cineasta Finn Norgaard y el ciudadano –judío– Dan Uzan. También lo han sido veintiún cristianos coptos asesinados en un ejemplo de cristofobia de libro. Pero de la cristofobia no es políticamente correcto hablar. Degollados al borde del mar por veintiún asesinos imbuidos de un supuesto mandato divino que no debe de tener nada que ver con el islam. ¿Serán de la Iglesia de la Cienciología?
Mientras no denunciemos la barbarie que estamos viviendo con todas las letras y con los términos que describen los hechos con exactitud, nunca derrotaremos a quienes nos han declarado la guerra. Y, lo que es más importante, si aquí queremos hacer como que ignoramos una realidad que conocemos bien, ¿por qué van a confrontarla más directamente que nosotros los gobiernos de la umma musulmana que correrían mayores riesgos que los nuestros?
Ahora que los asesinos islamistas han empezado matar a compatriotas por servir al Rey de Jordania en sus Fuerzas Armadas o por ser los cristianos que dieron origen a un país árabe, Egipto, estamos viendo que esos estados reaccionan al fin. A la fuerza ahorcan –con perdón. Y el mayor favor que podemos hacer a los gobiernos amigos en la región, la ayuda más efectiva, es llamar a las cosas por su nombre. Decir que estamos sometidos a una oleada de terrorismo islamista cuyo objetivo es acabar con los infieles, entre los que estamos todos los culturalmente cristianos –ateos incluidos– y todos los musulmanes no islamistas.
Y luego vengan a contarme que esto no tiene nada que ver con el islam.
http://www.abc.es/lasfirmasdeabc/20150218/abci-hagan-nada-vayan-arreglar-201502171715.html
Bien dicho. ¿Estamos presenciando la decadencia de Occidente? Enredarse en palabras, en lugar de salir a luchar contra el enemigo común. JEV