La simpatía con la que la soldada Maya Mevoraj nos recibe en su lugar de trabajo en la base Tel Nof de la Fuerza Aérea de Israel, en nada delata la tragedia que esconden sus jóvenes 19 años. Rodeada del evidente cariño de sus compañeros y del gran aprecio de su comandante Meir Alazari, sonríe mucho e irradia alegría. Pero cuando comienza a contar su historia, es difícil escucharla sin que se haga un nudo en la garganta.
Maya nació en Estados Unidos, hija de madre mexicana y padre israelí.
Alelí de Socorro Escamilla Cortés, oriunda de Yucatán, conoció al israelí Eliahu Mevoraj en Texas. El, a juzgar por los relatos de Maya, quedó prendado de ella de inmediato y le pidió su mano apenas la conoció, lo cual a ella le pareció escandaloso..Pero finalmente, la conquistó y se casaron, amor del que nació Maya. Cuando ella, hija única, tenía 13 años, durante unas vacaciones en México, la familia tuvo un accidente automovilístico, en el que murieron sus padres.
«Lo último que recuerdo fue el choque…todavía tengo cicatrices…y luego me desperté en el hospital. Cuando mis tíos me contaron que mis padres habían perecido, entendí que había quedado sola en el mundo».
Algo la «iluminó»- tal cual cuenta hoy a «El Universal»- y pidió que los cuerpos de sus padres sean trasladados a Israel, adonde su padre soñaba volver algún día y donde ansiaba verla enrolada a las Fuerzas de Defensa de Israel cuando cumpliera 18 años.
Los primeros meses después del accidente, según cuenta ella misma, Maya no paraba de llorar y actuaba en forma violenta. A los diez meses de la tragedia, llegó a Israel, donde su tío, hermano de su padre-que fue a verla a Estados Unidos- se hizo cargo de ella, como su apoderado.
Comenzó entonces una nueva etapa de su vida, cuando ya huérfana, siendo hija única, se instaló en un país del que su padre le había hablado mucho. Cuando años después, al alistarse al ejército como todas las chicas a los 18 años, estaba en su entrenamiento básico y quizás algunas de sus compañeras sufrían por la dificultad de lo nuevo, ella sentía que estaba cumpliendo el sueño de su padre.»Yo me tiraba al piso y hacía las flexiones que nos indicaban, y en mi fuero íntimo, con alegría, le decía a mi papá que me mire, que estoy realizando lo que él tanto había querido».
Dudamos un poco..Pero al final preguntamos a Maya si siente que a pesar de la tragedia que vivió, puede ser feliz. Con la voz entrecortada y los ojos vidriosos, nos responde: «Sí. Es que se los he prometido a mis padres..Les dije y sigo diciendo siempre en mis rezos, que les prometo ser feliz, por ellos…y que los quiero mucho».
Maya tiene un puesto de responsabilidad, como técnica de motores de aviones F-15, un área antes reservada para hombres, en la que hay cada vez más mujeres que trabajan hombro a hombro con ellos. «Trabajo con aceite, combustible, herramientas…como un varón», dice riendo. «Al principio, cuando me mandaron a este cargo, creí que habían enloquecido, y pregunté qué tengo que ver yo con esto..pero veo que soy buena con las manos..y sea como sea, aquí trabajamos juntos, nadie nos deja solas con tanta responsabilidad».
Meir Alazari, comandante de Maya y jefe de la unidad de técnicos de motores de la que forma parte, acepta gustoso cuando preguntamos si estaría dispuesto a hablar con «El Universal» y contarnos cómo ve el a Maya. «Para mí, todos mis soldados, que tienen la edad casi de alguno de mis hijos, son como hijos míos..Y claro que el caso de Maya es especial…Ella sabe que me puede llamar a cualquier hora, en cualquier momento, y que tiene alguien con quién contar. No es fácil lo que ha vivido, y aquí, lo primero, es apoyarla».
Maya lo siente, tanto de parte de su jefe directo, como del ejército en general.
«El ejército me ha apoyado muchísimo, con aliento, con dedicación, y también con dinero, a encontrar un departamento con otras soldadas que están solas…me hacen sentir muy bien», nos dice. Maya está hoy feliz de servir en las Fuerzas de Defensa de Israel, convencida de que con ello ayuda a proteger al país, también se siente norteamericana, por haber nacido en Estados Unidos..Pero al mismo tiempo afirma que México, aunque no es la tierra en la que nació, será siempre parte de su identidad. Sonríe y resume: «En México está mi parte de sangre latina».
Una historia conmovedora, que nos habla de la «gran familia» que para muchos de sus miembros, representa el ejercito de Israel … Una peripécie la vivida por Maya, digna de una pelicula o una novela de aventuras, repleta de profundo calado humano, acerca de la cual nos corresponde aprender a todos …
Enhorabuena a élla, y Jana Beris que ha sabido con su relato, emocionarnos …