El presidente egipcio Abdel Fatah al Sisi ha lanzado una iniciativa para formar una Fuerza Conjunta Árabe con la que contrarrestar la creciente amenaza del islam radical, sobre todo tras la reciente atrocidad cometida en Libia por el grupo terrorista del Estado Islámico contra unos cristianos coptos egipcios.
No obstante, para que semejante iniciativa pueda tener éxito, precisa además del respaldo de Estados Unidos, la Unión Europea y otros actores internacionales.
Pero el sentimiento generalizado en El Cairo y en otras capitales árabes durante estos días es que Estados Unidos y Occidente no son serios en lo relativo a afrontar la amenaza que suponen Irán, el Estado Islámico y otros grupos terroristas de Oriente Medio.
Hay, en particular, una creciente preocupación en el mundo árabe, especialmente en el Golfo, respecto a la indiferencia reinante en Washington y las capitales europeas hacia la amenaza iraní a la estabilidad en Oriente Medio.
Como señalaba esta semana el diario egipcio Al Ahram:
Irán no sólo ha ocupado tres islas de los Emiratos Árabes Unidos, sino que asedia a los países del Golfo y trata de crear una nueva realidad sobre el terreno instando a sus partidarios huzis del Yemen a que se hagan con el control del país, y respaldando a sus partidarios en Baréin para que desestabilicen el emirato, aparte de lo que [Irán] está haciendo en el Líbano, Siria e Irak. Añádase a todo esto el terrorismo de grupos radicales que están prendiendo la mecha en diversos puntos de la región.
A comienzos de esta semana, Sisi voló a Riad para reunirse urgentemente con el rey Salman ben Abdulaziz y tratar de los últimos acontecimientos regionales e internacionales.
El principal objeto de la visita de Sisi a Arabia Saudí era conseguir apoyos para su plan de crear una Fuerza Conjunta Árabe que se enfrente a la amenaza del islam radical y de Irán. La iniciativa del presidente egipcio refleja la creciente desilusión árabe con la Administración estadounidense y sus aliados occidentales.
Lo que Sisi está indicando en realidad es que Egipto y otros países árabes ya no confían en las potencias occidentales para hacer frente a las amenazas y desafíos de Irán y del islamismo radical. En cierto sentido, se trata de una moción de desconfianza a la Administración estadounidense y a las potencias occidentales.
En vísperas de su visita a Arabia Saudí, Sisi declaró que la idea de crear una fuerza árabe tenía como finalidad preservar la seguridad y estabilidad de los países árabes:
Cuando hablamos de una Fuerza Conjunta Árabe no queremos decir que sea para atacar, sino para defender la seguridad de nuestros países. Es importante, en vista de los peligros y amenazas.
Sisi afirmó que cree que su iniciativa tendrá el apoyo de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Jordania:
Nadie puede decir nada negativo de nuestra idea ni de su aplicación, porque no va dirigida contra nadie, y su objetivo no es ni expandirse ni invadir.
La iniciativa de Sisi tiene lugar después de que hayan surgido noticias acerca de diferencias entre El Cairo y Washington respecto a la necesidad de una estrategia para combatir el terrorismo.
Según el analista político Ahmed Eleiba, la reciente Conferencia para Combatir el Extremismo Violento, celebrada en Washington y a la que acudieron representantes de 60 naciones,
no fue como los representantes egipcios esperaban. (…) La conferencia no supuso el nacimiento de una estrategia global contra el terrorismo, y, en cambio, sirvió para poner de manifiesto las diferencias existentes entre diversos puntos de vista, especialmente los de El Cairo y Washington.
Eleiba citaba a Gamal Abdel Gawad, un profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Americana de El Cairo, que aseguraba ver una clara diferencia en los puntos de vista de Estados Unidos y Egipto:
Estados Unidos sigue considerando al islam político un elemento presente y legítimo, no un sinónimo de extremismo. La Administración norteamericana distingue también entre islamistas e islamistas moderados, y cree que estos últimos pueden integrarse de manera efectiva formando parte de un sistema político aceptable. Las autoridades estadounidenses creen que la integración en la vida política de corrientes del islam político, incluidas aquellas sospechosas de ser radicales, resultaría beneficiosa.
Eleiba llegaba a la conclusión de que “con o sin ayuda de Occidente, El Cairo tiene una estrategia contra el terrorismo y un plan múltiple de actuación”.
La iniciativa del presidente Sisi demuestra que los árabes y musulmanes moderados han decidido al fin hacerse cargo de las cosas por sí mismos y dejar de confiar en Estados Unidos y en las potencias occidentales para combatir al islam radical y a la amenaza iraní.
Pero Sisi y sus aliados árabes y musulmanes son muy conscientes de que sin el completo apoyo de la comunidad internacional la Fuerza Conjunta Árabe no tendrá éxito en su misión.
No es que esperen apoyo al plan por parte de la Administración estadounidense, que considera a los Hermanos Musulmanes elementos legítimos y moderados. Sisi y sus aliados esperan, más bien, que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y algunos países europeos aprueben la idea.
Es la primera vez desde hace décadas que los árabes hablan de formar su propia fuerza militar para combatir al terrorismo. Hasta ahora, la mayoría de países árabes creía que el islam radical e Irán suponían una amenaza mucho mayor para Occidente.
Gracias al nuevo y audaz planteamiento del presidente Sisi, hay una oportunidad real de que los árabes encabecen ahora la lucha contra extremistas y terroristas, que siguen cometiendo atrocidades en diversos países árabes. Por primera vez, estas naciones no están pidiéndole a Occidente que venga a defenderlos de la barbarie de sus hermanos árabes y musulmanes. Es un acontecimiento que debería ser bienvenido y respaldado por Estados Unidos y por el resto de la comunidad internacional.
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