¡Oh, Jaffa, la bella.!
En sus siete mil quinientos años de antigüedad, fue conquistada y visitada por ilustres personajes.
Entre ellos Senaquerib, Alejandro Magno, los Macabeos, Saladino.
La mencionan las cartas de Amarna, y relatos bíblicos de Salomón, Jonás y San Pedro.
Namal Yaffo es considerado el puerto más antiguo del mundo.
Allí se recibieron los cedros del Líbano para el Beit Hamikdash.
Y allí me fui escoltado por mi esposa y mis primos israelíes.
Derecho a la parte vieja.
Agobiado por el peso de mi tablero de roble y mis pinturas.
Asombrado y encantado recorrí las callejuelas medievales.
¡Qué parecido con la roba Yehudí, donde tenía mi taller!
Quería captar todo: Los callejones peatonales, los muros de piedra, las cúpulas, los letreros de las galerías, tiendas, bares y cafés.
Las puertas de colores, los ateliers.
Después de varias horas, llegamos al LUGAR.
Al final de una escalinata curva, una terraza se abría frente al mar. Piso y paredes de piedra. La terraza albergaba en uno de sus lados una casona de piedra, con ventanas cuyas celosías miraban al Mediterráneo.
Era mi sueño. Vivir allí. Mi sueño imposible, debido a la falta de unos pocos millones de dólares.
Por supuesto en unos años volví a Yaffo.
Fatigué a mi tropa inútilmente, tratando de encontrar el LUGAR.
Empecinado, después de varias horas presentí que a unos doscientos metros se hallaba el objeto de mis sueños.
Mis pasteles volaron por el aire y comencé a llorar.
Mi primo Kalman me dijo ¡No te podes poner así!
Cuando llegamos, el ángulo que yo buscaba, no ofrecía ningún asiento ni punto de Apoyo.
Kalman se puso en cuatro patas y me obligó a apoyar mi tablero en sus espaldas.
Yaffo no te vayas.
Espera a que reúna los recursos para el viaje.
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