Netanyahu no sólo es importante para Israel, sino que lo es también, y a más largo plazo, para la cultura occidental, acosada, señalada, amenazada por esas tribus bárbaras que, como en el siglo V sucediera en Roma, se acercan al limes de la Civilización para derribarla a cañonazos, a hachazos, a martillazos…como cayeron recientemente los venerables restos de la cultura babilónica y asiria a zarpazos de la bestia del llamado califato universal. En nuestro tiempo, el limes, la frontera que separa el caos del orden, la barbarie de la civilización, es el Estado de Israel. Es por esta condición de la patria judía por la que no se entiende –o acaso se entiende muy bien, dadas las sospechas de filoislamista- por lo que la posición de Obama resulta además de ambigua muy peligrosa, ya que da alas a la bestia.
Israel está de nuevo donde Dios quiso, a modo da valladar, de ancla atemporal que desafía las mareas y las tormentas del terrorismo islamista. Israel, que resurgió de la mano del socialismo puro, es ahora perseguido por esta ideología adulterada, rebajada de su contenido inicial idealista, altruista, generoso. Pero como en el resto del mundo, el socialismo ha perdido gas, se ha desvirtuado de manera que se ha tornado irreconocible.
La izquierda, que antaño viajaba a Israel para vivir la experiencia de los kibutzim, de aquellas granjas y fábricas colectivas, de aquel modelo de educación integral en la solidaridad y el altruismo a ultranza, ha degenerado de manera que ahora maltrata a la maestra, a Israel: el único lugar del mundo donde de verdad el socialismo no fue utópico. Yo, que he sido profesor de historia comparada en universidades israelíes como la del Neguev, debo manifestar mi alegría por la victoria de Israel, porque es la patria judía la que debe felicitarse por el triunfo de un hombre que sabe que en Israel cualquier signo de debilidad es una derrota.
Es una gran alegría y un placer que un escritor tan ilustrado, al que solía escuchar embobado sus comentarios en Radio Nacional de España, tenga un concepto tan elevado de Israel y de su pueblo y sus dirigentes. Sabía de sus conocimientos de la cultura judía, pero no de su admiración. Kol Akavod.