La escasa atención generada por la tragedia del campo de refugiados de Yarmuk es un dramático reflejo de la hipocresía de la mayor parte de los que dicen defender y apoyar al pueblo palestino. Ya nos hicimos eco, a propósito del último conflicto entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza el pasado verano, de los muertos palestinos que no interesan a quienes hicieron arder las rotativas y salieron a las calles de medio mundo para acusar a Israel de cometer genocidio y crímenes contra la humanidad. Recordamos entonces que el caso más flagrante y reciente de olvido de víctimas palestinas no provocadas por Israel fue el de los 2.072 palestinos que perdieron la vida en los campos de Yarmuk y Deraa a manos de las tropas de Bashar al Asad en el año 2013. Aún estamos esperando, al menos, una condena a Bashar al Asad por esos crímenes. No pedimos que comparen su régimen con el nazi, como sí hacen con Israel; ni que lo acusen de genocida, como sí hacen con Israel; ni que convoquen manifestaciones contra Siria, como sí han hecho contra Israel; ni que envíen flotillas humanitarias contra Siria, como sí envían contra Israel; ni que pidan el boicot a Siria, como sí boicotean a Israel. Sólo pedíamos, pedimos, una muestra de repulsa, de preocupación por los palestinos que dicen defender, algún acto consecuente.
Ciertamente, los palestinos son objeto de muchos dramas; uno de ellos es que, en Occidente, políticos, intelectuales y activistas sólo los utilizan como arma arrojadiza contra Israel.
Durante el pasado fin de semana, el Estado Islámico, apoyado por el Frente Al Nusra, entró a sangre y fuego en Yarmuk, haciéndose, según todas las informaciones, con el control del 90% del campo. Wesam Sabaaneh, director de la Fundación Yafra para la Ayuda y el Desarrollo de la Juventud, informa de que el Estado Islámico ha capturado a unas 150 personas. Además, de acuerdo con Arutz Sheva, el Estado Islámico habría ejecutado a combatientes palestinos ydecapitado al jeque Abu Salah Taha, miembro de alto rango de Hamás.
La toma de Yarmuk es un episodio más de la guerra civil siria. Antes de que ésta comenzara, en dicho campo, situado a 8 kilómetros de Damasco y con una extensión de más de 2 kilómetros cuadrados, vivían 127.000 refugiados (según el censo oficial de 2004); hoy quedan apenas 18.000 palestinos, de los que muy pocos se acuerdan.
Esos 18.000 refugiados palestinos están atrapados en el fuego cruzado entre el Estado Islámico y el Ejército sirio. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos alertó de que helicópteros de Al Asad habían lanzado sobre las zonas residenciales 13 barriles llenos de dinamita. Los combates continúan.
El Consejo de Seguridad se reunió de urgencia este martes para condenar los “graves crímenes cometidos por el Estado Islámico y el Frente Al Nusra contra 18.000 civiles en el campo”. Por su parte, el comisionado general de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), Pierre Krähenbühl, declaró que la situación en Yarmuk es “más desesperada que nunca”, “totalmente catastrófica”; asimismo, dijo que la protección de los refugiados del campo era “una prueba” para la comunidad internacional. La UE ha aprobado por vía de urgencia una ayuda de 2,5 millones de euros para paliar semejante desastre humanitario.
El testimonio más revelador es el de Mohamad Bitari, natural de Yarmuk y portavoz en España de la Red de Organizaciones de la Sociedad Civil Palestina de Siria. De sus palabras podemos extraer la dimensión de lo que ha acontecido allí en los últimos tiempos, y de cómo ha pasado inadvertido para los defensores de la causa palestina:
Desde hace meses ha habido ataques a las zonas palestinas, el verano pasado se concentraron en la zona de Hajar Aswad. Hace unos días ISIS [una de las siglas del Estado Islámico] asesinó a tiros a Yahya Hourani, ‘Abu Suheib’, un conocido activista del campo, implicado en ayuda humanitaria y vinculado a Hamás, y eso ha sido un detonante de lo que ha venido después. El campo lleva dos años ocupado, aislado, con la gente muriendo de hambre, y a pesar de eso resiste. El régimen no ha conseguido someterlo y para justificar su destrucción total, hacía falta que entrase Daesh [otra denominación del Estado Islámico].
No queda en el campo comida ni medicinas. Hacemos de nuevo un llamamiento a que se evacue a la población civil de Yarmuk para evitar una masacre aún mayor que las anteriores.
Cierta y repugnantemente, lo más conveniente para que los que dicen que Israel comete un genocidio diario con los palestinos se preocupen por Yarmuk sería que la aviación israelí bombardeara el campo.
Desconocemos si los muertos palestinos de Yarmuk, ya sea a manos de las tropas de Al Asad o de las hordas del Estado Islámico, se les aparecerán en sueños a todos los que no dudan en acusar a Israel de genocida cada vez que se enfrenta con Hamás, a todos los que piden el boicot económico y cultural a Israel, a todos los que se embarcaron en las flotillas o intentaron bloquear el aeropuerto de Tel Aviv con las flytillas; en fin, a todos los que ahora parecen estar muy ocupados con otros menesteres. En cualquier caso, su hipocresía ha vuelto a quedar trágicamente constatada.
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