Adolfo Hitler
Abril de 1915. Desde hacía 9 meses la Gran Guerra ensangrentaba los campos europeos. Nombres como Charleroi, Marne, Tannemberg evocaban imágenes sangrientas de jóvenes vidas truncadas (aunque recién era el comienzo, faltaban Verdún, Caporetto, Gallipoli y otras carnicerías).
Mientras todo el mundo estaba pendiente de las grandes batallas, en la lejana Turquía, aliada de los Imperios Centrales, se desarrollaba otra masacre, pero no de soldados enfrentados en el campo de batalla, sino de civiles integrantes de un pueblo laborioso y pacífico cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos: los armenios.
1.500.000 armenios fueron masacrados despiadadamente por los turcos. Hombres, mujeres, niños. No hubo piedad para ellos.
Y el mundo se mantuvo en silencio, salvo muy contadas reacciones de algunas mentes preclaras.
Es que era más importante lo que ocurría en los campos de batalla. A nadie le interesaba una “pequeña” masacre en tierras lejanas cuando más cerca había otras masacres.
En 1933 Adolfo Hitler subió al poder. Al principio no lo tomaban en serio. No importaba que se iniciara el exterminio de enfermos mentales e incapaces, no importaban las leyes restrictivas contra los judíos. Eran problemas internos de Alemania.
Después comenzó el miedo, el tratar de evitar la guerra (esa guerra que ya se vislumbraba en España). No importaba la “Noche de los Cristales”, había cosas más graves.
En 1939 nuevamente los cañones volvieron a rugir. La “Guerra Para Acabar con Todas las Guerras” solo sembró la semilla de una nueva guerra, mas devastadora que la anterior.
Campos de exterminio, masacres, guetos. Había que ganar la guerra, así que eso no importaba.
Nanking llegó a contabilizar 100 mil muertos. No hubo comentarios. China estaba demasiado lejos.
Finalmente la guerra terminó con la derrota del Eje. 50 millones de muertos. 6 millones de judíos, medio millón de gitanos, más de 250 mil muertos en el proyecto T4 de eutanasia, ese fue el costo del silencio de los que tenían “cosas más importantes en que pensar”.
1975-1979 Camboya, 2.000.000 de muertos. Silencio.
1994, Ruanda, 800.000 muertos. Silencio.
Kurdos atacados con armas químicas en Irak. Silencio.
Más de un millón de muertos en Biafra. Silencio.
Cientos de miles de muertos en Somalia. Silencio.
Uganda. Silencio
Yazidies asesinados a mansalva o esclavizados por el EI. Silencio
Cristianos de Siria salvajemente ejecutados. Silencio.
Siempre el silencio. Hay temas más importantes que matanzas lejanas en países exóticos. Total, fueron, son y serán salvajes. Que importa si mueren millones.
Nosotros, los civilizados occidentales tenemos cosas más importantes en qué pensar. Y una de esas cosas es cómo justificar nuestro silencio cuando nuestras conciencias comiencen a clamar ante tanta sangre derramada.
Por fin el papa se atrevio a hablar
Por lo menos ese consuelo para los armenios!