Luego de la muerte de Nadav y Avihu, Di-s advierte sobre la entrada “al lugar santo” sin autorización. Sólo el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) puede, una vez al año, en Iom Kipur, entrar al cuarto más interno del Santuario para ofrendar el santo incienso – ketoret a Di-s.
Otra de las características del Día de Expiación es el azar echado sobre dos carneros para determinar cuál debe ser ofrendado a Di-s y cuál debe ser despachado para cargar los pecados de Israel hacia el desierto.
La parashá Ajarei también advierte sobre ofrendar korbanot (ofrendas animales o vegetales) en cualquier otro lugar excepto el Santo Templo, prohíbe el consumo de sangre, y detalla las leyes de relaciones prohibidas, prohibiendo el incesto y cualquier otra relación sexual inapropiada.
La sección Kedoshím comienza con la frase “Serás santo, porque Yo, Di-s vuestro Señor, soy santo”; esto es seguido por docenas de Mitzvot (mandatos Divinos) a través de los cuales el judío se santifica a sí mismo y se relaciona con la santidad de Di-s.
Estos incluyen: la prohibición contra idolatría, la Mitzvá de caridad, el principio de igualdad frente a la ley, Shabat, moralidad sexual, honestidad en los negocios, honor y temor a los padres, la importancia de la vida.
También en Kedoshím se encuentra la frase que el gran Rabí Akiva enseñó que se trata de un principio cardinal de la fe judía y sobre la cual Hilel dijo: “Esta es toda la Torá, el resto es comentario” – Ama a tu prójimo como a ti mismo.
EN EL DIA MAS SANTO, EL HOMBRE MAS SANTO, EN EL LUGAR MAS SANTO
Solamente en Iom Kipur, el día más santo del año, el Cohen Gadol, el hombre más santo de la tierra, entraba al Kodesh Hakodashim, el lugar más santo del mundo. Y en ese día, pronunciando el Santo Nombre de Di-s, nosotros, los judíos, éramos santificados.
Pero antes de eso el Cohen debía someterse a un largo proceso de purificación para elevar su alma por encima de este mundo material.
Nosotros también en nuestra vida diaria debemos elevarnos, purificarnos y disponernos a hacer de todos y cada uno de los días de nuestra vida el día más santo, para que nosotros seamos el hombre más santo y estemos dispuestos a entrar al lugar más santo.
EL QUINTO AÑO
Por Yanki Tauber
Un chiste popular israelí dice que hay tres maneras de hacer algo: la manera correcta, la manera incorrecta y la manera judía…
De hecho, una lectura cuidadosa de la Torá muestra que todo en el mundo parece pertenecer a una de estos tres dominios: el bueno, el malo, y un tercer reino que es más difícil de definir. En Halajá (la ley de Torá) se llama «el optativo» (reshut); Cábala y Jasidut lo definen como «la cáscara translúcida» (klipá nogá) o simplemente, «el indefinido». Básicamente, en esta tercera categoría una cosa no es lo que es, sino lo que se hace de ella. Algo puede elevarse al reino de lo sagrado o arrastrarse al reino de lo profano–dependiendo de lo que usted haga con eso, para lo que lo use, incluso lo que piense mientras esté involucrado con eso.
Por ejemplo: una actividad humana común es comer. Comer matzá en Pesaj o hacer kidush sobre el vino en Shabat es una mitzvá, un acto Divino. Para un judío comer carne de cerdo o un plato que contenga al mismo tiempo carne y la leche es una aveirá, una trasgresión del deseo Divino. Y luego viene un tercero, un dominio «neutral»: su almuerzo común, en un martes común. O tome otra actividad humana común–una transacción financiera: dar caridad es una mitzvá, robar es un pecado, y luego existen las compras, ventas, préstamos, entre otras. Otro ejemplo, hablar: palabras de estudio de Torá y la plegaria son sagradas, mientras que el chisme o la mentira se prohíben, y luego están todo lo que hay en el medio que no es lo uno ni lo otro.
De acuerdo a los maestros jasídicos, este «lo uno ni lo otro» es el componente más importante de nuestra misión en la vida.
En ambos reinos de lo santo y lo profano, nosotros no tenemos ninguna ingerencia en la naturaleza del acto. La única cosa que decidimos es lo que nosotros haremos. ¿Haremos la mitzvá o permitiremos que la oportunidad de traer divinidad al mundo se pierda? ¿Crearemos un vacío en nuestras almas transgrediendo el precepto divino, o fortaleceremos nuestro carácter y daremos el placer al Omnipotente resistiéndonos a la tentación? Una mitzvá es una mitzvá sin importar si la hacemos o no, y la trasgresión es un hecho negativo sucumbamos o no a ella. Nuestras acciones tienen un efecto profundo en nuestro propio ser interior y en el estado de la creación, pero no definen la naturaleza del hecho. Las reglas existen independientemente de nosotros–la única opción real que tenemos es ajustarse a ellas o rebelarse contra ellas.
Pero Di-s no creó el ser humano simplemente para que tenga un rol en un plan cósmico preestablecido. Él ya tiene bastantes jugadores pasivos en su universo–los átomos, árboles, vacas, planetas y ángeles. Di-s creó al hombre porque Él deseó tener lo que el Talmud llama «un socio en la creación»–alguien que escribiría las reglas y trazaría el plano junto con Él.
Esto, dice el Rebe de Lubavitch, explica algo curioso sobre las leyes de los árboles frutales mencionados en el capítulo 19, Parshat Kedoshim de Levítico. Allí Di-s ordena a Moshé que la fruta de los primeros tres años de un árbol recientemente plantado está prohibida para el consumo; que el cuarto año debe llevarse la fruta a la ciudad santa de Jerusalém y debe comerse allí bajo las condiciones de pureza ritual; y que al principio del quinto año, la fruta es nuestra para hacer con ella lo que queramos: envolverlas para un picnic, venderlas en el mercado, abrir una fábrica de puré de manzana– depende de nosotros.
Lo extraño aquí es el orden. Uno pensaría que la sucesión apropiada sería de abajo hacia arriba: prohibido, optativo, santo. En cambio, nosotros vamos de un extremo al otro, y luego terminamos en el medio.
En verdad, el quinto año es el más alto de todos. Aquí, en el dominio de lo optativo, es donde el aspecto más significativo de la vida está presente. Aquí nosotros no sólo determinamos lo que haremos, sino también lo que significará si lo hacemos. Tenemos delante de nosotros la arcilla de la creación en bruto, el Creador está de pie y espera ver lo que haremos de él. (www.es.chabad.org)
Lamentablemente se estan perdiendo un tiempo hermoso junto a su Creador por estarle prestando tanta importancia a estos detalles. Nosotros los gentiles que aceptamos a Jesus como Salvador y Senor de nuestras vidas entramos directamente a la precencia del Altisimo sin perder tiempo con tanta ceremonia. Jesus hizo esto. Pero como ustedes no lo creyeron y nosotros si. Entonces tenemos acceso al Santo Lugar directamente. Es tan hermoso estar en su presencia SIMPLEMENTE. Por eso no dejamos de orar por ustedes. Para que entiendan que solamente JESUS los puede llevar al ALTISIMO. Es simple. Nada conplicado y sin ceremonias. Solamente un corazon humilde puede entrar.