Las actividades delictivas del grupo terrorista Hezbollah en la región continúan su ascenso sin que ninguna alarma se encienda en los gobiernos de América Latina. Incluso, en muchos casos, las autoridades de algunas administraciones regionales son cómplices de sus movimientos. Tráfico de drogas, de armas, de influencias, lavado de dinero y otras maniobras ilícitas son las elegidas por las células que la agrupación libanesa mantiene a lo largo de esta parte del mundo.
Desde 2006 a la fecha, fue sobre todo el narcotráfico la vía que más dinero aportó al financiamiento de Hezbollah. Bajo diferentes fachadas, jefes regionales del grupo terrorista se instalaron en diferentes ciudades latinoamericanas para tapar sus verdaderos propósitos. Mezquitas, centros culturales islámicos, comercios y otras organizaciones sin apariencia política reúnen a cientos de fieles, quienes en muchos casos son «utilizados» por la agrupación extremista.
Es la Triple Frontera (conformada por Paraguay, Brasil y la Argentina) la «capital» de Hezbollahen la región. Es allí donde más actividad ilegal puede observarse. Según fuentes de la inteligencia francesa, alrededor de 10 millones de dólares parten anualmente hacia Beirut para financiar al grupo comandado por el temible Hassan Nasrhallah.
Uno de los delegados claves en esta zona fue identificado como Hassan Barakat, pieza fundamental en el rompecabezas extremista. Su comandante militar es Sobhi Mahmoud Fayad, un ex profesional operativo de Hezbollah, quien actúa de enlace en esa parte de América Latinaentre Irán y el grupo terrorista. Era también el encargado de las triangulaciones de dinero con el Líbano, mediante la fachada de entidades de beneficencia.
LPQTP