El famoso símbolo de la paz de la paloma con una rama de olivo en el pico tiene su origen en el relato bíblico del diluvio, mientras que el halcón (rey de las aves y de los cielos) ha sido utilizado como símbolo de belicosidad y aparece en las banderas y escudos de muchos países. En Israel los nombres de ambas especies también se utilizan para simbolizar actitudes políticas ante las amenazas bélicas y terroristas. Pero estas categorizaciones son dinámicas y cambiantes, como lo demuestran al menos tres casos de militares de la máxima graduación, demostradas dotes en el frente y una sólida fe en el uso de la fuerza como única salida que, sorprendentemente, “cambiaron de acera”.
La vocación militar de Moshe Dayan se forjó en 1929, a raíz de las revueltas árabes en la Palestina del Mandato Británico en la que había nacido hace cien años, y que le llevó a incorporarse -con sólo 14- a la Haganá, la organización militar de autodefensa. Después pasó por una academia militar británica y participó en combates en Siria (donde perdió un ojo) durante la Segunda Guerra Mundial, en las filas del ejército australiano. Con el advenimiento del estado de Israel combatió en la Guerra de la Independencia de 1948, fue nombrado jefe de los ejércitos en 1953, dirigió el operativo de Suez en 1956, y fue Ministro de Defensa cuando la Guerra de los Seis Días, convirtiéndose en un icono muy popular en los zocos árabes de la Ciudad Vieja de Jerusalén reunificada. Sin embargo, en 1977, siendo Ministro de Exteriores en el gobierno del halcón Menahem Beguin, impulsó la firma de la paz con Egipto, incluida la devolución de la península del Sinaí y el desmantelamiento de asentamientos. La muerte le sorprendió en 1981 cuando creaba un nuevo partido político que proponía la cesión incondicional y unilateral de los territorios ocupados.
Itzjak Rabin, siete años menor, también fue miembro de la Haganá y del Palmaj, su unidad de élite. Fue el general más joven con 31 años y, en 1964, jefe mayor del ejército, cargo al frente del cual estuvo durante el colosal triunfo militar de 1967. En 1992, siendo Primer Ministro (por segunda vez), su “halconía” se trocó en amistad con su archienemigo Yasser Arafat, con quien firmó el Tratado de Paz de Camp David al año siguiente. En 1995 sería asesinado por su postura pacifista.
El último caso es el de Ariel Sharon, convertido en monstruo mediático en 1982 a raíz de la masacre que las falanges libanesas perpetraron en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, después de una brillante hoja de servicios militares que incluía espectaculares acciones de comando, el cruce del Canal de Suez en la Guerra de Yom Kipur y otras destacadas actuaciones bélicas. En 2001 asumió como Primer Ministro y hasta el coma, en el que se sumió a finales de 2005, levantó la polémica valla de separación en Cisjordania pero también llevó a cabo la retirada unilateral de Gaza, por la que recibió el apoyo de las fuerzas más pacifistas y las críticas más enconadas de sus antiguos compañeros ideológicos.
¿Cuántos casos de generales victoriosos que se inclinan finalmente por el diálogo y la concesión hay en otros países? ¿Se convertirá también Netanyahu de halcón a paloma? ¿Habrá alguien que le tiente con una rama de olivo?
Shabat shalom
De Dayan prefiero no hablar. De Rabin, claro que escalo posiciones rapidamente en el Ejercito, el partido en el poder le debia el bombardeo del Altalena que cumplio eficazmente. Ya como Primer Ministro, fue unj juguete facil en manos de Peres y su poodle Beilin para hacerle firmar los infames acuerdos de Oslo, que Arafat jamas cumplio lo firmado, es mas a poco de firmar declaro que ese tratado era papel mojado y que jamas se propuso cumplir lo pactado. De Sharon, que fue un gran militar con gran vision estrategica y empuje, y que por no ser afecto al Laborismo fue dejado atras, como politico cometio una de las barbaridades estrategicas que Israel esta pagando muy caro, el abandono unilateral de la Franja de Gaza. Eso y algunas maniobras «non sanctas» con amigos cercanos a el que finalmente terminaron en la carcel, el no, me deja un sabor bastante amargo sobre su personalidad.