«El Vaticano Contra Israel: J’Accuse», por Giulio Meotti, Mantua Books Ltd., 2013 204 pp.
Con la elección del Papa Francisco, el pasado marzo como el 266° Papa de la Iglesia Católica, han subido las esperanzas para un muy necesario cambio en las relaciones judío-católicas que finalmente terminen con siglos de antisemitismo católico y sus concertados esfuerzos para sabotear al estado judío.
Esas esperanzas tomaron forma cuando, como cardenal de Argentina, mantenía estrechos vínculos con la comunidad judía local, asistía a los servicios de Rosh Hashaná, fue coanfitrión de una ceremonia conmemorativa de la Kristallnacht, y fue la primera figura pública en condenar el bombardeo, en 1994, del Centro Comunitario Judío de Buenos Aires por el grupo terrorista islámico Hezbollah.
Pero el jurado aún está deliberando sobre cómo progresará la relación con el nuevo papado, especialmente a la luz de una reciente reunión del Papa Francisco con el político malayo Anwar Ibrahim, prominente agente de la Hermandad Musulmana (HM) y fundador de la organización fachada de la HM, el Instituto Internacional de Pensamiento Islámico. Ibrahim ha mantenido vivas acusaciones de islamofobia en Occidente y tiene estrechos vínculos con el imán bosnio, Mustafa Ceric, otro miembro de la Hermandad Musulmana, que él mismo está ligado al controvertido teólogo islámico egipcio, Youssef Qaradawi, que tiene prohibida la entrada a un número de países occidentales debido a numerosas declaraciones anti-Israel y anti-EE.UU.
El Papa Francisco de hecho podría estar luchando contra el peso del pasado. La Iglesia Católica tiene una larga historia de antisemitismo que comienza con la creencia de que la destrucción de Judea por los romanos, la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo Sagrado en el primer siglo significó el rechazo y castigo de los judíos por parte de Di-s.
La caída de Jerusalén, o «Ciudad Deicida», está consagrada en la liturgia cristiana y les enseña a los cristianos que han sustituido a las «ramas rotas» de los judíos e «injertados en el tronco del Pacto».
Aparentemente una religión de «amor y bondad», el catolicismo, ha albergado animosidad e intenso odio contra los judíos y ha sido cómplice, directa e indirectamente, en muchos crímenes y atrocidades contra ellos.
En su nuevo libro, «El Vaticano Contra Israel: J’Accuse», Giulio Meotti utiliza el famoso título que el escritor Emile Zola acuñó para su revelación pública del antisemitismo francés que destruyó la vida de Alfred Dreyfus a finales del siglo XIX.
Meotti explora el fundamento teológico de 1.700 años de animosidad católica hacia los judíos que llevó a múltiples acciones y atrocidades persecutorias a través de los siglos y cómo sigue evolucionando en la política de la Iglesia hacia el estado judío hoy.
El Sr. Meotti explica cómo la Iglesia católica ha seguido socavando a los judíos a través de su política, sus declaraciones y la relación de desprecio con el estado de Israel. Desde la fundación de Israel en 1948, el Vaticano ha trabajado consistentemente en contra de los mejores intereses del estado judío y ayudó y fue cómplice de sus enemigos.
Esta extensa e histórica animosidad de la Iglesia hacia los judíos y las concomitantes atrocidades, han llevado a la impactante alianza de hoy con el Islam y, aún más sorprendente, ha impedido a la Iglesia ayudar a los cristianos perseguidos en todo el mundo musulmán. Desconociendo las raíces judías y forjando una alianza estratégica musulmana-cristiana, la Iglesia se ha embarcado en un precario camino para el futuro de la cristiandad.
Además, la adopción de la narrativa musulmana sobre Palestina por parte de la Iglesia descarta el reconocimiento de un problema muy real, poniendo en peligro la vida de miles de cristianos en países mayoritariamente islámicos.
La Iglesia ignora categóricamente la realidad detrás del cántico musulmán «Primero el pueblo del Sábado, después el pueblo del Domingo», que vincula bíblicamente a judíos y cristianos con el infiel, «Pueblo del Libro», convirtiéndolos a ambos en objetivos de la violencia y la represión. Sin embargo, admitir su vulnerabilidad a este respecto, obligaría al liderazgo de la Iglesia conceder legitimidad al pueblo judío en su tierra ancestral de Israel, abandonar la idea de castigo por el deicidio y resistirse al máximo insulto a los judíos, es decir, no seguir el evangelio de Jesucristo.
La Iglesia y la Muerte de Jesús
En su libro, el Sr. Meotti explica que los sentimientos anti-judíos se basaron en los pronunciamientos de la Iglesia de que los judíos son responsables de la muerte de Jesús. El autor muestra cómo, hasta hace muy poco, la Iglesia enseñaba que la historia judía terminó con la aparición del cristianismo y que los judíos eran un pueblo maldito que mató a Jesús, rechazó el evangelio de Cristo y estaba destinado a vagar por la tierra por toda la eternidad.
Los líderes religiosos católicos adoptaron la posición de que la Iglesia constituía el «nuevo Israel» y los judíos fueron abandonados para siempre por Di-s. Es esta bien arraigada doctrina teológica, dice, la que resultó en la expulsión de los judíos en toda Europa, la creación de guetos y la marginación de la comunidad judía, la aplicación de fuertes multas a los judíos, las conversiones forzadas, el secuestro de niños judíos para criarlos como cristianos, la confiscación de bienes judíos (incluyendo sinagogas transformadas en iglesias), y la tortura y asesinato de judíos.
Acciones antijudías masivas incluyeron las Cruzadas, la Inquisición, los pogromos rusos y, finalmente, el Holocausto, que aniquiló a un tercio de los judíos del mundo.
El libro de Meotti revela que no sólo estas acciones, sino el genocidio que fue el Holocausto, fueron posibles por el fértil ambiente de antisemitismo creado durante siglos por la Iglesia.
La Iglesia y la Segunda Guerra Mundial
En «El Vaticano Contra Israel», el autor examina cómo la Iglesia ha seguido siendo un voluntario y dispuesto socio en la destrucción del pueblo judío en la era moderna.
La Iglesia ayudó a promulgar la patraña antisemita de un plan judío para la dominación global como se describe en Los Protocolos de los Sabios de Sión. La primera traducción [al árabe] de este dañino libelo de sangre fue traducido por árabes cristianos y publicado por un periódico de la comunidad católica en Jerusalén en 1926.
Cuando Adolf Hitler llegó al poder en Alemania, el Vaticano fue el primer estado en reconocer formalmente la legitimidad del Tercer Reich y mantuvo relaciones diplomáticas con el gobierno nazi hasta el final de la guerra.
El Sr. Meotti informa que durante el Holocausto, el enviado británico ante la Santa Sede le proveyó diarios informes sobre las atrocidades nazis. Meotti revela que el Papa Pío XII prefirió guardar silencio y se resistió a muchas llamadas de auxilio del pueblo judío. Mientras los judíos estaban siendo gaseados en toda Europa, la mayoría de las iglesias cristianas no reaccionaron. Algunas incluso colaboraron con los nazis.
En 1943, increíblemente, en la cúspide del genocidio judío, Pío XII reafirmó, en su encíclica Mystici Corporis Christi, la superioridad del cristianismo sobre el judaísmo y la sustitución de la Biblia judía, que había sido abolida, con la Biblia cristiana.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, en el más vil desprecio por la memoria de millones de personas que murieron durante el genocidio nazi, el Vaticano dio refugio de la persecución, efectivamente, a una cantidad de nazis, concediendo aprobación tácita a las acciones de estos carniceros nazis. Criminales de guerra, entre ellos Adolfo Eichmann, el Dr. Joseph Mengele, Klaus Barbie, Franz Stangl y otros, huyeron a través de Italia con la ayuda de la red católica.
El Sr. Meotti informa que el apoyo y la admiración del Vaticano por los nazis no terminaron allí. En 1994, el Papa Juan Pablo II confirió el título de caballero papal al documentado criminal de guerra nazi Kurt Waldheim, que siguió adelante después de la Segunda Guerra Mundial para convertirse en Secretario General de las Naciones Unidas. El honor papal, otorgado a pesar de una muy bien conocida controversia de 1985 sobre el pasado nazi de Waldheim, significó en efecto escupir sobre la memoria de las víctimas del Holocausto, sobre los sobrevivientes y sus descendientes.
Para conferir mayor desgracia a sus acciones, el Vaticano reconoció «los esfuerzos por la paz» de Waldheim, demonizando a Israel por defenderse contra el terrorismo árabe-palestino que había ocurrido durante el mandato de Waldheim como Secretario General. Al dar la bienvenida a Waldheim al Vaticano como un visitante de honor, el Vaticano estaba limpiando simbólicamente la mancha de sus crímenes durante el Holocausto y glorificando su trabajo en nombre de la ONU para destruir al estado judío.
La Iglesia y la Creación del Estado Judío
En «El Vaticano Contra Israel», el autor revela cómo la Iglesia luchó inicialmente contra el Mandato Británico de Palestina que estableció Israel y, después de su fundación, demonizó y deslegitimó la existencia de Israel. Incluso cuando los judíos estaban siendo gaseados durante el Holocausto, la Iglesia estaba obsesionada con la detención de la creación de Israel y el regreso de los judíos a su tierra ancestral, porque esto iba en contra de la teología de la Iglesia que los judíos fueron condenados a vagar eternamente por su crimen de deicidio casi 2.000 años antes.
La Iglesia, con estridencia, mantuvo la posición de que el sionismo era anticristiano y anticatólico y que el único camino a la salvación era a través de la conversión. La definitiva fundación del estado judío era problemática para la Iglesia Católica, porque invalidaba la teología y su doctrina del reemplazo de la Iglesia sobre el pueblo judío – que todos los judíos durante las generaciones venideras serían maldecidos y castigados por deicidio. En 1904, el Papa Pío X le dijo a Theodore Herzl, fundador del sionismo, que nunca aprobaría al movimiento porque “los judíos no han reconocido a nuestro Señor”.
Recién en 1965, 1.700 años después de que la Iglesia había condenado a los judíos para toda la eternidad, el Vaticano emitió Nostra Aetate, liberando a los judíos de hoy de la responsabilidad por la muerte de Cristo. Sin embargo, el documento no pidió disculpas por el pasado antisemitismo cristiano y no validó el judaísmo ni reconoció al estado judío, que para entonces tenía 17 años de existencia.
La Iglesia y los árabes Musulmanes
En cuanto al involucramiento político en la guerra árabe-musulmana contra Israel, Meotti describe cómo el Vaticano hizo causa común con los árabes palestinos, apoyando sus apócrifos reclamos al territorio e incluso excusando los actos de terrorismo.
El Papa Juan Pablo II llegó tan lejos como para calificar públicamente como Shoah israelí, lo que era en realidad falsificar relatos de opresión israelí de los palestinos.
El Papa Juan Pablo II concedió varias audiencias a Yasser Arafat, el padre del terrorismo moderno y jefe de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), que había ordenado y llevado a cabo ataques contra civiles judíos y buscaba publicidad y legitimidad en el escenario mundial. Mientras proclamaba abiertamente odio a los judíos y planes para aniquilar a Israel, la Iglesia Católica les concedía respetabilidad a Arafat y a su hombre de confianza.
En 1974, el Vaticano reconoció formalmente a la Organización de Liberación de Palestina. Recién en 1993, casi 20 años después, la Iglesia reconoció al Estado de Israel.
Cuando el Presidente de la OLP, Arafat, murió en 2004, el Papa elogió el terrorista como un gran líder en esta «hora de tristeza», y habló con cariño de su cercanía a la familia de Arafat.
Mientras tanto, la aceptación de Israel por parte de la Iglesia ha sido, en el mejor de los casos, tibia. Se hace todo lo posible para demonizar y deslegitimar al estado judío y apoyar la narrativa árabe-palestina, incluso después de decenas de atentados suicidas y decenas de miles de ataques con cohetes contra la tierra de Israel. La Iglesia promueve la visión de que la violencia palestina es una reacción justificable por «la opresión y la humillación» por parte de los israelíes.
Nunca son mencionados los objetivos declarados abiertamente de Hamas y Hezbollah de destruir el estado judío. No hay condenas vaticanas por los más de 11.000 ataques con cohetes que han asesinado y mutilado a cientos de civiles israelíes. Los intentos de Israel de defenderse han sido caracterizados como actos de agresión.
En 2002, en la cúspide de la Intifada, la Iglesia toleró y legitimó el terrorismo palestino denominando a los ataques contra Israel como un «grito por justicia». En una manifestación de protesta pro-palestina en Roma en 2002, el arzobispo Capucci, que en el pasado había utilizado su inmunidad vaticana para contrabandear armas y explosivos para los terroristas de Fatah, defendió a los terroristas suicidas y declaró: «Saludos a los hijos de la Intifada y a los mártires que van a la lucha como si fueran a una fiesta… Queremos nuestra tierra, o moriremos con dignidad… Intifada hasta la victoria». No hubo ninguna crítica o repercusión por parte del Vaticano.
Además de lo anterior, Meotti enumera una multitud de ONGs católicas como Trocaire, Pax Christi, Cordaid, y Caritas, que legitiman actividades terroristas y demonizan a Israel a través de campañas de boicot, desinversión y sanciones (BDS). Las ONG comparan también el sionismo con el nazismo y realizan eventos en los que las vallas de seguridad de Israel, que han salvado vidas judías, son etiquetadas como «muros de apartheid».
Incluso hoy en día, muchos mapas de peregrinación y de tours turísticos cristianos vaticanos no mencionan a Israel. En cambio, la zona está etiquetada como «Tierra Santa» o «Palestina». La propaganda anti-israelí de la Iglesia se intensifica por tours que están deliberadamente diseñados para emitir una luz negativa sobre el estado judío. Los guías palestinos se centran exclusivamente en visitas controladas a los territorios palestinos e inculcan el odio a Israel sesgando la narrativa y asegurando que los visitantes sigan ignorantes de la verdadera naturaleza del estado judío, la única democracia en la región.
Meotti, en este excelente relato de la historia del Vaticano, profetiza que las acciones de la Iglesia hacia los judíos e Israel darán lugar a consecuencias trágicas tanto para judíos como para cristianos. Al atacar a Israel y resistir lazos significativos con judíos y el estado judío, en favor de una mortal alianza entre cristianos y musulmanes, la Iglesia está sembrando las semillas de su propia destrucción. El futuro para los cristianos está notoriamente implicado por la drástica disminución de las poblaciones de Belén, Ramallah, Gaza, y la ‘Margen Occidental’, donde los cristianos son usados como escudos humanos y los hogares cristianos sirven como sitios de lanzamiento de cohetes.
A lo largo de los países musulmanes en Medio Oriente, los cristianos están siendo masacrados y expulsados del territorio. El autor muestra que el bombardeo de tiendas, escuelas e iglesias cristianas y la tortura y el asesinato de sacerdotes se han convertido en casi diario acontecimiento.
Este es el futuro que les espera a la Iglesia y a sus creyentes cristianos si persisten en alinearse con los musulmanes y no logran superar sus históricos y actuales actos antisemitas.
* La escritora, MBA, RSU, es una activista, trotamundos y periodista independiente…
** Giulio Meotti es un periodista italiano católico apostólico romano
http://www.israelnationalnews.com/Articles/Article.aspx/14158#.VVZevvntmko
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
¡Que decepcion hasta Juan Pablo II ! Y el puto nazi de secretario general de la ONU ¡Que horror!