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| lunes noviembre 18, 2024

Parasha Shelaj Leja


Moshe envía doce espías a la Tierra de Canáan. Estos vuelven cuarenta días después, cargando un enorme racimo de uvas, una granada y un higo, para reportar sobre una exuberante y bondadosa tierra. Pero diez de los espías advierten que los habitantes de la tierra son gigantes y guerreros «más poderosos que nosotros»; sólo Caleb y Iehoshúa insisten en que la tierra puede ser conquistada, como Di-s indicó.

La gente llora diciendo que prefieren volver a Egipto. Di-s decreta que la entrada de Israel a la Tierra debe ser demorada por cuarenta años, tiempo durante el cual la generación entera fallecerá en el desierto. Un grupo de judíos arrepentidos se avalanza sobre la montaña en el borde de la Tierra pero son rechazados por los Amalekitas y los Canaanitas.

Son entregadas las leyes de Menajot (ofrendas de harina, vino y aceite), así como el precepto de consagrar parte de la masa (jalá) a Di-s cuando se hornea pan. Un hombre viola el Shabat cuando carga ramas y es castigado con pena capital. Di-s instruye poner flecos (Tzitzit) en las cuatro puntas de las vestimentas para recordar la observancia de las Mitzvot (perceptos Divinos).

EL ERROR DE LOS ESPIAS

Si se nos diera a elegir vivir una vida sin preocupaciones materiales, en la que no necesitáramos trabajar para comer, porque el pan nos es suministrado desde el cielo, en la que la ropa crece con nosotros, una vida dedicada solamente a los logros espirituales, no lo pensaríamos dos veces.

Pero esa no es la misión que nos fuera encomendada por Di-s. Debemos lidiar con el mundo material para transformarlo, a través de nuestro esfuerzo en una morada para el Creador.

Y ese fue el error de los espías. Ellos pensaron que si el Pueblo de Israel entraba a la Tierra Prometida, la lucha por la subsistencia haría que olvidaran todo lo aprendido en el Sinaí y abandonaran paulatinamente la Torá. Por eso convencieron al pueblo de que esa tierra “Devora a sus habitantes”. Y el pueblo temió y pidió retornar a Egipto.

Al ver esto Di-s determinó que esa generación debía morir en el desierto y que una generación que nunca había conocido Egipto, una generación crecida libre en el desierto, conquistaría y poblaría la Tierra de Israel.

LOS PRIMEROS PASOS
Por Yanki Tauber

Al principio, su padre o madre lo sostenían de su mano y lo paseaban por el cuarto. Entonces, un día, alguno de ellos se acuclilló frente a usted, todavía sosteniendo sus manos. De repente, dieron medio pasito atrás, lo soltaron y lo «dejaron a su propio equilibrio». Entonces corrió aprisa a sus padres. Quizás aterrizó en sus brazos, quizás cayó de bruces. En cualquier de los dos casos, usted nunca sintió ese abrazo, porque desde el principio sus brazos lo rodeaban, pero a centímetros de su cuerpo, preparados para dejarlo caer, pero también preparados para evitar o suavizar su caída si fuera realmente necesario.

Pero usted no notó esos brazos abrazandolo. ¿Cómo podría notarlos, cuando cada músculo en su cuerpo diminuto y cada célula en su pequeño cerebro se concentraban en el esfuerzo de poner un pie después de otro y localizar a su padre? ¿Quién no ha experimentado esta angustia, esta sensación de desvalidez en su vida? ¿Quién no se ha sentido abandonado por Di-s, sin un propósito en un mundo hostil? Pero Di-s, dice el maestro jasídico Rabí Israel Baal Shem Tov, sólo está actuando como un padre benévolo que le enseña a su hijo a caminar. Nunca nos apartamos de Su abrazo, sin embargo, a veces, no notamos Sus brazos extendidos. De hecho, ¿cómo podemos hacer -para poner un pie detrás de otro-, para lograr el objetivo y llegar a Él por nuestra cuenta?

Imagínese a un Moshé desconcertado cuando Di-s le dijo: «Yo no estoy diciéndote qué hacer. Haz lo que tu propio entendimiento te diga».

Di-s ya había hablado muchas, pero muchas veces a Moshé, pero siempre era para decirle qué hacer. Ve al Faraón, Moshé. Dile esto y amenázalo con aquello. Trae las plagas, parte el mar, junta el maná cada mañana–pero recuerda, porción doble en viernes, ninguna en Shabat. Yo Soy Hashem tu Di-s. No tendrás otros dioses delante de Mí. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás. No robarás. No cocinarás al cabrito en la leche de su madre. Viaja allí. Acampa aquí… Y entonces, un día, los hijos de Israel tuvieron esta idea. Permítenos enviar espías, le dijeron a Moshé, para que recorran la tierra de Canaan que Di-s nos ordenó conquistar.

«Di-s no dijo nada sobre enviar espías,» dijo Moshé.
«Pero nosotros pensamos que es una buena idea. Pregúntale.»

Así que Moshé pregunta, y Di-s le dice: «Yo no estoy diciéndote qué hacer. Haz lo que tu propio entendimiento te diga». El pueblo de Israel al final envió a esos espías. Su misión fue un fiasco. La entrada de los judíos a la Tierra Santa se retrasó cuarenta años, y todo el curso de historia judía fue alterado. La nación de dos años de edad estaba empezando a caminar. (www.es.chabad.org)

EL QUE CARECE DE AUTOESTIMA CULPA A OTROS POR SUS ERRORES

“Pero los hombres que habían ido [a Israel] dijeron: ‘No podemos sobreponernos a ese pueblo, pues es demasiado fuerte para nosotros’. Trajeron a los hijos de Israel un mal informe de la Tierra que habían espiado, diciendo: ‘La tierra por la que pasamos para espiarla, devora a sus habitantes; todas las personas que allí vimos eran enormes’. Allí vimos a los nefilim, éramos como saltamontes a nuestros ojos y así éramos ante los ojos de ellos también’” (Bamidbar 13:31-33).

El contexto de estos versículos gira alrededor del pecado de los espías que fueron enviados a explorar la tierra de Israel para ver por dónde sería más conveniente ingresar a ella. Tal como sabemos por el resto de los versículos, los espías desconfiaron de Dios y de Su promesa que podrían vencer a los habitantes de Canaán y conquistar la tierra de Israel sin contratiempo alguno. No sólo desconfiaron de Dios sino que además hablaron mal de la tierra de Israel y contagiaron con su desesperanza al resto del pueblo, a grado tal que el pueblo también perdió la confianza en Dios y las esperanzas de poder ingresar a la tierra.

El Rebe de Kotzk señala que la raíz de su pecado radicó en el versículo antes mencionado: “Allí vimos a los nefilim, éramos como saltamontes a nuestros ojos y así éramos ante los ojos de ellos”. Nos queda claro que ellos se veían a sí mismos pequeños como saltamontes, pero ¿cómo sabían que también así los veían los demás? Además, ¿qué importa cómo los veían los demás, si tenían a Dios de su lado? Ellos se consideraban a sí mismos incapaces y por lo tanto proyectaron su propia deficiencia en los demás.

Rabenu Yoná escribe al inicio de su libro Shaarei Avodá: “El primer paso que debe dar toda persona que sirve a Dios es conocer su valor propio y reconocer su gran nivel y el de sus antepasados, a quienes Dios amaba enormemente y hacer todo lo posible para mantenerse en ese gran nivel y comportarse acorde a él constantemente. Y si no reconoce su valor ni el de sus antepasados, con facilidad irá en el camino de los trasgresores…”.

En otras palabras, el primer paso en la relación con Dios es que la persona conozca y aprecie su propio valor y el de sus antepasados y cuando la persona lo asume, hará “todo lo posible para mantenerse en ese gran nivel”.

Los espías no creyeron en ellos mismos: se veían a sí mismos “como saltamontes… y así éramos ante los ojos de ellos también”. Como ellos se veían pequeños, asumieron que también los habitantes de Canaán los veían de esa manera y dejaron de creer que podrían vencerlos. Después de eso, olvidaron la garantía Divina y culparon a Dios por haberlos llevado hasta esa tierra: “¿Por qué Hashem nos trajo a esta tierra para caer por la espada… acaso no sería mejor que regresáramos a Egipto?”.

Las personas que no tienen conciencia de su propio valor, dejan de esforzarse para mantener el nivel que en verdad tienen y tienden a evadir la responsabilidad y comienzan a culpar a otros —inclusive a Dios—por sus propios errores.

(www.aishlatino.com)

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Comentarios

La confianza absoluta en la Misericordia y Fidelidad de Di-s, impulsa a quienes dicen Adorarle a obrar conforme a los dictados de Su Voluntad, antes que de encomendarse a su própia prudencia o analisis de las cosas …
Los emisarios antepusieron ésto último a aquello otro, y como tal fueron desechados por Di-s, pues
¿Que pueblo podriá salir de aquellos que dudaron de la asistencia que Di-s mismo les prestariá, para llevar a cabo aquello que El Mismo les habiá encomendado? …
evitemos pues caer en el error, de hacernos «sábios» en nuestra própia opinion, por bien fundamentada que consideremos que ésta pueda estar, y de apoyarnos en nuestros particulares ( y vános) razonamientos, confiando a cambio en la intervencion Providencial de nuestro Di-s, en todo tiempo o circunstancia, por muy incierta o árdua que ésta se pueda presentar … a éso se le llama; «FÉ» (EMUNÁH) y sin ella, nadie puede agradar a Di-s, segun viene dicho en Las Escrituras … apliquemonos pues, a ejercitarnos en ella, y ponerla en práctica …

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