(Foto: Amos Ben Gershom GPO).
Los europeos han decidido que el conflicto árabe-israelí en Tierra Santa -de más de cien años- debe finalmente terminar.
La Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores Federica Mogherini llegó recientemente a Israel para expresar la impaciencia de la UE con el impasse en las negociaciones entre israelíes y palestinos.
Francia tiene la intención de llevar el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU con el objeto de establecer un plazo de 18 meses para la resolución del conflicto.
Las intenciones europeas son loables, pero parecen estar fuera de la realidad de Oriente Medio. Mientras que la partición de la Tierra de Israel entre los judíos y los árabes, que viven en esta pequeña parte del mundo, es deseable; el movimiento nacional palestino ha demostrado ser el socio equivocado para implementarla y es en gran parte responsable del fracaso de la solución de dos estados.
El movimiento nacional palestino parece incapaz de llegar a un compromiso histórico con el movimiento sionista, debido a que todavía busca el control sobre el Monte del Templo, el «derecho del retorno» de los refugiados palestinos, y la ausencia total de cualquier presencia judía en Judea y Samaria.
Los medios de comunicación y el sistema educativo palestinos perpetúan el conflicto al incitar contra los judíos y su vínculo con la Tierra de Israel. De hecho, la brecha entre las posiciones de israelíes y palestinos es extremadamente grande y no se puede superar de la noche a la mañana. Es totalmente irreal esperar un acuerdo sobre las cuestiones del estatus final en un futuro próximo.
La amarga verdad es que ambas sociedades todavía tienen la energía para luchar por lo que para ellas es importante. Los conflictos étnico-religiosos suelen terminar cuando al menos una de las partes muestra un gran agotamiento.
Los ingenuos europeos están teniendo dificultades para darse cuenta de que la paz no es el valor más importante para los israelíes o para los palestinos.
Además, los palestinos no han logrado capitalizar la oportunidad de construir un Estado.
El fracaso más notable y más devastador al intento de construcción del Estado ha sido la pérdida del monopolio sobre el uso de la fuerza. Esto llevó al caos y a la caída de Gaza a manos de Hamás, en 2007.
Mientras Hamás juegue un papel central en los asuntos palestinos; una verdadera reconciliación entre israelíes y palestinos no será posible. Lo que sucedió en los territorios palestinos refleja un fenómeno generalizado en el mundo árabe, el colapso de las estructuras estatistas.
La cultura política árabe parece incapaz de sostener estructuras estatistas o superar las identidades tribales y sectarias.
La Autoridad Palestina no es muy diferente de las entidades políticas árabes como Libia, Irak, Siria, o Yemen, que son incapaces de gobernar con eficacia sus territorios.
La Autoridad Palestina y sus dirigentes están, básicamente, sentados sobre las bayonetas israelíes, que hacen que el territorio gobernado por la AP esté libre de elementos radicales violentos que quieren derrocar al gobierno ilegítimo del Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, y perpetrar ataques terroristas contra Israel. Esta es la esencia de la cooperación de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina.
Económicamente, la AP también depende de sus interacciones con Israel y de la cooperación Israel con los países donantes.
Por sobre todo, los palestinos se niegan a aceptar a Israel como un Estado judío, un tema central en la historia del conflicto árabe-israelí.
Mientras que Israel, bajo la dirección del entonces primer ministro, Menachem Begin, reconoció los «derechos legítimos del pueblo palestino», en 1978, los palestinos aún no han hecho su gesto correspondiente.
Más aún, el creciente atractivo del islamismo en la sociedad palestina, un fenómeno que refleja las tendencias regionales, hace que el reconocimiento del Estado judío sea cada vez más difícil. Negar el legítimo derecho del pueblo judío a la Tierra de Israel sólo refuerza el amplio consenso israelí de que los palestinos no son un socio serio para la paz.
La agitación en el mundo árabe también ha endurecido las posiciones israelíes en las negociaciones con los palestinos.
Las circunstancias políticas pueden cambiar repentinamente en el Medio Oriente, haciendo que las fronteras defendibles sean un imperativo. La presencia israelí a lo largo del río Jordán es un requisito vital para la seguridad de Israel. Es una lástima que los palestinos aún no hayan interiorizado este cambio y están fallando en calibrar sus aspiraciones a la realidad sobre el terreno. Por desgracia, el realismo es difícilmente parte de la cultura política maximalista palestina.
Por lo tanto, el prolongado conflicto palestino-israelí sigue siendo intratable. La solución de dos estados que todo el mundo habla de la boca para afuera, simplemente no es un resultado realista en las actuales circunstancias.
El año pasado, el primer ministro, Binamín Netanyahu, aceptó a regañadientes un documento de trabajo presentado por EE.UU. en un esfuerzo por salvar las negociaciones con los palestinos.
Pero Abbas se negó a aceptar el documento estadounidense, poniendo efectivamente fin a los esfuerzos diplomáticos norteamericanos. Como era de esperar, la última concesión de Netanyahu –la negociación de las fronteras de los bloques de asentamientos- no satisfizo los deseos palestinos.
A través de los años, los palestinos han rechazado las generosas ofertas de los primeros ministros Ehud Barak (2000) y Ehud Olmert (2008). Obviamente, Netanyahu no puede hacerlo mejor.
Una resolución del conflicto no está en las cartas. Lo mejor que se puede lograr es acuerdos provisionales, tácitos o formales, que no impliquen riesgos de seguridad graves para Israel. Incluso el gobierno de Obama aprendió por las malas que la resolución de conflictos debe ser sustituida por la gestión de conflictos.
Esa es la única estrategia que tiene la posibilidad de minimizar el sufrimiento de ambas partes y lograr un mínimo de estabilidad en el tormentoso Oriente Medio.
La ofensiva de paz europea, otro ejercicio de diplomacia fútil, con toda probabilidad, producirá otro episodio de activismo diplomático en la búsqueda de un nuevo foro para el intercambio de puntos de vista israelí-palestino que de igual forma fracasará.
Tales fracasos difícilmente desalientan los diplomáticos profesionales que se ganan un buen sueldo tratando de traer la paz. El Cuarteto probablemente también tratará de nuevo de alcanzar la paz. Debemos desearles suerte a todos ellos.
* Efraim Inbar, es profesor de estudios políticos de la Universidad de Bar-Ilan, director del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos y miembro del Foro de Medio Oriente.
Cortesia de TEU
Se ve que los europeos no viven en el Medio Oriente y no tienen que temer un ataque de sus vecinos. Siguen tan necios y antisemitas como siempre.